Ricky Salazar retrata inseguridad del país en su cortometraje “El rey a su gente no ve”

“El rey a su gente no ve”. El alumnus Ricky Salazar tituló así al cortometraje de titulación que, junto a otros audiovisuales trabajados por también hoy graduados de la Escuela de Cine de la Universidad de las Artes, se presentaron en un festival que tuvo lugar en la Sala de Cine del MZ14 Centro de Producción e Innovación UArtes. Su proyecto, anota el director, surgió como reflexión y cuestionamientos ante la crisis de inseguridad que hemos vivido en los últimos años.

Salazar se pregunta si acaso quienes nos gobiernan ven, escuchan o leen las noticias. “Diariamente somos testigos de asesinatos, robos, extorsiones, secuestros y otros delitos, y lo único que hacen los gobernantes es seguir haciendo promesas vacías o pelearse entre las diferentes bancadas, siempre velando por sus propios intereses, mientras el pueblo se desangra. Un pueblo que, paradójicamente, los llevó al poder. Sin embargo, la situación no hace más que empeorar”.

También reflexiona en que, asimismo, aunque ciertamente algunas noticias pueden resultar amarillistas o sensacionalistas, “no podemos negar la triste realidad que enfrentamos. Varios presidentes han pasado por el poder, pero el pueblo sigue sufriendo y muriendo. Mientras tanto, en las redes sociales, los líderes se preocupan por subir contenido viral, ignorando y haciendo invisible la violencia que se ha normalizado e incluso romantizado”.

Es en este contexto que nació su cortometraje, indica Salazar y comparte la sinopsis de la historia que decidió llevar a la pantalla: En una pequeña y lúgubre bodega abandonada, Sariel (40), una persona no vidente, se levanta por el ruido de unos gritos de dolor. Luego de esperar que los secuestradores se vayan, conoce a otro rehén, quien acaba de ser torturado. Durante poco tiempo tienen que huir, pero los secuestradores rondan el lugar. Poco a poco la desesperación se enfrenta a la tranquilidad y se desencadena un intenso enfrentamiento.

Aunque la delincuencia siempre ha existido, la situación ha empeorado, llegándose a normalizar en todas las charlas temas como el secuestro de un familiar, de un amigo, de una compañera e incluso el miedo a ser confundido con alguien más, expresó Salazar, quien reveló haber tenido la experiencia cercana de un familiar que fue secuestrado. Logró huir, mas la experiencia del suceso les dejó una profunda huella. Su cortometraje de titulación es, en suma, el resultado de varias vivencias entorno a la inseguridad en la que vivimos.

En el cortometraje, Salazar retrata momentos reales más que dramáticos y evitó hacer uso excesivo de elipsis, a fin de lograr una sensación cruda y auténtica. “Junto a mi crew, un grupo de excelentes compañeros y compañeras, lo rodamos en el sur de Guayaquil, un suburbio que reflejaba la esencia de la historia. Utilizamos una bodega que, visualmente, se asemejaba mucho a lo que me había imaginado mientras escribía el guion”.

Y es que inicialmente tenían en mente otra locación, pero tres días antes del rodaje les cancelaron. “Logramos solucionar el problema gracias al director de fotografía, Jean Pierre Pumares, quien, a través de un familiar, consiguió la bodega que usamos. Este cambio, aunque inesperado, resultó beneficioso, ya que muchos elementos que ya estaban en el lugar sirvieron como un gran apoyo para el diseño de producción, a cargo de Luisin Ponce”.

Los personajes de su corto están inspirados en personas reales, refiere Salazar. “El protagonista, en un aguatero y cuida carros que pasaba todos los días cerca de mi antiguo trabajo, en el centro de la ciudad. Me intrigó mucho el hecho de que vendiera agua, y me basé en su apariencia física, así como en el miedo a que una persona tan frágil pudiera convertirse en víctima de la delincuencia, porque el crimen no perdona a nadie”.

Para el otro rehén, Jaime Ortiz, se inspiró “en los políticos demagogos y egoístas que han mentido durante años y se han burlado del pueblo” y para los antagonistas investigó, principalmente en las redes sociales. “Observé cómo actúan frente a la cámara, analicé mensajes de extorsión, notas de voz y grabaciones de cámaras de seguridad en locales. También investigué sobre sus edades, razón por la cual uno de ellos es más adulto que el otro. Lamentablemente, muchos menores de edad cometen estos crímenes debido a malas influencias que los corrompen, aprovechando vulnerabilidades como familias disfuncionales o jóvenes desempleados”.

Finalmente, para la historia en sí y el diseño de arte, se basó también en videos y descripciones, y noticias de cómo son las casas y los lugares donde suelen tener a los secuestrados, así como los objetos presentes en esos entornos.

El rodaje de “El Rey a su gente no ve” se hizo en dos días, pero el montaje fue variando semana a semana. Fue lo que más tiempo tomó, señala Salazar, quien, además del guion, asumió la dirección del corto. Junto a él, Luisin Ponce y Jean Pierre Pumares integraron el staff: Gabriel Avecilla, asistencia de dirección; Luisabel Terán y Helen Barreto, producción; Raizoku Films, producción ejecutiva; María Fernanda Lara y Noelya Macías, asistentes de arte; Milene Moina y Esther Peñafiel, sonido: Esther Peñafiel y  Sebastián Navas, boom; Diego Romero, primer asistente de cámara; Karla Guevara, segunda asistente de cámara; Trinidad Polit, gaffer; Alexander Pereira, técnico de luces; Mar Guzmán, grip; y Luis González, data/script y montaje. En la actuación, el protagonista lo interpretó César Eduardo Galarza; el segundo rehén, Kevin Álava; y los secuestradores, Ángel Armijos y Jefferson Barragán.

Ricky Salazar no tiene en mente convertir su corto en un largometraje. “Prefiero seguir explorando diversas situaciones a través de cortometrajes. También tengo en mente explorar otras temáticas en futuros cortometrajes. Seguir aprendiendo sobre la marcha, ganando experiencia a nivel de escritura, dirección y montaje para lanzarme a realizar un primer largometraje”.

Un documental está pendiente de terminar, agrega, aspirando a retomarlo junto a sus compañeros. Es sobre mi padre, Tío Félix, que va más allá de lo biográfico. Retrata a un hombre que ha realizado miles de cosas y desempeñado miles de oficios: profesor de enfermería, masajista, showman, discjockey, y cómo, a pesar de su edad, sigue vinculado a este mundo, haciendo lo que le gusta: animar fiestas, reuniones e incluso cantar”.

Justamente, en el documental quiere plasmar que los sueños nunca se abandonan y persiguen sin importar la edad. Su padre es un ejemplo de perseverancia que lo motiva a seguir adelante como artista. “Es lo que a mí y mis compañeros nos conmovió».

Además de su cortometraje, Salazar ha colaborado como director de fotografía en “Diana”, de Luis González; y “El banco”, de Gabriel Avecilla. Y como gaffer, en “Tosca, de Emilia González Crow; “Arbitrio”, de Iván Zumárraga; y “Sísifo”, de Keny Palma. Actualmente, continúa trabajando en su corto de titulación, pues, ya sin la presión de una fecha límite de entrega, quiere mejorar su diseño sonoro, la limpieza de audio, los foleys y otros detalles. Apunta, además, a realizar un corto en formato de cineminuto. “Lo planteo como un desafío: retratar la cotidianidad de nuestra realidad y contexto en solo un minuto. Me encuentro en la fase de escritura del guion y reuniendo fondos para concretarlo”, manifiesta.

Fotos: cortesía de Ricky Salazar, licenciado en Cine por la Universidad de las Artes.

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