Cinco pinturas de reciente producción conforman la muestra “Florita Almada” que Jorge Morocho Ibarra inauguró ayer, miércoles 6 de agosto, en la galería Casa del Barrio. Ganador del primer lugar del Salón de Julio del 2015 y 2016, de una Mención de Honor en 2014 y de un reconocimiento similar en la edición de este año –la número 64– del certamen, el artista ecuatoriano es alumnus de la Universidad de las Artes, graduado en la Escuela de Artes Visuales.
La suya es una exhibición de arte contemporáneo y en su práctica artística, Jorge Morocho abarca –junto con la pintura– el video y la escritura. De “Florita Almada” su curador, Rodolfo Kronfle Chambers, señala que es un personaje secundario de la monumental novela póstuma “2666” del escritor chileno Roberto Bolaño. En el libro se la caracteriza como una vidente, una psíquica que aparecía en los medios y que sobresale como un referente de dignidad y conciencia ética en medio de una sociedad indiferente, encarnando la memoria y la resistencia pasiva en una ciudad atrapada por el mal.
Al artista le atrajo que el personaje se sitúe en un lugar intermedio entre lo ritual, lo incomprensible, lo profético, lo grotesco y lo mediático. “De alguna manera esta figura le recordaba a su tía Rosita. Este antecedente, que había que despejar, es tan solo una instancia más de la dislocada articulación de imaginarios que cita y reúne el artista en su obra, escribe Kronfle en el texto curatorial.


Señala también el amplio espectro en cuanto a las fuentes y los estilos visuales implicados, estos –que se filtran en su experiencia cotidiana consumiendo imágenes de todo tipo– pueden provenir del mundo publicitario, cinematográfico, literario, de la cultura popular, del espectáculo, del esoterismo, de lo paranormal o de lo ordinario. “Morocho, y unos pocos otros de su generación, refrescaron localmente los ángulos con que operaba la apropiación y reciclaje de imágenes, distanciándose de la generación previa a ellos, donde este recurso se caracterizaba por el desvío, la resignificación e ironía con filos político-activistas inclinados hacia lo coyuntural”.
La variedad de lo expuesto en “Florita Almada”, sostiene el curador, es provocadora: ninguna pieza se parece a otra. “Si bien hay un procedimiento subyacente –intelectualmente decantado–, no hay manierismos pictóricos que unifiquen su gesto, un riesgo que pocos artistas locales toman una vez que desarrollan una poética estable y una gramática de estilo reconocible. Esto es algo que Morocho prefiere esquivar; para él la pintura es una herramienta que emplea más con sospecha y frialdad que romanticismo, desprovisto de inocencia y cuestionando sus mecanismos a lo largo de su propia tradición.
El artista habla de abordar la pintura como simulacro. Al hacerlo sitúa, además, una postura recelosa con respecto a la pintura dentro del engranaje comercial del mundo del arte, lo que supone una vuelta de tuerca adicional a la larga tradición de crítica institucional en tiempos del capitalismo tardío y de la hipertrofia de imágenes que satura nuestro presente. (…) Al hacer un paneo por la sala notamos cómo el sentido último de su trabajo no reside en ninguna obra específica, sino en el acto en sí de la engañosamente espontánea acumulación de elementos representados.

Kronfle sostiene que las obras expuestas de Jorge Morocho no son más que el reflejo de su propia percepción fragmentada y caprichosa de la realidad; “parte de mi proceso para hacer estas piezas es realmente pensar en las cosas que elijo pintar, intentar obsesionarme con ellas y descubrir cómo quiero narrativizarlas”. El resultado es un variopinto festín retiniano y –a la vez– una invitación al pensamiento.
Antes y después de la UArtes
Jorge Morocho comenzó su formación artística en el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE) en Guayaquil, donde trabajó como asistente de cátedra en Cine y Montaje, y desarrolló una práctica centrada en el video. Posteriormente, durante sus estudios en la Universidad de las Artes, donde obtuvo su licenciatura, hizo una transición hacia la pintura, la cual desde entonces se ha vuelto central en su trabajo.
En la UArtes, al titularse en Artes Visuales, en 2018, recibió una mención especial en pintura. En 2024, Morocho completó su MFA en la FHNW Academy of Art and Design en Basel, Suiza. Actualmente reside en Basilea. Su trabajo ha sido seleccionado para exposiciones como Regionale 2024 y Plattform 2025, y su obra exhibida en instituciones como el Centre d’art Neuchâtel, Kunsthaus Baselland (Basel), Mabe Gallery (Ginebra), Ginsberg Gallery (Madrid), Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (Guayaquil), Museo Municipal de Guayaquil, Museo Nahim Isaías (Guayaquil), Centro de Arte Contemporáneo (Quito), Grau Galería (Lima), Q Galería (Quito), No Lugar (Quito), No Mínimo (Guayaquil), DPM Gallery (Guayaquil), Violenta (Guayaquil). Ha sido presentada también en ferias de arte como Art Lima (Lima) y Ch.ACO (Santiago).
“Florita Almada” se mantendrá mes y medio en la galería Casa del Barrio, ubicada en Calle La Moderna 5-6 de la vía a Samborondón; el horario regular de atención es de martes a sábado, de 16:00 a 20:00.
Texto y fotos: colaboración de Lorena Falconí, gestora cultural graduada en la UArtes. Edición: Carmen Cortez/Dircom.







