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Estudiantes de la carrera de Danza exponen resultados de su preparación con obra “Y en el silencio, tus manos”

Luego de un proceso de dos meses, en el que la coreógrafa franco-tunecina Lemia Boudhiaf indica hubo aprendizajes recíprocos, los estudiantes del octavo semestre de la carrera de Danza, de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes, exponen los resultados de su preparación académica en el montaje “Y en el silencio, tus manos”.

Tiene lugar este 19 y 20 de enero, a las 19:00, en la Plaza Pública del MZ14 Centro de Producción e Innovación UArtes. Son sus intérpretes Karla Amaya, Samantha Aguilar, Alicia Blacio, Eduarda Burgos, Kevin Constante, Sofía Genovese, Esther Herrera, Joshua Lescano, Nicole Lema, Keyla Macias, Melany Moreno, Daniela Remache, Sergio Rosado, Fiorella Ruiz, Anahí Silva y Karen Zúñiga. En la musicalización, Marco Herrera; y, en la fotografía, Gianina Genovese.

La breve sinopsis de la puesta en escena y su título concitan interés y generan interrogantes con su sola lectura: “Un viento sopla, la fiesta se interrumpe y el susurro de una voz recuerda la prohibición que uno mismo se impone. Los cuerpos se entrecruzan, se reconocen, se expanden”.

La obra y su proceso

Al preguntar a Lemia Boudhiaf sobre “Y en el silencio, tus manos” y su proceso, ella hace memoria del tiempo en que vivió en Túnez –una mitad de su vida, porque luego se fue a Francia–, lo cual compartió con los alumnos UArtes, quienes mostraron su curiosidad y se comprometieron con el montaje. Han tenido su tiempo de evolución, lo cual es propio de cada bailarín.

“También tuvimos momentos para decidir sobre reglas de funcionamiento en común, de cómo se conforma una comunidad en esos momentos en que hay muy poco tiempo y hay que avanzar rápido”, revela Lemia Boudhiaf. Anota que los invitó a salir de su zona de confort y pensar a nivel de la urgencia de estar, de actuar, de bailar, de vivir y de no quedarse siempre en lo que está programado u organizado.

Establecida en Ecuador hace seis años, principalmente en Quito, la coreógrafa invitada acota que llegó a Guayaquil con muchas ideas. No conocía a los estudiantes, pero supo que habían pedido su intervención. De alguna forma sabían de su trabajo, lo cual (ya en la práctica) puede crear ilusiones y desilusiones, que en ambos casos es bueno.

Las influencias del montaje

Considera que preparar el montaje dentro de la universidad y su funcionamiento ha sido parte de este, pues intervienen sensaciones, espacios, encuentros. “He sentido bastante libertad en cuanto al trabajo y lo que podía proponer; apoyo del equipo, fluidez y libertad al caminar, al descubrir estos diferentes espacios de la UArtes. Evidentemente han influenciado”.

Parte del proceso ha sido igualmente la adaptación a diferentes niveles, como clima, formas de hablar, de relacionarse, del ambiente, de la vida y de la historia de la ciudad… En su caso, explica, no vino a imponer ideas porque la coreografía está en los cuerpos, los cuales tienen lenguajes y formas de conectarse. En la primera semana, por ejemplo, indica se concentraron en ejercicios de exploración para descubrir lo que contienen esos cuerpos y sus vivencias.

Boudhiaf menciona también su experiencia de vida, pues como extranjera ha debido estar en una constante integración, haciendo esfuerzos de empatía y entendimiento frente a una nueva cultura. “Este proceso ha tenido doble esfuerzo, todos somos de culturas diferentes y tenemos códigos diferentes”, de allí la importancia de generar espacios de discusión y negociación”.

Trabajaron sobre conceptos básicos de cómo se forma una fiesta en medio de la sociedad que pone en peligro las libertades individuales y colectivas. La fiesta parece tranquila, pero es solo una ilusión de la cual surgen reivindicaciones, refiere y se remonta al último paro registrado en la capital, donde se formó de manera rápida el movimiento de manifestaciones. No obstante, las ideas fueron cambiando durante el proceso, tomando en cuenta la vivencia y la corporalidad de cada bailarín.

Materiales y lenguaje de las manos

De su experiencia en este proceso coreográfico, que les permite mostrar toda la preparación académica recibida, la estudiante Karla Amaya, una de las intérpretes, indica que la obra abarca la autocensura y cómo, a medida en que se desarrolla, se logra salir de ese estado de represión. Hemos trabajo con diferentes materiales, como videos de referencia, fotos, diálogos grupales, sensaciones que han ido poco a poco tomando forma y otras exploraciones.

La coreógrafa Boudhiaf agrega que el lenguaje de las manos lo construyeron juntos, que trabajaron sobre los gestos sociales que permiten relacionarse con otros individuos en la cotidianidad. “Hemos trabajado también sobre gestos cotidianos, aquellos que se usan para expresarse, y los que convocan a la danza y a celebrar algo; esas categorías de gestos son la base del lenguaje de la obra”.

Las acotaciones de Boudhiaf se enfilan a la respuesta de por qué “Y en el silencio, tus manos”. La obra, dice, se basa bastante en una parte de la cultura tunecina, que contiene mucha expresividad a través de las manos. “Es una sociedad que ha vivido una dictadura bastante fuerte de 1987 al 2011, en que se registró una revolución que unos llaman Primavera Árabe y otros Revolución de los Jazmines, y que generó todas las manifestaciones que hubo en el mundo árabe en 2011: en Libia, Siria, Egipto…”.

Túnez fue el país donde empezó la revolución y registró después un fuerte proceso de construcción de democracia. Las prohibiciones los llevó a experimentar enfermedades somáticas y profundos silencios en la vida cotidiana, en la escuela, en los lugares de arte. “El silencio es la forma de expresividad más fuerte en esas sociedades de opresión, está incluso en las frases y en las manos”.

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