Experiencia del cuidado en comunidades de Costa, Sierra y Amazonía; Etnografías sensoriales, segundo diálogo de encuentro

“Etnografías sensoriales: registros artísticos multimediales de la organización social de los cuidados”. Fue el tema de la mesa de diálogo que se desarrolló este 29 de septiembre, en la primera jornada del VIII Encuentro Internacional de Investigación en Artes que se desarrollará en los espacios UArtes hasta el 3 de octubre.

Moderada por la docente Priscilla Aguirre, la mesa tuvo como ponentes a Rosana Corral, de la Universidad de Cuenca; Paola Vásquez, de la Universidad Nacional de Educación (UNAE); Kory Guamán, de la comunidad San Rafael; Ángela Shimpiukat, de la comunidad Shuar; y Emérita Segura, de la comunidad de Cisne 2 de Guayaquil.

El diálogo, anotó Aguirre, quien es cineasta y coordinadora de la maestría de Cine Documental de la Escuela de Posgrados, se dio en el marco del proyecto de investigación “Innovación socio-cultural y políticas del cuidado: construcción y difusión de etnografías sensoriales basadas en la práctica creativa, sobre las maternidades diversas en el Sur del Ecuador”.

El proyecto en mención resultó ganador de los fondos de la Corporación Ecuatoriana para el Desarrollo de la Investigación y la Academia (CEDIA), convirtiéndose en el primero de investigación en Artes y Humanidades en obtenerlo. Es una propuesta desarrollada de manera conjunta por el docente UArtes Luis Alberto Páez Von Lippke, director de Formación Continua, y pares de la UCuenca y de la UNAE.

Rosana Corral señaló que el proyecto lleva casi un año de ejecución y bajo el título de Maternidades diversas apunta a explorar las prácticas de maternidad desde la diversidad cultural y social del país. Consta en su desarrollo representaciones de Costa, Sierra y Amazonía, con el objetivo de adentrarse en las distintas prácticas relacionadas con las maternidades diversas desde una mirada inclusiva que abarca lo mestizo, lo indígena y lo afrodescendiente, pero siempre respetando y priorizando la voz propia de cada comunidad.

Agregó el uso del arte textil como herramienta clave, funcionando como un puente para generar diálogo y construir conocimiento colectivo y colaborativo. Una de las mayores riquezas del proyecto radica precisamente en estos espacios de encuentro y conversación entre diversas personas: tanto mujeres como hombres, quienes han participado y compartido perspectivas sobre cómo se entiende el cuidado en nuestro país.

“Este cuidado se concibe desde distintas aristas: el cuidado de la tierra, de los niños y niñas, e incluso el cuidado personal, entendido como territorio corporal. Aunque hay muchos detalles técnicos sobre el proyecto, el enfoque aquí es valorar y aprender de la diversidad de saberes presentes en esta iniciativa”, expresó Rosana Corral, subrayando que la Organización Internacional del Trabajo ha destacado que la carga de trabajo relacionada con los cuidados recae mayoritariamente sobre las mujeres, lo cual amerita atención y acción.

Paola Vásquez, en su exposición, mencionó que en esa interacción saca a flote las subjetividades, prácticas, experiencias y emociones. Todos los elementos culturales de cada grupo humano. “(…) La etnografía cultural aplicada como parte de la metodología de investigación nos ha proporcionado una valiosa documentación sobre las experiencias y prácticas que constituyen el acervo cultural de cada comunidad”, sostuvo.

Este enfoque, añadió, permite rescatar la interacción y el intercambio de subjetividades, procesos fundamentales que han enriquecido las dinámicas sociales. “Como lo señalaba Rosana, este trabajo también pone en valor el rol de las mujeres, quienes aportan perspectivas esenciales en estos procesos comunitarios. Desde la perspectiva educativa y en el contexto de mi universidad, cobra especial relevancia el reconocimiento, el respeto y la valoración de todas estas prácticas de cuidado que se llevan a cabo en distintas comunidades”.

El objetivo del proyecto, por tanto, radica en visibilizar estas acciones para que los ecuatorianos, al conocerlas, revaloricen su significado y las incorporen como elementos cruciales para fortalecer nuestras identidades individuales y colectivas. Los diferentes productos generados –como el documental– cumplen con este propósito de visibilización, pues permiten conectarse con las vivencias de las mujeres y los miembros de las comunidades e invitan a reflexionar sobre la dimensión comunitaria y el trabajo colaborativo.

Como resultados del proyecto, Paola Vásquez destacó productos artísticos como textiles elaborados en talleres, textos y microtextos, junto con fotografías, registros sonoros, un cortometraje documental y un entorno digital. “Todos estos elementos configuran un puente entre lo artístico, lo cultural y lo social, ofreciendo una visión integral sobre las prácticas culturales y comunitarias”.

Considerando a la audiencia joven que en gran número acudió al primer piso de la Biblioteca de las Artes, dónde se desarrolló la mesa de diálogo, Aguirre reflexionó sobre la posibilidad de pensar en el cuidado como un tema obvio que nos remite a la vida doméstica, nuestras casas y nuestras familias, a lo que entendemos por cuidado. Y para ahondar en las experiencias preguntó acerca de la sobrecarga de las mujeres en las tareas de cuidado.

Sabemos que hemos estado designadas al rol de cuidadoras y de sostén de todo lo que implica el cuidado de nuestros hogares, dijo y preguntó a Ángela Shimpiukat cómo lo ha vivido en su comunidad. Tras presentarse, la ponente indicó pertenecer a los Shuar y que cuidado era una palabra muy pesada para ella, pues no solo se cuida a la familia y a los hijos, sino a los vecinos y amigo, a las plantas porque hay tierras. Y si al cuidar se da amor, se producen buenos resultados en familia y todo en general.

“En mi cultura nuestra vida es un poquito complicada porque vivimos en el campo y debemos cuidar a la familia, a la huerta y cosechar, a los animales y aves. Las mujeres somos las que más trabajamos, somos las primeras en levantar y las últimas en descansar y así todos los días. Es mi experiencia en el campo de la Amazonía”, contó Ángela Shimpiukat.

También consultada sobre la experiencia, Kory Guamán, de la comunidad San Rafael, señaló que no era mamá, pero que ha cuidado y maternado muchos espacios, tanto de procesos colectivos y familiares como de la comunidad. Maternar o cuidar no es algo sencillo porque el cuidado no requiere de tiempo y paciencia, sino de cómo es el contexto social y cultural para que lo que estamos cuidando se desarrolle de manera adecuada.

Consideró que el concepto del cuidado enfrenta una gran vulnerabilidad en distintos aspectos. La mesa de diálogo reunió a compañeras provenientes de diversas realidades y procesos, con historias que reflejan diferentes contextos, dijo y refirió que pertenece al austro ecuatoriano, donde el tema de la migración ha marcado profundamente a las comunidades. El fenómeno, que comenzó en los años 80, ha persistido y transformado la estructura social y cultural de la región. Actualmente, en sus comunidades, apenas quedan jóvenes. “Las últimas dos oleadas migratorias han causado un impacto devastador: ya no se trata de que los padres migren y los niños queden al cuidado de otras personas. Ahora toda la familia migra, dejando atrás un vacío emocional, cultural y comunitario. Los niños que crecimos bajo este contexto hemos formado nuestras propias familias, pero enfrentamos la misma falta de apoyo gubernamental que nuestros padres”.

El cuidado va más allá de lo evidente, anotó Kory Guamán. “Cada día nos levantamos pensando primero en los demás antes que en nosotras. Como mencionaba Angelita en sus palabras sabias, las mujeres somos las primeras en despertar y las últimas en irnos a descansar. Esa es nuestra constante rutina de cuidado, una tarea que comienza al amanecer y termina al caer la noche. Sin embargo, esta labor tiene un aspecto profundamente injusto, especialmente para las madres. La falta de una remuneración económica –por parte del esposo y mucho menos del gobierno– suma otro peso. El contexto actual en provincias como Imbabura refleja una gran carencia de un sistema efectivo de cuidado. Y esto se entrelaza con otros problemas estructurales que afectan a las mujeres en general y a las comunidades originarias en particular.

Señaló como doloroso escuchar a los jóvenes decir que son “apolíticos”, un término que para Guamán ha sido relativamente nuevo este año. “Como mujeres indígenas, afrodescendientes y campesinas, hemos estado vinculadas a sistemas políticos durante más de 500 años. Sistemas que, lejos de representarnos o protegernos, nos han oprimido y dejado sin voz. Aunque quizás desde fuera puedan percibir nuestro discurso como idealizado o romántico –como si se tratara únicamente de cuidar al niño desde el embarazo–, el tema del cuidado tiene raíces profundas en la memoria histórica”.

Agregó Guamán que, a través de los años, el sometimiento cultural ha dejado a muchas mujeres de sus comunidades siendo sumisas. “Desde muy jóvenes nos enseñan a escuchar al esposo, atender al bebé, casarnos precozmente… todo esto como parte de un legado histórico. Además, emergen problemas como el alcoholismo en las comunidades, algo que también debemos enfrentar como mujeres cuidadoras. Estos traumas históricos no solo se perpetúan, se entrelazan con traumas vivenciales que enfrentamos en nuestra propia realidad. No se generan únicamente a partir de las experiencias actuales, sino desde el vientre mismo”.

Contó que en espacios como los talleres en su comunidad se reflexionó mucho sobre cómo todo lo que viven –desde frustraciones hasta heridas sociales– se hereda emocional y físicamente desde el embarazo. Es un ciclo complejo que urge romper, pero requiere comprensión, apoyo colectivo y políticas transformadoras. El machismo las atraviesa, silencia y duele porque las hace callar “y una debe tener bien puesta la palabra y no llorar en el momento, sino después para que no nos vean débiles. Por eso es que, tal vez, existe tanta división. No hablemos del tema político, sino del mismo contexto social cuando solo pensamos en nosotros; hablemos del tema de la empatía. No hay un cuidado del uno al otro porque a veces ni uno mismo se cuida”.

De su vivencia en torno al tema del cuidado y de la sobrecarga para la mujer, la tercera panelista, Emérita Segura, de la comunidad de Cisne 2, comentó que sucede desde la infancia y narró que entre sus 7 y 8 años su mamá la hacía cocinar “porque ellos iban al campo a trabajar y como éramos muchos debíamos cuidar a mis hermanos”. No obstante, consideró que en la actualidad son también los varones quienes tiene el peso del cuidado. Las mujeres los mandan a asear y cambiar al bebé y lavar la ropa. Está sucediendo y no nos damos cuenta.

Se podría pensar en cuidados compartidos o en cuidados que la mujer y en algunos casos los hombres están obligados a realizar. Cuidar cuidándonos y compartir ese cuidado quedó resonando en el diálogo, para el cual hubo preguntas, se hicieron reflexiones y conoció desde el testimonio lo que sucede en las comunidades de tres regiones del país.

Vale anotar que del proyecto “Innovación socio-cultural y políticas del cuidado: construcción y difusión de etnografías sensoriales basadas en la práctica creativa, sobre las maternidades diversas en el Sur del Ecuador” se inauguró el mismo lunes 29 de septiembre la muestra “Manos que crean y arrullan: etnografías sensoriales del cuidado”. Puede visitarse durante en el encuentro en el Project Room del MZ14 Centro de Producción e Innovación UArtes.

Texto: Carmen Cortez/Dircom.

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