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“El tema de la migración debería ser asignatura obligatoria”

Tras el I Encuentro de Arte y Migración en Latinoamérica, desarrollado del 14 al 16 de abril de 2021 por el Grupo de Investigación EmigrArte de la Universidad de las Artes, InfoUArtes contactó a Santiago Poza, uno de los expositores participantes, para conocer sus impresiones acerca de la cita, cuya iniciativa, señala, observó el rigor y la disposición al debate requeridos.

Santiago Poza cursa en la UArtes la Maestría de Fotografía y Sociedad en América Latina y en el encuentro habló sobre el contenido y los procesos que lo llevaron a Retrato de un Pueblo, una exposición que presentó en diciembre de 2020. Aquí sus impresiones:

“Considero que el tema de la migración debería ser asignatura obligatoria, aunque sea de forma transversal, en todo ámbito académico, desde el colegio hasta la universidad. Solo así podremos visibilizar a todos aquellos que se ven forzados de una manera o de otra a dejar su país. Si queremos, además, desmontar toda la retórica xenófoba debemos ahondar en el fenómeno migratorio y presentarlo con sus luces y sus sombras, pero, sobre todo, como un proceso de vida que normalmente enriquece en diversos ámbitos a los países de acogida. Vivimos tiempos muy complicados en los que el miedo al otro se impone especialmente ahora que la pandemia es un flagelo que nos azota a todos.

La necesidad de empatía, como diría Ai Weiwei, es más necesaria que nunca. Ese sería el sentido de estudiar las migraciones, que no sea solo una cuestión historicista, sino de justicia social. Sin ponernos en los zapatos del otro no puede haber justicia social. En caso contrario, las legislaciones solo van a favorecer a los poderosos. Y la cuestión del migrante que desde el Sur migra al Norte es también una cuestión de hacer memoria histórica y de poder resarcir a esa gente que nunca ha contado nada para el mundo más desarrollado, excepto como mano de obra fácil y barata.

Necesitamos, pues, un poco de incorrección política, de denunciar la hipocresía de un mundo que se preocupa por la vida del señor Navalny, mientras no parece prestar apenas atención a los problemas de miles de personas como esos hombres, mujeres y niños que están muriendo de hambre por la miseria intrínseca del ser humano, como en el caso de Yemen por citar solo un ejemplo.

Debemos cuestionar las fronteras. No es posible que solo haya derechos humanos dentro de las propias fronteras, en el mejor de los casos, y que cuando uno tiene que migrar se pueda ver expuesto a la vulneración de sus libertades más elementales. Debemos rebelarnos a este mundo tan políticamente correcto lleno de guerras financiadas por las democracias más estables que a la vez osan condenar todo lo que suene a conculcación de derechos del individuo. Si atentamos contra los derechos del individuo lo hacemos contra los de la sociedad en su conjunto, y esta no es un ente abstracto como parecen hacernos creer.

En cuanto a mi exposición, la considero una buena excusa para hablar de la migración. Esto no significa que no tenga entidad propia o que sea fruto de la casualidad. Me ha llevado bastante tiempo darle su forma final y creo que se consiguió un ejercicio poético en el que la fotografía le da su presencia visual. Sin embargo, he de decir que es un nuevo producto artístico con base al anterior y del cual estaba verdaderamente orgulloso, a pesar de que dentro del mundo de la academia recibió críticas por su aparente convencionalidad. Ahora ha resultado un ejercicio de autodescubrimiento como artista, que se condensó en una minimalista serie de retratos en los que se juega con la transparencia del juego de las imágenes superpuestas unas sobre otras, con la resignificación de la obra y con la apropiación de la creación musical en cuanto a los títulos que acompañan a cada fotografía final. Si es mejor o peor, no lo sé. Es sencillamente una forma más artigiana de hacer arte o de jugar con este. Lo que me interesa es que pueda interesar al público en general y que pueda servir para abrir un diálogo sobre cómo tratamos a aquellos que vienen a vivir entre nosotros, de si hacemos acepción o no dependiendo de diversos factores como la etnia, el género, o la formación. La empatía era el leitmotiv de este proyecto cuando empezó y debería seguir siendo el mismo. 

No sabría decirlo muy bien qué acogida ha tenido la exposición o mi participación en las jornadas sobre migración. Todo se hizo en petit comité por lo que las felicitaciones fueron pocas y obligadas de alguna forma. Sí me gustaría que la exposición virtual recibiese más visitas y se pudiese viralizar de algún modo, por el simple hecho de que la obra tiene un carácter político, pero no politizado, de denuncia de la situación de crisis humanitaria por la que está pasando Venezuela, donde la carestía de la vida y la violencia son moneda diaria. Que los que apoyan el régimen de Maduro sigan con su retórica populista y ‘revolucionaria’ es realmente ofensivo, especialmente para todos los que han tenido que abandonar el país y para los que no lo han hecho, pero han decidido aguantar estoicamente hasta que la situación cambie.

Creo haber realizado un trabajo honesto y diferente a lo que se había hecho hasta ahora sobre la migración venezolana. Todo surgió del estudio de los imaginarios de los venezolanos en Guayaquil, de los más favorecidos podríamos decir. Fuera quedarían los migrantes a pie de calle, aquellos que viven en la indigencia y gracias a la economía sumergida y a las ‘limosnas’ de los ecuatorianos.  Pero, con todo, están en cierta forma representados en la tesis que acompaña a la obra artística y en el propio espíritu de mis fotografías.

Espero poder tener éxito en la defensa de la tesis de maestría y que esta pueda formar parte de los estudios sobre el éxodo venezolano, desde esa particularidad de las historias de vida de aquellos que decidieron elegir Guayaquil como su destino, en principio transitorio”.

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