En CASE, Marcelo Navia habló en charla de “Mitos en audio y sonido profesional”

El mundo del audio y del sonido profesional está plagado de mitos que pueden confundir a los productores musicales, desde novatos hasta expertos establecidos. Estos mitos, a menudo perpetuados por la falta de entendimiento profundo o por tradiciones arraigadas, pueden influir negativamente en el proceso creativo y técnico de la producción musical. En las Conferencias de Audio y Sonido organizadas por la Escuela de Artes Sonoras de la UArtes, Marcelo Navia dictó, el 11 de julio en la Sala de Experimentación Sonora, la charla “Mitos en audio y sonido profesional”, donde desde su experiencia laboral abordó varios puntos a considerar para la profesión de producción o arquitecto de música.

El sistema de monitoreo debe tener un peso pluma. Este término, en el contexto de sistemas de monitoreo, podría interpretarse como la idea errónea de que los monitores más pequeños o menos potentes son suficientes o incluso preferibles para la producción musical. Esto puede estar basado en la idea equivocada de que un sistema de monitoreo más pequeño o menos costoso puede ser adecuado para tareas de mezcla y masterización.

El mito de que el sonido de calidad se logra mediante el uso de válvulas (tubos de vacío) es una creencia arraigada en los círculos de producción musical y audio; se basa en que los equipos de audio que utilizan válvulas, como amplificadores y preamplificadores, proporcionan un sonido más cálido, rico y musical. Sin embargo, la realidad es mucho más matizada y depende de diversos factores que afectan la calidad del sonido. La elección entre válvulas y otros tipos de tecnología (como transistores) depende del tipo de música, el contexto de la grabación y las preferencias del ingeniero de sonido.

Conexiones y frecuencias

También en el rubro de los mitos está que las conexiones balanceadas utilizan tres conductores: positiva, negativa y tierra, y están diseñadas para reducir el ruido y las interferencias electromagnéticas, especialmente en entornos donde las señales pueden viajar largas distancias o en presencia de equipos que generan campos magnéticos. Sin embargo, no todas las situaciones requieren conexiones balanceadas. En estudios pequeños o configuraciones simples, las conexiones no balanceadas –como TRS o RCA– pueden ser suficientes y más económicas. La elección debe basarse en el contexto de uso específico y las necesidades del proyecto.

El mito de que el audio profesional siempre debe utilizar conexión “x” (donde “x” puede ser cualquier tipo específico de conexión, como cables de cierta marca y de alta gama, es una idea que puede limitar la perspectiva de los profesionales del audio. La elección de la conexión adecuada depende del equipo utilizado, el entorno de grabación o reproducción, las distancias a cubrir, la calidad del cableado y otras consideraciones técnicas. Por ejemplo, XLR es comúnmente utilizado para micrófonos y conexiones balanceadas debido a su capacidad para reducir ruido y interferencias.

El mito de que una frecuencia de muestreo más alta –como 96 kHz– siempre suena mejor que una frecuencia estándar como 44.1 kHz ha existido desde que se popularizó uso en la producción musical y en el audio digital en general, pero la realidad es más compleja y depende de varios factores técnicos y perceptuales. Es especialmente útil cuando se trabaja con efectos y procesadores que pueden alterar la calidad del sonido original. Convertir luego la señal a una frecuencia de muestreo estándar como 44.1 kHz es común para la distribución final, ya que este formato es compatible con la mayoría de los reproductores y plataformas de distribución de música.

No es una regla absoluta trabajar siempre a -1 dBFS (decibelios de escala de frecuencia completa) en la producción de audio digital. Esta práctica es comúnmente recomendada para evitar la distorsión digital y mantener un margen de seguridad contra picos inesperados que podrían causar clipping (recorte) digital. Algunas plataformas de distribución de música o broadcast pueden tener normativas específicas sobre los niveles máximos de audio.

Streaming, fases y lo analógico y digital

El mito de que Spotify (o cualquier otro servicio de streaming de música) “destroza” la calidad del audio es una preocupación común entre los oyentes y profesionales del audio. Spotify ofrece diferentes niveles de calidad de audio que varían de aproximadamente 24 kbps a 320 kbps, dependiendo del tipo de suscripción y del dispositivo utilizado. La percepción de la calidad del audio es subjetiva y puede variar según los dispositivos de reproducción, el entorno de escucha y las preferencias individuales.

El mito de “debemos terminar en fase” puede interpretarse de varias maneras en el contexto de la producción de audio, como la necesidad de alinear todas las señales de audio de manera que estén en fase absoluta, es decir, que los ciclos de onda de todas las pistas estén exactamente alineados. Esto puede llevar a una interpretación demasiado estricta, ya que, en la práctica, la alineación exacta de fase puede no ser necesaria ni siempre deseable, especialmente en situaciones donde se busca cierta separación y carácter en las pistas. En la producción de audio, es importante considerar el contexto y el objetivo final de la mezcla. Es importante encontrar un equilibrio entre la coherencia de fase y la naturalidad del sonido.

Analógico es mejor que digital. La percepción de qué es mejor en términos de calidad de sonido puede ser subjetiva y depende de muchos factores, incluidas las preferencias personales y el contexto de uso. Al audio analógico se lo elogia por su calidez y carácter, mientras que al digital por su precisión y consistencia. La elección entre audio analógico y digital depende del proyecto específico, las preferencias del creador y el resultado deseado. Algunos músicos y productores eligen combinar lo mejor de ambos mundos, utilizando equipos analógicos para capturar ciertos sonidos y luego procesarlo digitalmente para mayor precisión y control.

¿Más volumen y saturación mejor calidad?

Uno de los mitos más persistentes en la producción musical es creer que más volumen y saturación siempre significa mejor calidad o presencia en una mezcla. Es crucial entender que el equilibrio entre las pistas y el uso adecuado de la compresión y la ecualización pueden lograr una mezcla más impactante que simplemente aumentar el volumen.

También es fácil caer en la trampa de creer que solo el equipo más caro y sofisticado producirá resultados de alta calidad. La calidad del equipo es importante, pero la habilidad y el conocimiento del productor son más determinantes en el resultado final. Muchos productores profesionales han demostrado que se pueden lograr resultados excepcionales con equipos relativamente económicos, pero bien seleccionados y correctamente utilizados.

Mezcla, plugins y compresión universal

Mezclar en mono no es necesario: El mito de la estéreo. Aunque muchas mezclas modernas se destinan a ser reproducidas en estéreo, la mezcla en mono sigue siendo crucial. La mezcla en mono revela problemas de fase y asegura que sea coherente y clara cuando se reproduce en sistemas mono o en situaciones donde la separación estéreo es limitada. Ignorar este paso puede llevar a mezclas que suenen desequilibradas o poco definidas en ciertos entornos.

Más plugins significa mejor mezcla: El mito del exceso de procesamiento. La disponibilidad de plugins y efectos puede tentar a los productores a agregar procesamiento innecesario a sus pistas. Sin embargo, cada plugin añadido introduce potencialmente ruido y coloración que pueden degradar la calidad general de la mezcla. En lugar de acumular plugins es más efectivo seleccionar cuidadosamente aquellos que mejor se ajusten al sonido deseado y utilizarlos con moderación para mantener la claridad y la transparencia.

En su exposición, Marcelo Navia apunto desmitificó la creencia de que la compresión universal es una herramienta poderosa para controlar el rango dinámico y mejorar la cohesión en una mezcla, no todas las pistas deben estar fuertemente comprimidas. Conservar algo de dinámica natural puede agregar profundidad y emoción a la música. La clave está en aplicarla de manera estratégica y adaptada a las necesidades específicas de cada pista, en lugar de aplicarla indiscriminadamente.

Texto: Eleinn Rivera, estudiante de la Escuela de Literatura UArtes.

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