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Liz Tejada y el recorrido desde-hacia una mirada en educación teatral

En la ceremonia virtual que la Universidad de las Artes realizó el 12 de diciembre para graduar a sus estudiantes de pregrado, Liz Mery Tejada Ureña fue una de los 164 que recibieron el título de licenciados. Ella culminó su carrera en Escuela de Artes Escénicas y al proyecto de tesis que presentó como trabajo final lo tituló Una pedagogía en las diferencias: Recorrido desde-hacia una mirada en educación teatral.

Ante los miembros del tribunal de defensa, integrado por Sara Baranzoni, tutora del proyecto de investigación; Lorena Toro y Bertha Díaz, la autora explicó que hizo la investigación a partir de lo que diría Biesta: “distintas formas de educar”, espacios en donde desautomatizar lo oficial sería una práctica de expansión desde-en la pedagogía teatral.

En esta misma intencionalidad inscribió este proceso escritural, en el que no se refleja un formato netamente apegado a la estructura académica, más bien es una forma de manifestar desde la subjetividad la “teorización”, y así dotar de sentido a lo que ocurría en mi formación y continúa ocurriendo hoy.

En su proyecto de titulación, Liz Tejada asegura que hay que incurrir en otras pedagogías posibles y que el interés es interpelar directamente a quien enseña, quien acompaña a otros en su formación teatral. No debe de existir la anulación del ser bajo ninguna condición, ya que negar la posibilidad de individuarse al sujeto sería ignorar las transformaciones que devienen en la actualidad para el teatro.

“Necesitamos pensar qué genera la invisibilización de estas otras prácticas que respetan el cuerpo y las subjetividades, es decir, hacia dónde nos lleva la anulación, apropiación de las prácticas diversas en espacios legitimados en la formación teatral”, anota.

En lo común, dice, las prácticas teatrales se operan desde un lugar sensible, pero a la vez se dinamizan ciertos parámetros de relación que devienen en convenciones, estas suelen ser estandarizadas, hasta el punto de que nos encontramos hoy frente a formas que desdibujan al sujeto y sus líneas de relación y aprendizaje.

Este desdibujarse va más allá de la expresión del lenguaje, de la época o el lugar en que operan, pero la tradición se impone incluso a nuestras vivencias y emociones, y, finalmente, el educando está obligado a responder a estas.

Exhorta a repensar las prácticas pedagógicas y las dinámicas que responden directamente a las particularidades del dispositivo teatral es reconocer que las otras prácticas no son una inventiva caprichosa. Es lanzarse realmente a la acción como práctica de creación y enseñanza.

Siguiendo en línea con los autores citados, lo que se ha dicho hasta aquí con respecto a la iniciación del estudiante en el proceso formativo puede resumirse en la necesidad de que existan acciones como aperturar y expandir las posibilidades pedagógicas hacia otros espacios y metodologías, ya que hasta que el individuo no se someta a intercambios con otras redes de creación que le pongan en tensión, este no podrá cuestionarse las diversas formas existentes o por surgir, y a su vez no podrá desarrollar autonomía en sus procesos de formación y prácticas de creación.

Eliminar el impedimento colectivo que imposibilita subjetivar: éste toma la forma de unas columnas de referentes tan sólidas en la educación tradicional que su presencia boicotea otras posibilidades, o incluso desde su imprescindibilidad pretenden “juzgar” otras prácticas de creación, desplazándolas una vez más de su potencia y lugar de enunciación.

Fomentar procesos de encuentros-desencuentros íntimos del individuo. El hecho de expandir y transformar las prácticas no asegura que todos los procesos harán de los estudiantes sujetos autónomos e independientes, pero al final esto no interesa, esta es una operación necesaria para que el estudiante sienta que puede tener claridad de elección.

Entonces, generar y visibilizar prácticas inclusivas, lo que llamo “de las diferencias”, es cultivar prácticas contenedoras y diversas, en su totalidad o en su construcción. Una pedagogía en las diferencias puede ser en sí un impulso al diferir lo ya existente, un pacto ficcional y material frente a lo que soy como formador o unas operaciones frente a lo que generan otros en cooperación y autonomía de mí.

Sin embargo, todo lo que es la herencia del teatro en la línea de la grupalidad no sería de considerarse un desecho, es parte de la historia y puede ser un punto de partida del cual tenemos que recuperar las motivaciones iniciales: la urgencia de escuchar las necesidades actuales, aquellas de la pedagogía teatral, y finalmente, al Teatro, que como lenguaje también nos habla.

A manera de conclusión, Liz Tejada puntualiza que si tal operación de “curación” es indisociable de la operación artística es porque ella solo se completa con la creación de nuevos modos de existencia que performatizan las demandas vitales, realizando así la germinación de los embriones del mundo que pulsan en los cuerpos.

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