En el VII encuentro de Libre Libro 2021, autores concluyen que “Ecuador es un país para cuentistas”

En la VII edición de Libre Libro 2021, las actividades se desarrollaron de manera presencial y virtual. La programada a las 19:00 del miércoles 17 de noviembre, en el segundo de los cinco días de la jornada, se desarrolló de manera online. Fue la cita en la que se abordó una inquietud que en el transcurso del diálogo se transformó en certeza: “¿Ecuador es un país para cuentistas?”. 

Solange Rodríguez, escritora y docente de la Escuela de Literatura de la Universidad de las Artes, hizo la presentación de los autores invitados y moderó la cita. Intervinieron con ella también cuatro estudiantes: Martín Riofrío, Rosa Quiroz, Anirys Sabagay y Luis Ponce, quienes hicieron preguntas e hicieron eco de las inquietudes de muchos.

¿Es Ecuador un país para cuentistas? La pregunta marcó el inicio de la conversación con Leonardo Valencia, autor de obras como La luna Nómada; Livina Santos, de Una noche frente al espejo (1989); Diego Maenza, de Bestiario Americano (2018), libro que condensa mitos y leyendas urbanas de todo el continente; y, Paulina Soto, de Ciudad de Vírgenes.

Durante más de una hora, los escritores compartieron sus opiniones y trabajos con el público a través de Facebook Live. “Un cuento es como un fantasma con esqueleto”, dijo Valencia marcando el inicio de la primera ronda de preguntas encabezada por Riofrío. El estudiante le consultó sobre la génesis del cuento y su relación con la poesía. El escritor señaló que existe un paralelismo entre el cuento y el poema, pues ambos encuentran una “emoción central que los articula e irradia y, a la vez, existe una imagen nuclear que estimula al cuento”.

Soto, por su parte, respondió con un determinante sí a la pregunta de Sabagay de la posibilidad de que surja una narrativa a partir de un género lírico, pues “necesariamente una obra literaria va a tener siempre algo de lírico por lo expresiva que resulte ser. Es posible y deseable porque esta expresión de la estética y la belleza es lo que uno busca en la literatura”.

Más adelante se refirió sobre la naturalidad al momento de escribir y explicó que el ser humano es completamente artificial en el sentido de la literatura, la tecnología e incluso el lenguaje. “Soy una artesana”, expresó en su demostración de que cada obra escrita ha evolucionado con el tiempo y tanto sus errores como faltas ortográficas de sus primeros textos son valiosos para la misma.

Ponce preguntó a Maenza por qué escogió el terror como género para sus textos. El autor respondió que el camino de lo fantástico y lo terrorífico fue una alternativa ideal para sustentar otras premisas de tono más profundo en el contexto de sus obras. “Hay mucho tabú con los géneros”, anotó y admitió que trata de no recurrir en la superficialidad a la hora de escribir.

Quiroz consultó a Santos sobre la construcción del cuento y como respuesta de la autora obtuvo: “Nunca percibo el final, ni antes ni ahora, es como una idea central que se hace presente hasta que de repente surge el inicio y su proceso”. Señaló también que los finales de sus cuentos siempre han sido una sorpresa y han tomado dirección por sí solos. “Mi escritura ha evolucionado como todos en la vida. Estuve quince años sin escribir porque tuve que romper con la escritura… No aguantaba la misma voz que escuchaba cada vez que me sentaba a escribir… Quiero explorar nuevos caminos, nuevas técnicas y nuevas voces”.

En la cita con los cuentistas ecuatorianos también se habló del regreso a las primeras obras. Leonardo Valencia dijo que no se considera un cuentista profesional, que escribe muchos cuentos camuflados en novelas y que sus novelas están cargadas de cuentos. Admitió, además, que sus cuentos le siguen remitiendo a la Luna Nómada. “No soy un autor que va de prisa, dejo mis libros en reposo”.

Para Valencia, la escritura crea una presencia de la que, si se desprende, le origina una especie de dolor como una pérdida y en este sentido de escribir con detenimiento que se relaciona con la idea de la exploración y del desplazamiento.

Otras de los aspectos que tuvieron lugar en este foro fue el de la familia, presente sobre todo en Arupos, cuento de Paulina Soto, quien se refirió a este como el gran peso en todo lo que escribe. “Es imposible separar a una persona en pedazos y eso se ve reflejado en la literatura”.

La escritura y el cuento como herramienta crítica fue el tema abordado por Diego Maenza, para quien las impresiones pueden ser tomadas desde diferentes aristas según cada lector. “La postura del narrador no siempre significa la del autor”. 

Livina Santos se pronunció sobre las etapas de la mujer y sus problemas sociales expuestos a través de la voz femenina en sus obras. “Estaba rodeada de un mundo muy patriarcal, tenía que abordarlo desde la experiencia… Es un tema que no voy a dejar de tratarlo por el hecho de ser mujer”. La diferenciación de la producción literaria feminista entre décadas radica en los niveles de violencia que se expresan a través de la literatura, dijo.

Al abordaje del género en Ecuador y de si el país era realmente para cuentistas, la respuesta general fue que sí, pero que existen factores que ponen en controversia la práctica del mismo. Para Santos es el sobrevivir al día a día, “que nos impide por agotamiento o falta de disciplina convertirse en cuentistas sistemáticos”. Para Valencia, el cuento –al menos en el país– puede verse como un recurso de la pereza; “cuando la frontera de lo corto se confunde” puede crear una comodidad por su extensión en comparación a la novela, a pesar de que el género sea de una “exigencia brutal”. Maenza, por su parte, afirmó que hay que ver lo que se publica cómo y dónde con respecto a las editoriales que optan por la publicación de novelas superficiales. Soto precisó que “el escritor es como una flor que da su perfume y no lo sabe, pero no puede evitar darlo”. 

Cobertura/Texto: María Fernanda Hidalgo, estudiante de la Escuela de Literatura.

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