“Cuando se habla del espacio público como un tema social que abarca la memoria y desde el ser mujer, ya hay un sentimiento. Por ello me sentí conectada con la idea de poder comunicar y compartir con más mujeres que también están, tal vez, por el mismo camino o se conectan con los trabajos e interés por el arte de calle”. Daniela Tisalema, activista y artista urbana, da cuenta así de su presencia en la VI edición de “Artes, mujeres, memoria y espacio público”, que este año se realizó en el marco Inter[•]actos, que nuestra institución de educación superior realizó del 12 al 19 de julio.
Daniela Tisalema destaca la convivencia mantenida, pues creó lazos y relaciones muy honestas con más mujeres que se comunican y están algún tiempo inmersas en el arte de calle y son referentes del territorio, en este caso de Guayaquil. “Para mí fue un honor estar, conectar y conocerlas más de cerca. Me siento feliz y agradecida por el recibimiento”.
De “Arte, mujeres, memoria y espacio público” pondera, asimismo, la oportunidad de abrir el diálogo para compartir procesos que pueden resultar oportunos para mujeres u hombres que estén queriendo seguir la línea de trabajar en el arte urbano o de usar la calle y el espacio público como soporte.
Reitera la importancia de romper con imaginarios y barreras construidas desde siempre. “Si la calle o el arte han sido utilizados para decoración o para tapar toda una ciudad de un solo color y decidir qué debe ser pintado en cada pared, me parece un blanqueamiento y abrir el diálogo es positivo porque se pueden decir más cosas: denunciar, honrar la memoria, sanar, cuestionar. El encuentro de ‘Arte, mujeres, memoria y espacio público’ permite crear un público más crítico”.



Hay muchas cosas que se nos hace callar, que el sistema quiere que callemos, que no recordemos. La propuesta es positiva y la veo como un momento de educación para el público, para el artista, para la gente que interviene, para todos, anota Daniela Tisalema, quien como un homenaje pintó a los cuatro niños de las Malvinas, cuyas desapariciones forzadas son por todos conocidas, sin embargo, de alguna manera ha sido normalizado, pues ya nadie lo habla. Estas ausencias se siguen suscitando, se siguen repitiendo, lo cual es muy doloroso.
“No hay que perder la memoria de estos hechos, los cuales no tienen que volver a pasar. Hay que crear memoria y hacer una denuncia viva”, expresa, confesando de que, como madre, intenta unirse al dolor de los padres, con la pérdida y el luto, y por ello los pinta en murales.
El segundo mural que Daniela Tisalema plasmó fue el Nina Gualinga, el cual realizó en gran formato y con la técnica de paste up. “Mi línea de trabajo ha sido representar la figura de la mujer indígena en la lucha social de sus territorios, a la cual me sumo. Ella es kichwa, amazónica, del territorio Sarayaku en la provincia de Pastaza, defensora de medioambiente y representante de su territorio a nivel nacional y mundial”.
Tisalema ha tenido la oportunidad de conocerla y conversar. “Es una mujer joven, madre, activista, no es sumisa y representa a la mujer que habla y cuenta cómo está su día a día, a la mujer que no solo habla de su territorio, sino que también lo vive”, agrega Tisalema, recordando que ella levantó su voz al denunciar a su expareja por violencia física y psicológica. En el marco de ‘Arte, mujer, memoria y espacio público’ simplemente me inspiró porque yo también he pasado por episodios de violencia y sé que no es fácil; me representa y me identifico. Es en homenaje a la mujer y su valentía, y a continuar con los sueños”.
Elisa Montero/Maracuyeah


La VI edición de “Arte, mujeres, memoria y espacio público” tuvo también a Elisa Montero, conocida artísticamente como Maracuyeah, quien pertenece a la primera generación de artistas urbanas guayaquileñas de los años 2000, considerada por ello como una de las precursoras del arte de calle en la urbe porteña.
De Montero cabe repasar la trayectoria que la llevó a concebir al arte urbano como una pasión que le permite ocupar el espacio público, dar vida a las paredes grises e involucrar a los transeúntes. Se graduó en el Colegio de Bellas Artes, cursó estudios de fotografía, trabajó como maestra de arte de niños durante 2 años, viajó a Suiza (donde visitó varios museos para alimentar su visión y estudios), por un año (en 2008) recorrió países como Perú, Bolivia, Chile y Argentina para recopilar datos e imágenes que usaría posteriormente para sus obras.
Fue en 2010, al iniciar su faceta como una diseñadora versátil y llena de colores, que el arte urbano la influenció llevándola a crear las marcas toing urban art –un tributo a las subculturas urbanas– y fruta ácida, accesorios divertidos; es cuando crea el seudónimo Maracuyeah.
De su participación en la exposición e Inter[•]actos, comentó: “Fue una experiencia profundamente significativa. El sentir un espacio genuino para el intercambio, la creación y la reflexión colectiva. Esta edición de la muestra, liderada con sensibilidad por Mafo López, abrió un escenario vital para pensar el arte urbano como herramienta de memoria y presencia.
“Mi intervención en el muro del Pasaje Illingworth se basó en ‘Las cruces sobre el agua’, centrándome en el rostro femenino a través de esa transformación, como lo llamo en mis obras; busqué reactivar una identidad de resistencia de las mujeres que, desde los márgenes, también habitaron ese episodio como símbolo de la memoria silenciada. Intervine únicamente un gesto aparentemente mínimo, pero profundamente cargado de significado. Desde mi visión, el arte urbano no solo embellece, sino que interpela y se convierte en un espacio de recuperación simbólica del pasado, desde lo visual y lo sensible”.
Texto: Carmen Cortez/Dircom.







