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Olga López: Los grandes cambios se logran cuando el terreno de lo sensible se interviene y es afectado

La nueva Vicerrectora de Posgrado e Investigación en Artes dijo que la UArtes tiene mucho por hacer y que debe estar a la altura de lo que ocurre actualmente en Latinoamérica.

Citando un epígrafe de la escritora chilena Nona Fernández, la doctora Olga López dio inicio a su intervención en el acto donde fue posesionada como Vicerrectora de Posgrado e Investigación en Artes; junto con ella asumieron los doctores William Herrera, en el cargo de Rector, y Bradley Hilgert, como Vicerrector Académico, así como los miembros del Órgano Colegiado Superior (OCS). Se realizó este lunes 4 de enero de 2021 en la Plaza Pública del Centro de Producción e Innovación MZ14.

Nona Fernández, dijo, inspiró un poco su discurso, pues le recordó esa mezcla constante entre poder e ignorancia que nos hunde en un hoyo negro. Lo hace al declarar que “el calentamiento global no existe. Que el calentamiento global es bueno. Que ofrece nuevas oportunidades al comercio y explotación de minerales. Que el cáncer se cura con el veneno de una rana selvática. Que los monjes brasileños operan a larga distancia, que sólo hay que ofrecerles vasos de agua y encenderles velas. Que hay que construir muros para separar naciones, que esos muros deben tener electricidad y cámaras. Que hay razas que son mejores que otras. Que la tierra es plana, que cualquier otra versión es sólo un complot internacional que ha durado siglos. (…) Que la homosexualidad es un invento de degenerados. Que la transexualidad es otro invento de degenerados. Que los niños se visten de azul y las niñas de rosa. Que las mujeres están hechas exclusivamente para ser madres, que no tienen la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos. Que las mujeres son todas celosas y vengativas, que trazan planes para mortificar a los hombres”. (Voyager, p. 162-163).

Olga López señaló que un discurso es la posibilidad histórica de decir lo que durante largo tiempo se había silenciado, a la vez que se puede convertir en una promesa de porvenir. “Sin embargo, no deben ser promesas utópicas, sino inscritas en el marco de lo realizable y con la fuerza de los comienzos que en ningún caso son negativos (…). Ahora bien, ¿cuál es nuestro posible? Un futuro de juventud con una universidad joven y una comunidad también joven. Un universo de proyectos que explora aquello que no tiene límite y que por el contrario busca formas de libertad en la creación artística. Un cuidado de los cuerpos y un cuidado en la formación artística que permitirá al final el goce del trabajo logrado. Una ciudad y un país que podrá sentir que las artes y los artistas han conquistado un lugar”.

Lo que buscamos, agregó, es una especie de revolución sensorial, “pues si bien a veces le pedimos demasiado a la escuela (de la que la universidad conserva sus principios), no debemos olvidar que su objetivo fundamental consiste en emancipar y romper las limitantes económicas que el accidente del nacimiento impone a los sujetos. Por eso, nuestra revolución sensorial busca ahondar por esta vía e ir al encuentro de relaciones paradójicas entre los saberes que al chocar terminan por inventar mundos como, por ejemplo, una escritora y actriz que a la vez hace un relato en donde se ligan los encefalogramas de la madre enferma con la configuración cósmica, tal y como lo vemos en Nona Fernández. O bien un artista visual que a la vez transforma el material sonoro en composición pictórica, como lo hace Carlos Amorales”.

Traducciones, travesías, bifurcaciones, encuentros de frontera, nomadismos, divergencias, las poéticas contemporáneas se hacen en el movimiento. Es un poco de eso y mucho más del orden de lo inimaginable que denominamos revolución sensorial. Porque justamente una revolución promueve rupturas para no encerrar al artista en su práctica, lo invita a asumir constantemente el riesgo, a poner a prueba ese “vivir al borde del caos”. Una revolución en ningún caso es la anarquía, sino incluir a quienes han sido excluidos de un tallaje sensorial establecido e incluso reinventarse este para que las artes abandonen su lugar al lado de las élites y dejen de regirse por una definición de arte que se impone como una verdad. Esto es muy necesario en una ciudad como Guayaquil donde las artes tienen ese aire de rancio, ajeno y excluyente de lo que dan muy bien cuenta sus museos.

La recién posesionada autoridad universitaria señaló como una obligación de la UArtes cambiar esa actitud, “inventar nuevas definiciones y nuevos públicos para demostrar que los grandes cambios se logran cuando el terreno de lo sensible se interviene, es afectado y alterado por las diferencias, por otras expresividades, por los signos del afuera que ya no se conforman con una definición de arte disecado y excluyente, sino como algo vital que no cesa de trabajar con sus propios bordes y que sirve para que las minorías se encuentren y sientan que la educación sí actúa a todas las escalas de lo social”.

Fundar la Universidad de las Artes en Guayaquil es un acto revolucionario, aseguró y refirió que quienes no lo han entendido y buscan, por el contrario, limitar y domesticar este proyecto para que adquiera la forma que ha regido por años esta ciudad, “le están negando no solo el futuro a las artes, los públicos y los artistas por venir, sino a una nueva ciudad que se puede avizorar en los movimientos que germinan actualmente: las luchas feministas, las organizaciones sociales de todo tipo, las resistencias de los grupos LGBTI+, en fin, los movimientos moleculares que implican el encuentro de las minorías del mundo”.

La Universidad de las Artes tiene mucho por hacer, pues los cambios son ante todo sensibles. Son los que determinan si una nueva sociedad es posible. Por eso, nuestra universidad debe estar a la altura de lo que ocurre actualmente en Latinoamérica desde lo más valioso a lo más terrible (…). “Las artes y sus poéticas buscan transformaciones, crear otros mundos donde los centros desaparezcan para construir una planicie sin jerarquías y de muchas voces. Por eso, el reto no es sencillo, ya que hay maneras de ocultar y camuflar los verdaderos cambios por los que debemos luchar. En ese sentido debemos recordar las palabras de Marina Garcés, quien nos advierte sobre esa especie de ilusión de libertad de nuestra época. Ella lo indica en los términos siguientes: Hoy las formas de captura de las palabras, en nuestra sociedad son múltiples y muy sofisticadas, ya que se esconden bajo el velo de la libertad de opinión y de expresión, bajo el derecho universal de la educación y bajo el acceso global a la información. Bajo estas tres condiciones, la palabra parece ser libre, como parecemos ser libres los ciudadanos de las democracias occidentales. Pero sabemos muy bien que no lo somos, como no lo son tampoco nuestras palabras”. (Marina Garcés, Fuera de clase, p. 5-6).

La doctora Olga López indicó apelar a las artes que piensan y que no se dejan ilusionar con una libertad disecada y empaquetada. “Buscamos otras posibilidades para las que, quizás, la palabra libertad es muy pretensiosa: encuentros moleculares, actividades minoritarias generadas en y por la comunidad UArtes, en, por y para producir relaciones intensivas con otras comunidades de artistas locales, nacionales y regionales. Esto reforzará la confianza en este proyecto en los próximos años. Es lo que buscamos, es lo que esperamos para sostener una defensa de lo colectivo, una revolución sensorial que tendrá los límites o las potencias de nuestras capacidades y aspiraciones. Podemos partir de una universidad precarizada, derrotada y su futuro tendrá esa medida o bien pensar en una universidad que se proyecta, que no conoce límites, que no se estabiliza en una imagen fija de sí misma, que se deforma sin cesar para abrirse a nuevas alternativas y proponer otras cartografías del pensamiento en donde el leitmotiv sean las artes no tanto como las concebimos actualmente, sino unas artes que incorporan un afuera impensable para lograr otros mundos posibles”.

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