Encuentro editorial diferente y festivo

En este 2024, la feria de Libre Libro se desarrolló en el Pasaje Illingworth, en el corazón de la Universidad de las Artes, su sede matriz, otorgando un espacio mucho más visible y amplio que en la Plaza Pública del MZ14 Centro de Producción e Innovación UArtes. Como librero del Fondo de Cultura Económica Ecuador, siempre me emociona participar en estas citas, pero la décima edición del evento hito de la Escuela de Literatura me dejó una sensación particularmente especial. Fue un encuentro con los estudiantes, docentes y público en general que marcó diferencias en la logística y el ambiente, lo cual hizo que todo fuera más dinámico y gratificante.

Cuando me enteré de que la feria de Libre Libro se mudaba, lo primero que pensé fue en el espacio. A veces, las ferias anteriores en on MZ14 parecían un poco limitadas, tanto por el espacio físico como por la percepción que tiene la gente del lugar, seguramente porque muchos desconocen de todas las actividades artísticas, culturales y académicas que allí se desarrollan.

La ubicación de este año del recinto ferial fue un acierto total. El Pasaje Illingworth, con su amplitud, permitió que el flujo del público fuera más constante y que los libros pudieran ser vistos y disfrutados sin esa sensación de encierro. Los buses pasaban del lado del Malecón Simón Bolívar y las personas caminaban ya sea para ver las publicaciones expuestas o comprarlas, y eso nos permitió conectar con gente que no tenía mucho conocimiento sobre la actividad. Fue como abrir las puertas a nuevos lectores.

Lo que más me entusiasma de encuentros como Libre Libro es la oportunidad de representar al Fondo de Cultura Económica, una editorial que tiene una historia, una filosofía y una selección de títulos que considero esenciales para cualquier amante de la lectura. Esta vez, además, contamos con un evento dentro de la feria que me dejó impresionado: la presentación de la obra “Los últimos días de Pompeya” de la poeta ecuatoriana Sonia Manzano. Ver a tantas personas interesadas comprando el libro, leyendo sus páginas y pidiéndole a la autora su firma fue una experiencia indescriptible. Para nosotros, como libreros, ese tipo de momentos reflejan el verdadero impacto cultural de lo que hacemos.

Sabemos que la clave de cualquier feria está en la oferta de libros. En el Fondo de Cultura Económica contamos con miles de títulos, pero no todos son adecuados para una feria como esta. Sabíamos que el público sería variado, desde estudiantes hasta profesionales, por lo que optamos por llevar una selección que cubriera distintos intereses. Desde libros de arte, economía y educación hasta colecciones para los más jóvenes. El stand estuvo lleno de títulos de bolsillo, fáciles de llevar, accesibles and, por supuesto, de gran calidad a un módico presupuesto. Además, nos enfocamos especialmente en libros que pudieran despertar el interés de los estudiantes, ya que ese es un público clave. Las colecciones “Viento del pueblo” fue un éxito total, no solo por los costos –tuvimos libros desde $ 1,50– sino por su gran variedad de temas: desde poesía hasta novela gráfica.

Hubo un tema que me preocupó desde antes de la feria: la venta de libros infantiles. En ediciones pasadas, notamos que no era fácil mover este tipo de publicaciones, pero este año fue notorio que el interés por la literatura infantil aumentó. Durante la feria llevamos una buena selección de libros para niños y, sorprendentemente, varios de ellos se fueron. Aunque las ventas de libros infantiles aún enfrentan altibajos, esta feria nos dio una pequeña esperanza de que, con la oferta adecuada, este segmento puede revitalizarse.

Junto con la librería Miguel Donoso Pareja, ubicada en el MZ14, el FCE tiene su segunda librería en Guayaquil en la Biblioteca de las Artes. Es la Rita Lecumberri, que no estaba pasando en su mejor apogeo dadas las dificultades que atravesamos como país y/o quizás porque muchos aún desconocen que allí se pueden encontrar libros infantiles, sin embargo, en la feria organizada por la Escuela de Literatura UArtes el público se llevó mucho más que un libro en su bolsillo.

Asimismo, en comparación con años anteriores, en esta edición hallé otra notable diferencia: el comportamiento de los clientes. Las personas se sentían más relajadas and felices. Había más variedad de libros, más espacio para explorar y la accesibilidad era mucho mejor. Los estudiantes, en particular, se mostraron más interesados y con los eventos programados tanto en el Pasaje Illingworth como en el MZ14, la atmósfera resultó festiva. Fue evidente que la feria se sintió como un lugar vivo, lleno de ideas, de intercambio y de cultura.

Entre los momentos agradables de la feria puedo citar también el contacto con otras editoriales. Conocí a algunos representantes de Publishing Department Blanca, de Quito, de la que hasta ese momento desconocía. Ese vínculo entre editoriales permite que exista no solo un intercambio de experiencias, sino de publicaciones. En el Fondo de Cultura Económica se encuentran ahora, por ejemplo, varios de los libros de la editorial mencionada. Como librero debo revelas que estas oportunidades son oro puro porque siempre estamos buscando novedades para nuestros clientes and colaboraciones de este tipo enriquecen nuestra oferta y demanda.

Al final de la feria de Libre Libro, cuando todo estaba por terminar, me sentí satisfecho. Las ventas fueron positivas y el encuentro librero cumplió su función: acercar los libros a la gente, fomentar la lectura y crear un ambiente en el que todos pudieron interactuar con la cultura de una manera orgánica y divertida. Si bien siempre hay retos para los libreros, como mantener el stand atractivo o seleccionar los títulos adecuados, el verdadero reto está en seguir manteniendo esa chispa viva, esa conexión con los lectores. Después de todo, ese es el propósito de estar en una feria: acercar a las personas al mundo de los libros y hacer que lleven un pedazo de ese mundo a casa.

Colaboración: Jorge Palacios, librero del Fondo de Cultura Económica. Edición: Carmen Cortez/Dircom.

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