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Contribución de la IA en procesos creativos debe ser como herramienta para que la obra pueda registrarse

Plataformas de vanguardia, como ChatGPT, BRAD, Midjourney y otras herramientas actuales de la Inteligencia Artificial (IA), nos hacen creer que entienden o tal vez que piensan, pero son solo herramientas en comparación con la capacidad del ser humano que lleva millones de años de evolución. Lo dijo el abogado Flavio Arosemena en la charla que dictó en la Semana Cultural de Lanfor Abierta que por el Día Internacional del Libro organizó la Biblioteca de las Artes.

Tuvo lugar el 25 de abril y a su exposición Arosemena la tituló “Inteligencia Artificial y el derecho de autor”. Con el público que se congregó en el tercer piso del repositorio de la Universidad de las Artes compartió información sobre cómo el uso de dicha tecnología ha adquirido ciertas restricciones legales en la actualidad para la legalidad merecedora del derecho de autor.

Indicó que la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. (Copyright Office) ha publicado una Guía sobre obras creadas con Inteligencia Artificial, señalando entre las más importantes:

El requisito de autoría humana: una obra para ser protegible debe ser creada por un ser humano. Si la obra contiene la contribución de una Inteligencia Artificial debe determinarse si esa contribución es “mecánica” o “creativa” y si reemplaza o no la creatividad humana.

Uso de Inteligencia Artificial como herramienta: al igual que otras herramientas tecnológicas, la Inteligencia Artificial puede ser utilizada como una herramienta de la creatividad humana para la concepción de obras protegibles, lo importante es que sea el ser humano quien tenga el “control creativo sobre la expresión”.

El expositor puso como ejemplo la utilización que cada escultor hace de herramientas como el martillo y el cincel para esculpir el mármol. Él es el autor de la creatividad en la obra final. La Inteligencia Artificial es simplemente una herramienta más, similar al cincel. Sin embargo, cuando permitimos que la herramienta domine el proceso creativo, el artista pierde su autoría.

“Podemos permitir que ChatGPT mejore un texto existente o incluso que genere uno desde cero sobre un tema determinado, pero en la segunda opción. El autor debe ser consciente de que, al no desarrollar su propia creatividad, su trabajo no es enteramente suyo, más allá de la idea inicial. De tal modo que la creación no será protegible por Derecho de Autor por falta de autoría humana.

La presencia o no de autoría humana y el grado de participación de Inteligencia Artificial debe analizarse caso por caso, refirió.

Los “prompts” son el “equivalente de comisionar una pintura a un artista”. Es como una señal que muestra una computadora cuando está lista para que le des órdenes o comandos. Su apariencia puede variar según el intérprete de comandos utilizado y, generalmente, es personalizable de acuerdo a las preferencias del usuario.

Si la contribución creativa de la Inteligencia Artificial es utilizada junto a una contribución creativa humana, la obra resultante será registrable y protegible, pero solo con respecto a la contribución creativa humana. Cada caso es único y por eso hay que estudiarlo a detalle, explicó.

La disertación de Arosemena resultó didáctica, pues en su análisis señaló varios ejemplos y generó inquietudes entre los presentes (en la foto sobre estas líneas, la estudiante Eleinn Rivera). Mencionó el de un escritor que hace un comic con Inteligencia Artificial, él será autor del texto más no de las imágenes que pasarán a ser de dominio público. Durante la charla hubo preguntas de los presentes.

Quien registre una obra debe anunciar a la autoridad los elementos creativos realizadas por Inteligencia Artificial, subrayó y agregó que la guía sobre obras creadas con Inteligencia Artificial de la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. establece claramente que para que una obra tenga la protección de los derechos de autor debe haber una autoría humana significativa. Esto implica que, si bien la IA puede ser utilizada como una herramienta en el proceso creativo, el control y la contribución creativa deben permanecer en manos humanas.

La responsabilidad recae, por lo tanto, en los creadores de obras que involucran Inteligencia Artificial para reconocer y declarar adecuadamente la contribución de la IA en sus trabajos. Solo así se puede garantizar la integridad del proceso creativo y proteger los derechos de autor de manera justa y equitativa. En última instancia, añadió, esta reflexión nos recuerda que, aunque la tecnología pueda avanzar, la creatividad humana sigue siendo insustituible y fundamental en el mundo del arte y la creación.

Cobertura de la charla: Eleinn Rivera, estudiante de la Escuela de Literatura.
Fotos: Steven Mejía, estudiante de UNIR en PPP en la Dircom.

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