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La autoetnografía en “La vida secreta de las Rosas”, del relato íntimo al relato social

Rosa Ileana Matamoros Calderón, licenciada en Cine por la Universidad de las Artes, presentó como trabajo final de tesis La vida secreta de las Rosas, un documental performativo en primera persona en la tradición de filmes y autores como The Sweetest Sound (2001), del norteamericano Alan Berliner; Genoveva (2015), de la chilena Paola Castillo; o, Cinco caminos a Darío (2010), del ecuatoriano Darío Aguirre.

Ante el tribunal de defensa, conformado por los docentes Julie Tomé, Javier Andrade y Arturo Serrano, la autora del guion de largometraje La vida secreta de las Rosas expuso que las películas en primera persona, que abordan temas autobiográficos, son una clase de no-ficción cinematográfica que puede construirse como una autoetnografía.

La posibilidad de que el relato de una experiencia personal e íntima del autor o autora dé cuenta de la realidad social y cultural del contexto en el que transcurre su existencia, se confirma en una amplia tradición de este subgénero del cine documental universal, y que tiene importantes exponentes en la cinematografía ecuatoriana.

El estudio de este tipo de relato audiovisual y de los recursos y dispositivos que utilizan sus directores para representar los resultados o los procesos de su investigación autoetnográfica ha sido fundamental en la escritura del guion de La vida secreta de las Rosas.

El guion mencionado tiene un antecedente cinematográfico directo. En 2018, como proyecto de Laboratorio de Rodaje 2, Matamoros dirigió Rosita, un cortometraje en el que trataba de reconstruir a su tía a partir de aquella película de 8mm. Rosita se estrenó en el Festival de Cine Documental Encuentros de Otro Cine, EDOC (2018), y ha participado en más de 15 festivales nacionales e internacionales.

“La vida secreta de las Rosas es un viaje que atraviesa distintas épocas, historias y personalidades, desde los tiempos de mi bisabuela, cuenta, pasando por las dictaduras, las conquistas feministas y la época actual; hoy y antes, ser una mujer libre ha sido una lucha diaria. Ellas hicieron también eso que llamamos la historia de la humanidad, solamente que a las que decidieron vivir fuera de los estándares, la mayoría del tiempo, las silenciaron”, explica la autora en su documento de tesis.

Agrega que todavía parece que no es conveniente hablar fuerte, protestar, gritar, ser grosera, cuando eres del género femenino. En distintos lugares y tiempos, “la vida secreta” busca reconstruir historias, desmitificar cuentos, aflojar las lenguas y sentir lo que realmente significa la vida desde la piel de una Rosa.

El objetivo general de este producto artístico, señala Rosa Ileana Matamoros, es reflexionar sobre el proceso de investigación y escritura de La vida secreta de las Rosas, así como sobre las motivaciones, dispositivos, recursos narrativos utilizados en este guion y de otros filmes (nacionales y extranjeros), que han sido referencias para su creación.

En torno a la pertinencia del proyecto, la licenciada de Cine indica que se inscribe en una tradición que no es nueva en la cinematografía ecuatoriana de las últimas décadas: películas que partiendo desde la subjetividad más íntima abordan relatos colectivos, sociales, estructurales, y que han sido bien recibidas por la crítica y el público.

Siguiendo la propuesta de la montajista y directora chilena Coti Donoso, el proceso de investigación y escritura de La vida secreta de las Rosas, como ejercicio formal, elige para sí la definición de no-ficción (que proviene de la literatura) como “una reivindicación de la gama de posibilidades que permite el cine, y un rechazo a las limitaciones que conlleva la palabra documental. La (re) utilización del término no-ficción es un acto político consciente del contexto histórico del cine y un alejamiento a la necesidad de crear fórmulas y maneras para satisfacer un cine industrial capitalista”.

Como conclusión, Rosa Ileana Matamoros precisa que en Rosita indaga en la vida de una tía que se llama como ella, pero que nunca conoció, a través de una vieja película de cine casero.

Su realización se convirtió en un viaje de autodescubrimiento que le dejó varias inquietudes sobre la experiencia vital de ser mujer, especialmente en un país latinoamericano y conservador como el Ecuador.

Otros personajes e ideas surgieron durante la investigación del cortometraje: relatos sobre la familia, la importancia de las historias que nos cuentan desde chicas, las luchas feministas y sociales libradas por las mujeres, la memoria y el cine. Y así inició la escritura de La vida secreta de las Rosas.

Rosa Ileana Matamoros, en su proyecto de titulación, eligió partir de una hipérbole: asegurar que odia su primer nombre. “Diré que lo siento como una carga, una herencia indeseable, una mansión embrujada. La realidad es que fui bautizada según una antigua costumbre familiar por parte materna: todas las primogénitas se llamarán Rosa”.

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