Ha leído mucho, los ha visto todos. Enrique Tábara hijo repasa con nostalgia las publicaciones y audiovisuales acerca de la obra y la vida de su padre, de quien heredó el nombre. El Gran Arte, realizado por Carlos Naranjo; Memoria efímera, dirigido por David Grijalva junto a su vástago, que se llama igual y estudia en la Escuela de Cine de la Universidad de las Artes; y, el que presentó el docente UArtes Fernando Mieles –Tábara Building– tras conocerse el deceso del maestro. Se agolparon en su mente, reveló, haciéndole recordar su infancia en el hogar de uno de los pintores más relevantes en la historia del arte ecuatoriano.
Establecido en Estados Unidos ya varios años, Enrique Tábara hijo hace una pausa a sus actividades la tarde del 25 de febrero del 2021, día en que se cumplió el primer mes del fallecimiento de su padre a los 90 años (cumpliría los 91 el 21 de febrero). Estaba conduciendo, dijo a InfoUArtes, cuando recordó el documental de Fernando Mieles. A su padre meciéndose en una hamaca en un entorno que lo inspiraba para trabajar y crear.
Con una duración de casi 26 minutos, el documental lo realizó Fernando Mieles en el 2003. Así se indica en YouTube, donde está subida la producción audiovisual, y en las cuentas de Facebook de las Escuelas de Cine y Artes Sonoras de la UArtes, donde se destaca, además, las participaciones de Arsenio Cadena, en el diseño sonoro, y Manuel Larrea, en la musicalización, ambos también docentes de la Universidad de Artes.
“El artista no es consciente a veces de lo que va a salir. En artes no sirve la perfección de algo, sirve sencillamente la expresión, el mensaje que tú transmites en algo”. Son las primeras palabras del maestro Tábara que se escuchan en el documental y que dan paso a varias revelaciones sobre su trabajo. Que cuando iba a pintar creía que empezaría a componer toda su obra anterior, que todo lo demás no era importante, que todo lo demás eran balbuceos o sencillamente experimentos. En cada cuadro trataba de buscar algo diferente porque para él lo ideal era la aventura del pintor. Y entre sus cuestionamientos y análisis internos saltaba el por qué repetirse “si un artista no tenía consigo una fábrica de hacer cuadros; un artista tiene que emocionarse en cada cuadro que trabaja”.
En Tábara, el personaje que lo inspira dio cuenta también de que prefería el trabajo de boceto, ese que le daba la libertad de sentir una primera emoción antes de llegar al lienzo. Trabajaba en papel, estudiando algunas veces una técnica que le permitía ir a lo seguro. “No directamente una cosa espontanea”, pues le significaba que se dejaba conducir por las manos, de cuya habilidad estaba consciente, sin embargo, lo suyo era “una cuestión de trabajo de laboratorio”.

En el documental de Fernando Mieles es el mismo Tábara quien mencionó todas sus etapas artísticas, su pensamiento acerca del ejercicio del arte, sus influencias durante su residencia en España, donde hizo y desarrolló hallazgos estéticos, su cocina pictórica y su profundo trabajo de la textura y del color.
Que salía por las noches con sus cuadernos para empezar el trabajo también reveló el maestro Tábara y su hijo, uno de varios hermanos, respiró profundo y exclamó: “Mi papá fue un tremendo creador”. Entonces desgranó algunas de sus vivencias: “Me enseñó toda esa técnica que usaba en sus cuadros. Yo fui a su taller por mucho tiempo” y lo veía trabajar, lo veía concentrarse, inspirarse, aplicar los conocimientos que había ido asimilando y también lo veía experimentar.
“Hace unos días llamé a mi madre y empezamos a recordar los inicios de mi padre… Aún tengo recuerdos de cuanto yo tenía unos 3 o 4 años (…). Mi mamá conoce historias impresionantes sobre Enrique Tábara y me decía entre bromas que si la llegaran a entrevistarla diría muchas verdades que a muchos les dolería”, agregó.
Enrique Tábara hijo prefirió no entrar en detalles. Optó por quedarse con sus memorias y de los documentales acerca de la obra y de los inicios del maestro en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil, en el barrio del Astillero, donde nació; de las menciones especiales que siempre hizo para Hans Michaelson; de su primera exposición individual –en la Casa de la Cultura del Guayas, en 1951 cuando tenía 21 años– e incluso de la vida familiar. De todo lo que se ha producido alrededor del fallecido artista (artículos, libros, videos, documentales) saca solo lo mejor, concluyó.







