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Luis Camnitzer: No importa quiénes somos, sino lo que estamos construyendo

Artista alemán-uruguayo, cuyo trabajo es destacado y reconocido tanto en lo artístico como por sus ideas en cuanto a la enseñanza del mismo. Luis Camnitzer participó junto a otros tres invitados internacionales –Adolfo Albán Damián del Valle y Fabián Cabaluz– en la mesa redonda convocada por el Vicerrectorado Académico de la Universidad de las Artes el 26 de abril de 2021 para analizar la construcción de un modelo educativo y pedagógico. El maestro tuvo importantes reflexiones sobre los cambios que se necesitan para modificar los paradigmas de la pedagogía en artes. Comentando la terrible situación que afronta el mundo por COVID-19, explicó cómo la pandemia lo llevó a cambiar su perspectiva, tomando consciencia sobre lo privilegiados que nos encontramos muchos al contar con una computadora que nos permite adaptarnos a esta “nueva realidad”.

Esto, advirtió Camnitzer, es una demostración de que somos parte de una élite y que trabajamos para una élite, aunque esta sea muy pequeña. La solución no es esperar que las cosas vuelvan a la normalidad porque no será así, dijo y planteó un regreso al comienzo, al “cero”, para reformular todo acorde a la realidad que se nos presenta. Dentro de este “cero”, una escuela de arte no tiene mucho sentido. El arte es una meta de disciplina, de conocimiento, y no una forma de producción. Bajo esta norma, la enseñanza en artes se vuelve fundamental para formar a ciudadanos militantes capaces de desarrollar habilidades artísticas.

El arte ayuda a la integración de otras disciplinas, como la creatividad, la imaginación; cosas descartadas como la imposibilidad y la lógica del absurdo, el desafío a todo, el desorden, la habilidad de desarticular y rearticular, explorar la ignorancia (no desde lo negativo) como un campo virgen donde tenemos la libertad de nombrar cosas que no han sido nombradas. Caso contrario lo que pasa actualmente que se nos enseñan los nombres ya dados por otros, en un proceso de colonización. Se entiende, entonces, que un maestro es un colonizador a menos que tenga consciencia de ello y luche activamente para descolonizarse, como maestro y como estructura.

También destacó la importancia del ocio: “Cómo el tiempo es propiedad de una clase social que nos permite, nos otorga el ocio para consumir. Nos tratan de convencer de que la economía naranja, por ejemplo, que se está dando con el gobierno de Colombia, es algo que promueve la creación, en lugar de ser más honestos y decir que realmente promueve el consumo”, explicó Camnitzer. “El no hacer nada también es explotado. Como artistas, se nos educa para intervenir en ese ocio, monetizándolo de una u otra manera. Como artistas, estamos en el privilegio y viviendo del privilegio”.

Lo que debería hacerse, anotó, es tomar el proceso que envuelve la educación superior en artes y aplicarla en todos los niveles educativos. Se deja de lado la creatividad y el juego del descubrimiento una vez se entra en escuela y solo se promueve al elegir alguna carrera que involucre las artes a decisión del interesado. Debe dárseles a los estudiantes la oportunidad para que exploren y fantaseen, de ver qué es imposible y plantearse por qué es imposible. Que exista este diálogo con la realidad para ver qué se puede hacer y en esta conversación descubrir los obstáculos, por qué están allí y quién los puso allí. En el acto mismo de aprender y descubrir, uno está dentro del campo de la política.

La política viene de la mano con todo el proceso pedagógico y hasta que no se entienda esto, no vamos a avanzar. El “estem” (acrónimo en inglés que se deriva de los cinco pilares de la experiencia educativa del siglo XXI: economía, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) está desplazando la habilidad del pensamiento ocioso y libre, y eso es peligroso. Cuando se adopta la creatividad para rearmar cosas conocidas para hacerlas más eficientes, se busca la aplicabilidad y, por lo tanto, el lucro. En cuanto a las Humanidades, si bien no están siendo bien enseñadas y forman parte a la fragmentación del conocimiento disciplinario, al menos se prestan a la especulación fantasiosa que Camnitzer considera importante.

Hablando dentro de la actualidad, el virus se presentó como un problema para el cual existe una solución: la vacuna. Esta vacuna es producto del “estem” o de las disciplinas duras que nos están salvando la vida, al mismo tiempo que vemos que dicha solución está reservada para clases privilegiadas, mientras que aquellos vulnerables se encuentran relegados hasta el último, en vez de tener una política ética donde se nos considere a todos igual de merecedores de dicha vacuna. Con esto nos damos cuenta de que la parte ética (las humanidades) está ausente y nadie la denuncia. “Eso tiene un impacto pedagógico y político deformante que nos pesará durante mucho tiempo”.

Es ahí donde el ocio, que en este momento es sinónimo de desocupación y desesperación cuando debería ser un derecho, uno universal, donde los gobiernos deberían asegurar que haya un espacio puro de especulación y creación, y que dicho espacio debe ser subsidiado, no solo como la universidad, sino como un modo de vida. Que haya un derecho a tener un espacio dedicado a crear, y que debería haber una pedagogía con la misma importancia en la que uno pueda explorar el pensamiento en todas las direcciones sin pensar en la aplicabilidad. Se sabe que la mayoría de los artistas no van a poder vivir del arte, y eso es un problema cuando tenemos al “estem” tratando de darle raciocinio y aplicabilidad a las artes y humanidades. Esto lleva a los estudiantes a resignarse a la enseñanza, para la cual necesitarán ya no la licenciatura, sino un doctorado, para el que a su vez deberán gastar más dinero, ya que mucha de la enseñanza sigue siendo pagada, lo que lleva a una reducción de las oportunidades. Para el ciudadano medio, esto es muy malo.

Esta situación se agrava, y seguirá así a menos de que nosotros utilicemos la comunidad para pensar que se ha vuelto a la tábula rasa (teoría que estipula que el ser humano nace sin conocimientos pregrabados y que todo lo que se aprende viene de la percepción y la experiencia) y preguntarnos ¿qué queremos del arte? El maestro Camnitzer sostuvo que el arte es una apertura y enriquecimiento de las metodologías del conocimiento y se define a sí mismo como un obrero del conocimiento.  

Para llegar a esto, Luis Camnitzer estipuló que, al tener una Universidad en Artes, lo que debería hacer dicha institución es enfocarse en cómo enlazar dichos conocimientos a la educación preparatoria y a la escolar. Explicó que el arte es un término ambiguo, que por un lado tenemos el arte tradicional que “nos enseña a envolver cosas y a diseñar el papel con el que empaquetas algo, sin enseñarte sobre lo que vas a envolver”, siendo la parte del qué vas a envolver la que realmente importa. La responsabilidad de esa enseñanza queda fuera del plan de estudios y pasa a ser potestad del estudiante. Una institución en artes debe afianzar el conocimiento del “qué” y no dejarlo por fuera. Si bien es cierto que dicha enseñanza es muy complicada de llevar a nivel secundario debido a múltiples factores, por lo menos debería llegarse al nivel primario donde la universidad cree vínculos con estas otras instituciones, para asegurar que la pedagogía impartida a nivel universitario pueda revertir a la pedagogía elemental. De otra manera, se mantendrá el sistema colonial de conocimiento y de la adjudicación de privilegios.

Camnitzer comentó que en los cincuentas, en Uruguay, cuando todavía seguían fielmente la reforma de Córdoba, el estudiante militante tenía la consciencia clara de que terminaba de graduarse y entraría en el proceso de corrupción. Por lo tanto, había que asegurarse que la generación “libre” universitaria ya fuera formando a la generación siguiente porque eventualmente formarían parte de dicha corrupción, y debían dejar un legado de idealismo. Dicho proceso se fue perdiendo por las dictaduras y la privatización, por dejar de pensar que la educación total debería ser un derecho humano.

Con el virus, la normalidad artística sigue enfocándose en el objeto. Los museos se muestran a través de la pantalla. No existe el cambio, y lo único palpable es la erosión de la reproducción. Como artistas, en lugar de acumular obras de artes, sin posibilidad de salir, se debería producir arte en esta nueva modalidad, nuevo paquete que nos ha presentado el virus. Mientras todo está cambiando, se sigue en los paradigmas anteriores. Se debe tomar conciencia de lo que existe dentro de este paquete y cómo lo presentamos, sacándolo del privilegio universitario y haciéndolo accesible a todo el proceso pedagógico.

Como reflexión final, Luis Camnitzer hizo mención de la meritocracia y de cómo el sistema educativo actual está construido para facilitarle el trabajo al empresario, quien se basa en las notas de los aspirantes y en sus logros para determinar quién es el más apto para llevarse el puesto de trabajo. Esto, obviamente, es un filtro que termina por objetivizar al estudiante y que la pedagogía debería no entrar en ese juego, sino atacarlo. Nos encontramos ante una nueva división de clases que separará a las personas que tengan un computador y a las que no, y eso es un tema que debe discutirse. Se debe buscar una manera de impedir que el arte se vuelva reclusivo y mantener su valor comunitario aún con todos los impedimentos que nos mantienen en la virtualidad. Mencionó la relevancia del meme en este aspecto, por su naturaleza viral y de rápida dispersión. Si se llega a utilizar como herramienta pedagógica y artística, más allá del humor, entonces la esperanza no se ha perdido. Sería el primer paso a un cambio importante. “Debemos ser obreros del conocimiento, donde no importa quiénes somos, sino lo que estamos construyendo”, finalizó.

Cobertura. Abel Cano Carriel, estudiante de la Escuela de Literatura.

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