Salón de Julio 2024 no ha concluido

La premiación de los ganadores del Salón de Julio se realizó el 24 del pasado mes. Ese día se inauguró en el Museo Municipal de Guayaquil la exposición con las 27 obras que fueron seleccionadas de entre 65 (de las 281 postulaciones que hubo), las cuales se mantendrán en exhibición hasta el 30 de septiembre próximo.

Pero no es solo por la permanencia de la muestra que la edición 63 del Salón de Julio no ha concluido. El artista y académico Ruslán Torres, quien asumió este año su dirección, señala talleres con el jurado de selección, los cuales se suman a las conferencias que un día antes de la premiación dieron los jueces internacionales: “Cavilaciones de desplazamiento”, con Analia Segal (Argentina); “Archivo y medios múltiples. Prácticas Artísticas desde una experiencia personal”, con (Duniesky Martín Cuba); y “Volar el río”, con Sair García (Colombia), en la Biblioteca Municipal.

A diferencia de la edición 2023, en este año se reactivó la participación de un jurado nacional que hizo la selección de las obras que luego serían evaluadas por los jueces internacionales. Esto como parte de la transparencia del Salón de Julio, puesto que a lo largo de su historia ha sido cuestionado, anota Torres. De allí la iniciativa de retomar la figura del jurado de selección, conocedor del contexto de la ciudad y del país.

Ganadores del Salón de Julio 2024, entre ellos (centro), Vanessa Chóez y Daniel Morales, estudiantes de la Escuela de Artes Visuales UArtes, quien obtuvieron el tercer lugar y una mención de honor, respectivamente.

Y es que, en medio de la violencia societal actual, el Salón de Julio 2024 se erigió como un espacio para interpretar y abordar tensiones a través del arte, fomentando el diálogo y el pensamiento crítico. Lo hizo enfocándose en el concepto de pintura divergente, que no solo implica una ruptura con la tradición, sino una revisión crítica del entorno social.

La edición 63 buscó ser un laboratorio de ideas sobre la pintura contemporánea y su relación con la sociedad local y global; un llamado a utilizar el arte como medio para comprender y superar divisiones y desafíos en el entorno actual. En la premiación se propició un diálogo para reflexionar sobre cada obra. Con Ruslán Torres intervino Matilde Ampuero, quien integró el jurado de selección junto a Hernán Pacurucu y Juan Pablo Ordóñez.

Torres, quien también participó en ese diálogo, admite que le gustó ese distanciamiento del jurado internacional, de llegar como extranjero y ver las obras y buscar adentrarse en las propuestas. No todo estuvo mediado por el conocimiento del contexto, del que hubo  información, pero no mucha; los jueces tuvieron la libertad de, con el conocimiento de cómo se está movimiento el arte contemporáneo fuera, seleccionar a partir de esa experiencia.

La dirección de la edición número 63 del Salón de Julio estuvo a cargo del artista Ruslán Torres, docente y director de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de las Artes.

También invocando a la transparencia, el Salón de Julio creó en este año una plataforma digital, donde están los 281 artistas que postularon. Es una especie de base de datos de los postulantes de cada año, precisa Torres y admite que hubo críticas en torno a por qué publicar a quienes no fueron seleccionados. Más allá de ganar o perder, lo importante es contar con un documento de valor cultural relacionado a las postulaciones, subraya.

Iniciativas para el Salón de Julio hubo muchas, pero este tiene ya una estructura establecida, se rige por ordenanzas municipales y resultaba difícil hacer cambios de un año a otro. Sin embargo, además de haber retomado la figura del jurado de selección y de contar con una plataforma digital, se eliminaron las dimensiones que debían observar las obras de los artistas que respondieron a la convocatoria. Eran muy específicas y por ello resultaban limitantes, así es que se dejó ese aspecto abierto para que los artistas pudieran hacer una obra muy pequeña o una muy grande.

Para la dirección del salón, el docente UArtes fue convocado por la doctora María Isabel Silva, quien entonces ejercía como directora de Patrimonio Cultural del Municipio de Guayaquil, ámbito en el que hubo cambios que afectaron los primeros diálogos, ideas y miradas. Torres había propuesto, por ejemplo, que se incluyera una sección pedagógica en el certamen de pintura cuyos inicios datan de 1959 y constituye uno de los principales eventos culturales en el campo de las artes visuales del país. Lo manifestó, comenta, para solventar críticas relacionadas a que siempre estudiantes de la Universidad de las Artes han ganado premios.

Parte del público que asistió a la inauguración del Salón de Julio. La muestra estará hasta el 30 de septiembre.

Contar con una sección pedagógica permitiría animar a responder la convocatoria a los alumnos de otras escuelas y/o facultades de artes visuales del país. De esa manera, el Salón de Julio tendría otras categorías de mediana y larga trayectoria. No obstante, nada de lo planteado prosperó, expresa Torres.

En el texto curatorial que recibe a los visitantes de la exposición en el Museo Municipal de Guayaquil, y que se puede leer también en www.salondejulio.com.ec, Ruslán Torres señala: El Salón de Julio de Guayaquil es un ser vivo. Sus 63 ediciones evidencian el complejo tejido de las tensiones sociales, culturales y políticas, entrecruzadas en su configuración como evento vital de las artes visuales. Múltiples transformaciones sociales, políticas y estéticas convierten al Salón en el resultado de un campo de fuerzas conformado en medio de estas mismas tensiones. Una de ellas, al interior del cuerpo mismo del evento, ha sido la constante redefinición y conceptualización de la idea de la pintura como centro temático.

En nuestra opinión, el conflicto no radica en la pintura como lenguaje, que ha demostrado su capacidad para ser igual de “contemporáneo” que otras formas de expresión, sino en las ideas y formas en las que se presenta. Pintura divergente significa crear una provocación, un estado de opinión sobre qué significa pintar desde el sufrimiento humano, social y cultural de un país como Ecuador. Se trata de pensar la pintura como una herramienta que proponga un vínculo entre la construcción del conocimiento como resultado de las experiencias personales en un contexto específico, social y vivencial, y formas experimentales de abordar la representación.

Datos acerca del director

Julio Ruslán Torres (Cuba) es artista, docente e Investigador con destacada trayectoria en el ámbito de las artes visuales. Graduado del Instituto Superior de Arte de La Habana (2001), posee un doctorado en Ciencias del Arte y un masterado en Arte; es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

A lo largo de su carrera ha desarrollado una obra artística profundamente reflexiva y crítica, especialmente a través de su proyecto LCONDUCT-A-RT, iniciado en 1999. Su trabajo ha sido reconocido y exhibido en importantes instituciones y eventos artísticos en Cuba y a nivel internacional. Ha participado en tres ediciones de la Bienal de La Habana y forma parte de la Colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Ha expuesto su obra en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y la Fototeca de Cuba en La Habana, la Fundación Ludwig de Cuba, la Galería Habana, el Wissenschaftspark en Gelsenkirchen (Alemania), la Havana Galerie en Zúrich (Suiza), el Memorial América Latina en Sao Paulo )Brasil), el Museu de Arte Contemporânea en Goiás (Brasil), el Palacio de la Unesco en Beirut (Líbano), el Island6 Arts Center en Shanghai (China), el Centro Cultural Convenio Andrés Bello en Bogotá (Colombia), The Mary Brogan Museum of Art and Science en Tallahassee (Florida, EE. UU.), la Fundación Eberhard Schlotter en Altea (España) y la Sala Amadís en Madrid (España).

Fotos: Dircom UArtes/Cortesía Municipio de Guayaquil.

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