Se presenta este viernes 25 de octubre, a las 19:00, en Casa Zona Escena. Es la obra “Danzando los candados” de Nadia Shupingahua, estudiante de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes, quien comparte con InfoUArtes detalles de su producción, la cual desarrolló dentro de su proceso de titulación y abordó las memorias de violencia en los linajes femeninos y cómo estos vestigios pueden detonar en una danza. Con ella las bailarinas Ximena Pacheco y Doménica Alcívar.
“El tema fue bastante sensible, de tal manera que tener a la docente Blanca Rivadeneira como mi tutora fue imprescindible para que mi investigación tenga una profundidad adecuada, sin llegar a afectar mi sentir emocional y psicológico, dado que trabajé con los recuerdos de mi infancia, etapa donde experimenté y fui testigo de un gran nivel de violencia”, indica Nadia Shupingahua.
Para el proceso de su propuesta escogió las memorias de violencia por ser, agrega, uno de los tantos puntos en común que tienen las mujeres de su familia. “Aun cuando somos personas responsables, fuertes, trabajadoras y perseverantes, nuestras relaciones conyugales están manchadas por maltratos y agresiones que van desde el ámbito psicológico hasta el físico”.
Creación escénica a partir de las huellas
Las huellas de dichos patrones y vivencias tienen una gran potencia e influencia en su cuerpo, el cual ahora contiene también herramientas y metodologías de composición en danza que Nadia afirma haber ocupado para detonar una creación escénica en base a todas esas huellas que la atraviesan.

Llevar las memorias violentas de un cuerpo a un proceso creativo ha sido una experiencia que le ha permitido viajar por distintas etapas, en las cuales ha ido encontrando diversos caminos que le han mostrado cómo su cuerpo, a través de la danza, puede resignificar las heridas de un linaje femenino lleno de vestigios dolorosos.
“Esta investigación comenzó siendo bastante personal, no obstante, tener a dos mujeres más en el proceso, Ximena Pacheco y Doménica Alcívar, me significó repensar la metodología propuesta al principio, donde proponía exploraciones en soledad. Cada cuerpo posee sus propios vestigios, así como los de sus familias, por ende, me fue necesario encontrar la manera de tejer las huellas de las tres, dado que, si solamente se trabajaba con mis recuerdos, ellas no podrían identificarse con la esencia de la obra”, expresa.
Nadia Shupingahua sostiene que le parece pertinente mencionar que tener a estas grandes bailarinas en el equipo le ayudó de gran manera a la creación de esta obra, puesto que poseen un nivel de sensibilidad que atraviesa la técnica misma, no obstante, no la abandona, fue sin duda una experiencia muy bonita componer junto con ellas.
Opiniones de Doménica Alcívar y Ximena Pacheco
Con respecto a la obra, Doménica Alcívar señala que el proceso que llevó en la obra le permitió reconectar con una herencia emocional que llevaba guardada dentro de sí. “A partir de esto pude simultáneamente sanar con las heridas que dejan las cadenas en mi cuerpo. Pude traer el pasado y danzar desde la feminidad que he construido y a la vez heredado. Fui abuela, madre e hija simultáneamente y a lo largo de este proceso se halló una manera de traerlas a la escena y danzar con ellas y las cicatrices que traemos en nosotras. En esta obra cada una trabajó desde los linajes femeninos que hemos heredado de las mujeres en nuestra familia y fue interesante indagar en las formas de abordar estas sensibilidades en el proceso”.
Ximena Pacheco, por su parte, sostiene que “Danzando los candados” fue para ella un proceso creativo de alto impacto a nivel emocional al principio, ya que, a manera de análisis personal, revivió momentos pasados que la marcaron mucho negativamente. “Tuve que sobrevellarlos, palparlos, danzarlos y comenzar a (re)tejer mis historias desde la bondad, asimilando que después de todo el caos y la tristeza, mi cuerpo no merece autocastigarse. “Danzando los candados” me llevó a una montaña rusa de emociones compartidas, que se sostenía, y se sostiene, por el cariño y la escucha de mis compañeras de escena: mi madre y mi abuela”.

Tras las expresiones de Alcívar y Pacheco, Nadia indica que tener la experiencia de quedar atrapada en los recuerdos de su infancia le permitió guiar a sus dos intérpretes de manera más cuidadosa y sensible. “Es por ello que el diálogo con ellas se transformó en un espacio clave para evitar que se dejen afectar demasiado por tales memorias, sin perder la sensibilidad que se requería para las exploraciones corporales”.
La búsqueda de memorias violentas se realizó desde un viaje introspectivo hacia el cuerpo, donde la meditación y la escritura fueron grandes aliados, meditar permitió acceder al pasado y así poder recordar los hechos que el cuerpo vivió hace ya muchos años. Escribir en cambio, fue la manera de acentuar tales vestigios en una materialidad, en este caso, el papel.
El equipo y los agradecimientos
La música y el acompañamiento sonoro que posee la obra estuvo a cargo de Mauricio Bombón, quien con su destreza y sensibilidad supo escuchar y comprender la necesidad de la obra, “Danzando los candados” posee una canción inédita, que es cantada en vivo por las intérpretes, importante mencionar que no estaba prevista, sin embargo, ahora es el distintivo de la creación.
En la parte lumínica estuvo Esther Herrera, quien también se dejó atravesar por el tema, dando como resultado una estética de iluminación donde los colores ámbar y azul danzan entre los cuerpos permitiéndoles complementarse de manera armoniosa con la música y el movimiento.
“Para el vestuario nos ayudó María Aspiazu, una gran mujer que me supo guiar en el diseño del vestido que nos ponemos para la obra, puesto que para obras de danza no solo se toma en cuenta que vaya con la esencia de la creación escénica, sino que también sea cómodo para las intérpretes”, revela Nadia.
“Danzando los candados” se construyó, además, con el apoyo de muchas otras personas. Nadia agradece a Katarsis Dance Studio de Khystel Ortiz por brindar su espacio para los ensayos, aún después de haber culminado su proceso de sustentación.
“Me siento muy emocionada por presentar nuevamente esta creación, debido a que ha sido una obra que he concebido desde mis entrañas y mis heridas; me alegra profundamente haber sido invitada al Festival Fragmentos de Junio”, refiere y finaliza manifestando que la obra no solo expresa y danza las huellas de las tres personas que están en escena, sino también el de muchas otras mujeres. “Visibiliza de alguna manera la resistencia de muchos otros cuerpos femeninos que han sido atravesados por las garras del monstruo. Danzamos, entonces, rompiendo los candados de nuestros linajes, pero también de un colectivo que sobrevive y seguirá sobreviviendo a la injusta violencia de su historia”.
Texto: colaboración de Nadia Shupingahua. Fotos: Emilio Llerena







