El título de su cortometraje de titulación –“A veces té de miedo, y otras, té de manzanilla”– nació de un poema en prosa que escribió en 2022 en respuesta a una situación para comprender el duelo. Sus tíos José y Danilo habían fallecido y Briggitte Arreaga Martínez, graduada de la Escuela de Cine UArtes, experimentaba un vacío emocional y físico, no solo por las ausencias, sino por la relación con el espacio que la llevaba a recordarlos. Ese territorio, anota, era la casa de su abuela, donde también habitó durante dieciocho años de su vida hasta que un día decidió irse, así como lo habían hecho ellos, aunque de una forma diferente.
Cada día en que visitaba a su abuela, Briggitte revela que mantenía también un encuentro con ese espacio cargado de ausencias físicas, pero que, a su vez, le recordaba que su abuela seguía y sigue allí, tanto física como simbólicamente. “Yo la vinculo con el té de manzanilla porque era lo que generalmente me daba cuando me dolía la panza. Ese ‘gloriado de manzanilla’ lo relaciono con el cuidado y la longevidad, su longevidad”, expresa.
Para entender el contenido de su audiovisual de titulación, la alumnus UArtes comparte el poema génesis de su producción: “Al cerrar mis aletargados ojos todavía hay un mapa exacto del viejo rincón en el que existí. Aún a oscuras mis sentidos tantean paredes, escuchan el crujir de las tablas y perciben el color ámbar que enternecía todas las tardes a la pequeña ventana que daba a la calle de atrás. La mudanza ya lleva un par de años y un par de pérdidas. Por eso endulzo el camino de mi memoria con tres cucharadas de certidumbre. Y a diario me pregunto sobre la impermanencia de los sabores en mi boca y del cabalgamiento agresivo de los días. Si bien es cierto que, rendida, recuesto mi cuerpo sobre una fuerte llama, también me deleito por el ahora apacible sonido del tragar saliva, admitiendo que, a veces soy té de miedo, y otras, té de manzanilla”.

Del cortometraje, la autora también comparte la sinopsis: “Entre el trinar de las aves y la brisa de las hojas, Alba está por celebrar su fiesta de quince años, mientras comprende su propio proceso de duelo. En el transcurso de su preparación para la ceremonia irá descubriendo el hartazgo que siente, mediante la presión de su madre, para que todo luzca aparentemente perfecto en la fiesta. Pero un pequeño secreto saldrá a flote, colocando a la quinceañera frente a frente con el cadáver de su abuela”.
“Al inicio todo partió del poema que termina con el nombre que, posteriormente, le sería dado al cortometraje. Fue un proceso creativo de comprender qué era exactamente lo que quería contar a partir de estos símbolos que ya tenía inicialmente: longevidad, duelo y cuidado. Fue de este modo que comencé a repensarme a mí y mi territorio, la periferia”, comenta Briggitte.
Agrega que su familia está compuesta en su mayoría por mujeres que habitan en un territorio rural, lejos de ciertas dinámicas y ordenanzas que se manifiestan en las grandes ciudades. “Ahí nació el primer hilo conductor, pues quería entender la significancia de lo que es ser mujer rural. Más adelante lo vincularía con mi trabajo informal, el de grabar y fotografiar quinceañeras. De ahí nació Brisa, la amiga que documentaría a Alba y quien a través de ella iría tejiendo el entendimiento de lo que significa ser mujer en la ruralidad mediante un simbolismo bastante evidente, como lo es el ritual de los quince años”.

Para abordar y ahondar un poco más la conceptualización inicial de su cortometraje, Briggitte debía crear un personaje que estuviera físicamente representando el ritual y es así como nació Mónica, la mamá de Alba. “Ella surge un poco de este proceso investigativo y de observación personal sobre las quinceañeras”.
Se fueron sumando luego temas que le interesaba abordar: la feminidad y el contexto social. “El cortometraje navega por la significación de crecer siendo mujer en un ambiente hostil y no necesariamente por una violencia explícita, sino por esas ‘inofensivas’ dinámicas que se sitúan frente a nosotras(os) con crudeza, pero que pasamos por desapercibido por el proceso de normalización que estas han llevado”.
Briggitte sostiene que la ceremonia de la quinceañera le resulta interesante por la connotación que presenta: simbólicamente, el “cambio” de niña a mujer ante la sociedad. Considera que en la actualidad ha tomado otro rumbo, pues hay una carga de exhibicionismo monetario en torno a qué tan grande y ostentoso es el evento para los invitados y así generar buenas impresiones o comentarios. “Y entre líneas, paralelamente, se aborda la violencia sistemática hacia el estatus social bajo, tomando como referencia este concepto de ‘libertad paradójica’ propuesto por Byung-Chul Han”.
La elección de la locación para el rodaje de “A veces té de miedo, y otras, té de manzanilla” fue un proceso casi poético, comenta Briggitte y explica que mientras buscaba el espacio reparó en todo el tiempo que estuvo en el lugar donde se grabaría y terminó grabando: “la casa de mi abuelita, con ella interpretando el personaje de la abuela de Alba, el cadáver”.

Su cortometraje de titulación fue siempre concebido como una obra cinematográfica corta. Su proceso de creación le tomó alrededor de ocho meses, desde que concibió la idea hasta la posproducción. “Actualmente seguimos en festivales, esperando ser seleccionados. Ya tuvimos varias selecciones y una fue internacional, pues el cortometraje viajó hasta Polonia. Dentro del país ganó a Mejor Actriz en el festival El Farol de Cuenca y Mejor Cortometraje Estudiantil en un festival online de Imbabura”.
Para su producción, Briggitte contó con la colaboración de Milena, su novia, quien estuvo desde el primer esbozo de la idea hasta en la búsqueda de la crew. “Mi mamá, Zoila Martínez, también formó parte de todo el proceso y terminó convirtiéndose en productora junto a Milena y, a su vez, en productora ejecutiva porque aportó con gran parte del presupuesto para realizar el cortometraje”.
El equipo, añade, lo integraron personas muy cercanas a ellas y algunas muy interesadas en ser parte desde antes de empezar a conformarlo, “Gracias infinitas a quienes estuvieron desde el día uno predispuestas y dispuestas a poner su creatividad, tiempo y corazón en esta idea. Les recuerdo con mucho aprecio porque sin ellas y ellos el corto no hubiera terminado siendo lo que se convirtió. Me parece increíble cómo funciona el cine, un montón de cabezas coincidiendo en una misma idea y materializándola”.
Briggitte agradece al equipo y menciona a quienes lo conformaron: “Dome Jiménez mi AD, a su segunda asistente de dirección Valentina López, quien también haría conmigo el montaje; a las asistentes de producción, Karla Guevara y Keren Torres; a la directora de arte, Karla Sánchez y todo su departamento”. Indica que la utilería y escenografía estuvo a cargo de Ariatna Giraldo; vestuario, Lady Naranjo; maquillaje, Emily Rivera; DF, Sebastián Célleri y todo su equipo: primero de cámara, Daniel González, y segundo de cámara, Marcelo López; gaffer, Mario Pichel; grip, Nahomi Andrade y Julio Intriago; data y continuista, Dayanara Saltos; sonido y mezcla, Gabriel Valverde y su equipo; microfonista, Santiago Flores; diseño sonoro, Fernando C. Yanchapaxi. “Gracias a todos y quiero mencionar otra vez a Marcelo López porque sin él y su percepción sensible no hubiera existido ‘Manzanillas’ tema original del corto”.
Fotos: cortesía Briggitte Arreaga Martínez, licenciada en Cine UArtes.







