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Gustavo Arregui y su propuesta de convertir la memoria en sonido

Solo le resta la ceremonia en la que recibirá el título de licenciado. El egresado de la Escuela de Artes Sonoras da detalles de su proceso académico y de la producción musical cuya investigación presentó como tesis.

Como una de las experiencias más bellas relacionadas con la composición musical califica Gustavo Arregui a su proyecto de titulación, cuya tesis sustentó el 28 de agosto del 2019 y recoge su investigación para producir “Velo al alba”, el disco con el cual realiza un recorrido “por la poesía que se convierte en memoria y la memoria que se convierte en sonido”. 

El egresado de la Escuela de Artes Sonoras de la Universidad de las Artes presentó la producción el pasado 29 de junio en Quito. Lo hizo con un recital y junto a Sofía Izurieta, con quien integra Eclipsim Dúo. En la cita, desarrollada en el auditorio del Conservatorio Franz Liszt, se escuchó entre otras composiciones “Sobre las colinas”, un ensamble de vientos de madera y metal que figura como su proyecto de titulación.  

“Siempre pensé en una obra que pueda retratar gran parte de mi vida en la ciudad donde nací: Guaranda. Salí desde chico y muchas vivencias quedaron en el aire hasta cuando leí el poema ‘Guaranda’, de mi bisabuelo Luis Falconí Hidalgo (poeta y escritor). Fue entonces que muchos recuerdos afloraron y aquellas cosas que eran asignaturas pendientes en el muro de las memorias afloraron en forma de sonido”. 

Gustavo Arregui indica que su obra está dividida en tres movimientos y que fue escrita para soprano y guitarra. “Curiosamente no tiene lírica porque es un intento, quizás fallido, de evocar las memorias desde un lugar un poco inconsciente. Componerla me tomó dos meses y los retos fueron varios”, detalla el egresado.

Agrega que mientras realizaba la composición acudía a un diario de composición para anotar con el mayor de los detalles en qué circunstancias estaba siendo compuesta la misma. “A la par de la obra, redactaba el texto de la tesis, viajaba de Quito a Guayaquil para tomar clases de Arreglos II y trabajaba. Considero que estas pequeñas dificultades hacían más interesante la dirección de la obra, y de pronto este momento me acuerdo una frase bellísima que decía Fredy Vallejos tomada de Julio Cortázar: ‘Cuando los zapatos aprietan, buena señal. Algo cambia ahí, algo que nos muestra, que sordamente nos pone, nos plantea‘. Tuve, además, el honor de trabajar con Sofía Izurieta –soprano– y Aleksandr Tamazov –bajo y barítono–, quienes supieron sugerir algunos detalles acerca de la parte del canto”. 

Para Gustavo Arregui, llegar a la Universidad de las Artes fue una experiencia llena de ilusiones. “Empezamos con nada, siempre fue solo el deseo de aprender. Éramos un grupo de estudiantes empezando una carrera, que en cierta forma estaba llena de incertidumbres, quizás esa fue una motivación porque uno no sabe dónde va a llegar, pero el paisaje sonoro del viaje es el que nos mantenía alertas. Los docentes fueron grandes guías. Metafóricamente siempre vi a la UArtes como una dama desnuda y con frío en un invierno cualquiera, porque la encontramos sin nada y sin nadie, ahora me doy cuenta que la universidad, literalmente, éramos nosotros”.

Añade que la educación que recibió fue de alto nivel. “Al final pienso que la tarea del artista, más allá del mero goce, tiene que ver con una tarea de cuestionamiento y reflexión; los lugares sensibles deben ser reflexionados y si a partir de eso afloran ideas en nuestro quehacer, no queda más que crear. Dentro de la creación mencionada, la interacción con otros individuos es fundamental, con esto me refiero a que estuvimos en un contexto histórico nunca antes visto en nuestro país, en donde habitantes de todas las provincias y otros países confluyeron dentro de un solo lugar para reflexionar, debatir, pensar, crear y divertirnos desde otras perspectivas y otros pensamientos”.

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