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Paulina Soto, la graduada con mayor puntaje de la UArtes

El arte no está para ser bonito ni complaciente, sirve para incomodar, dijo en su discurso en la ceremonia de graduación Paulina Soto, a quien se le otorgó el reconocimiento Summa Cum Laude.

Paulina Soto, de la Escuela de Literatura, obtuvo el reconocimiento de Summa Cum Laude por sus altos puntajes durante su vida universitaria. Ella fue una de los 111 estudiantes que el sábado 14 de diciembre se graduó en una ceremonia considerada histórica, pues, aunque en el 2019 la Universidad de las Artes ya tuvo graduados, en este año se graduaron estudiantes de todas las escuelas.

Al igual que Paulina Soto también recibieron reconocimientos por sus altas calificaciones Vanessa Guamán y Mario Suárez, de Creación Teatral, Escuela de Artes Escénicas, y Silvia Quezada, de la Escuela de Artes Visuales. A ellos se les otorgó el Magna Cum Laude.

En su intervención, Paulina Soto apeló a la economía del lenguaje y se limitó a decirles “hola” a los miembros de la mesa directiva, encabezada por el rector de la Universidad de las Artes, Ramiro Noriega. Estuvieron junto a él: María Paulina Soto, vicerrectora académica; Lucina Jiménez, gestora cultural y directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes de México; de la Escuela de Literatura, su director, Raúl Vallejo; la docente Solange Rodríguez y la directora de Investigación y Posgrado, Siomara España; de la Escuela de Artes Sonoras, su director, Andrey Astaiza; de la Escuela de Artes Visuales, su director, Xavier Patiño; del Departamento Transversal de Teorías Críticas y Prácticas Experimentales en Artes, su directora y docente Yulianella Pérez; de la Escuela de Artes Escénicas, su director, Arístides Vargas; y de la Escuela de Cine, su director, Juan Martín Cueva. En representación del Ministerio de Cultura y Patrimonio asistió José Daniel Flores.

La estudiante mayor puntuada inició su intervención indicando que “más allá del protocolo y la necesidad de cerrar ciclos, cabe preguntarnos qué significa para mis compañeros y para mí este día. Cuando Guayaquil y la Universidad de las Artes llegaron por asalto a mi vida hace cinco años, la defensa de tesis e incluso esta ceremonia parecían demasiados lejanos. Ahora siento que todo ha ocurrido en un parpadear o será que cuando uno supera los 25 (años) ya todo parece distante, distinto y esa nostalgia me lleva a pensar en la voluntad, el deseo de perseguir un camino tan incomprendido como el arte.

 “Por qué no estudiar otra cosa, por qué no anteponer a tu nombre doctor, abogado, ingeniero. Estimados compañeros ya resolvieron esas dudas o aún charlan con ellas. Yo no me he planteado darles una solución y solo me he aventurado a pensar que quienes escogemos el arte y el pensamiento como opciones profesionales estamos a mitad de camino entre la ingenuidad y la valentía. ¿Quiénes nos dan nuestro lugar?, la sociedad, el Estado o somos nosotros abriéndonos camino, resistiendo, pensando, cuestionando. En el Ecuador del casi 2020 estudiar una carrera en artes y pretender vivir de ella es tomar un camino complicado y reconocerlo no deslegitima nuestra elección, las consecuencias de subestimar nuestro aporte a la política, la economía, la cultura y la dinámica social de la nación se ven reflejadas en la precarización laboral, en el estigma social que nos señala como vagos sin oficio ni beneficio, en fin, en la invisibilización de nuestro trabajo. Entonces, si yo he pintado ese panorama tan oscuro, les pregunto a los presentes qué hacemos aquí, en serio, no se termina la ceremonia hasta que haya una respuesta satisfactoria.

“Este discurso bien podría tomar un giro deprimente, pero quiero aferrarme a la idea de que siempre en los momentos más oscuros brilla una luz, una lucecita, algo muy propio de las películas de Hollywood, sí, de la cultura pop, en realidad. Porque si esa luz no brillara con más o menos intensidad, ni siquiera existiría esta universidad y quién sabe qué haríamos esta noche de sábado en una realidad alternativa. Me gustaría que se abriera un agujero en el tiempo espacio y expiar a placer a una Paulina que decide estudiar inglés, en vez de cine y que después de cinco años se dedicara a la docencia como toda su familia y que lee bestseller, bueno, eso también lo hago en esta realidad.

“Si existía ese camino tan claro, ¿por qué escogí cine y luego me mudé a Guayaquil para estudiar Literatura? Lo lógico sería que ahora que celebramos la conclusión de este periplo de aprendizaje tengamos la película clara y quizás hasta visión profética. En todo caso me quedo con muchas dudas y pocas certezas, pero llegué hasta aquí, llegamos compañeros. Con ilusión o desencanto. Algunos, como en mi caso, cursando su segunda carrera. Otros, padres, madres de familia que regresaron a las aulas por pura convicción. Y, por supuesto, los jovencitos que ayer se graduaron la secundaria y que hoy se gradúan de la universidad, qué suerte, en mis tiempos no había la Universidad de las Artes. Sin embargo, con Universidad de las Artes o sin ella tenemos de frente el gigantesco reto de justificar, de validar nuestra existencia ante una sociedad apática, pero que no deja de consumir entretenimiento, cultura, a fin de cuentas.

“No creo que debemos pelearnos con la idea del entretenimiento porque no solos iluminados ni estamos en posesión de secretos místicos, somos profesionales, creadores, pensadores, conservadores, liberales, carnívoros, veganos, rockeros, reggaetoneros, diversos, y con una vocación tan loable como la de un médico, una parvularia o un funcionario público, ¿por qué no?, pero esta no es una lucha del bien contra el mal. No es un acto épico, sino más bien un ejercicio cotidiano de reivindicación de nuestros oficios y beneficio”.

Antes de finalizar su intervención, Paulina Soto agradeció a sus padres, familiares, amigos y a su novio, amigos guayacos y muy emprendedores; a sus compañeros. “No los conozco a todos, pero el hecho de huir de las carreras tradicionales ya nos hermana. A los videos de gatitos, a los memes, a los memes de gatitos, al señor de las copias y a todas las madrinas que me han alimentado estos años. Por supuesto, a todos los integrantes de la UArtes, en especial a mis profesores, algunos tiranos y otros conciliadores, a los viejos sabios, a los súper ordenados y a los que llegaban  a las clases con unas copias viejas y un marcador, de todos ellos aprendí que el arte no está para ser bonito ni complaciente y este discurso bien pudo haber estado lleno de protocolo y palabrería vacía, el arte sirve para incomodar y si logré despertarlos del letargo o incomodarlos, entonces me doy por bien servida”.

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