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Guayaquil le tiene miedo al color

Por Daniel Lucas.

Guayaquil le tiene miedo al color, a la diversidad, la gente está acostumbrada a una ausencia cromática, a un nivel de asepsia visual que no se ve en otras ciudades, por eso es importante remarcar la importancia de una cátedra de arte urbano, como la de la UArtes, en Guayaquil, destaca María Fernanda López Jaramillo, docente de la Unidad Transversal en la Universidad de las Artes, quien además es la curadora artística de la primera fase del proyecto Guayarte que auspicia el Municipio de Guayaquil.

La ausencia de arte urbano en la ciudad ha sido la tónica. Ha habido una prohibición de corte municipal y jurídica, porque no existe una ordenanza que sancione el grafiti. Pero esto pasa también por un tema de idiosincrasia. El problema que tuvo la ciudad con las pandillas desde los años 90, los enfrentamientos de los Latin King y Ñetas, estigmatizaron la mirada hacia la persona que hacia arte en la calle o grafiti, quien llegó a ser comparado con un vándalo o un criminal. “Las personas deben abandonar sus prejuicios y estereotipos sobre los artistas que hacen arte urbano”, comenta Andrea Moreira, artista y estudiante de la UArtes. “Está es nuestra manera de vivir y de trabajar”.

En ese contexto, abrir una cátedra de arte urbano en una Universidad es vital, porque aún a pesar de los referentes locales –el trabajo de mosaico que está bajo los puentes– el arte urbano no se entiende. La sociedad y también los estudiantes necesitan conocer que hay un mundo y otros soportes más allá del Salón de Julio, de la Bienal de Cuenca o del CAC. “Esta ciudad tiene que aprender a vivir en diversidad y aceptar que hay otro tipo de manifestaciones que no tienen que ver con estas cuestiones dicotómicas de alta y baja cultura, arte o vandalismo, eso ya está superado en otras latitudes. La cátedra de arte urbano lleva dos años en las UArtes, uno de los propósitos es darle al arte urbano su real sentido, una tarea que va a tomar su tiempo”, comenta López.

Para Daniel Ochoa, artista y estudiante de Artes Visuales en la UArtes, el arte urbano es necesario porque, entre otras cosas, permite una comunicación directa del artista con el público; además el arte urbano le quita al artista esa noción de oscuridad y misterio. “El arte debe conectarse y debe resignificar lo que está pasando en la ciudad. No puede ser pasiva, debe ser activa, y que el arte esté en la calle la vuelve activa, rompe paradigmas, negativos y positivos”, destaca Ochoa.

Al arte urbano se lo trata de una manera muy peyorativa, está como en segundo orden. Eso tiene que cambiar y hay que empezar desde la academia. El trabajo de la Universidad es entonces repensar el arte urbano, darle su nivel político, estético y epistémico, porque hay personas estudiando que son artistas comprometidos con su contexto, con su entorno, que crean nuevas maneras de relacionarse. “La gente tiene que saber que hay otros soportes, que no necesariamente es la novedad de hacer un mural o hacer una intervención, también pueden haber propuestas escultóricas, en nuevos medios, en video maping, stickers, pancartas, afiches, muro, etc.”

Guayarte y el arte urbano en Guayaquil

Para llegar a Guayarte, comenta María Fernanda López, el trabajo ha tenido que ser constante. Ha requerido más de dos años de movilización y del respaldo de la Universidad de las Artes que fue, dicho sea de paso, la institución pionera en apoyar el arte urbano en Guayaquil.

El mural en las paredes del edifico El Telégrafo, la intervención de 400 metros con arte urbano en los edificios de la Plaza de Artes y Oficios, la intervención de las casas en la calle Venezuela al sur de Guayaquil, los murales en el Cerro Las Cabras, se cuentan entre los proyectos que anteceden a Guayarte y que se constituyeron en laboratorios de aprendizaje colaborativo entre la comunidad y artistas de la talla de Apitatan, Said Dokins, Spaik, por ejemplo.

Luego de todo eso llega Guayarte. El proyecto original era una bienal de arte urbano. “Estuve hablando con el Municipio de Guayaquil por dos años, con el concejal José Sánchez, investigando, mostrando, enseñando sobre lo que era arte urbano, fue un trabajo de hormiga. El arte urbano no es simplemente pintar en paredes. Para esta primera fase de Guayarte, por ejemplo, se hizo una curaduría, se invitó a Apitatán, Mantra de Francia, Frank Salvador de México, MonoSapiens de Ecuador y los New People”, explica López Jaramillo.

Al final de todos estos años de gestión y proyectos, existe un cambio de percepción sobre lo que es el arte urbano, comenta la investigadora, pero es importante seguir. En los próximos meses, López presentará una publicación que recoge el desarrollo del arte urbano en Guayaquil.

(*) Fotografía de Tyrone Maridueña, mural ubicado en la calle 10 de Agosto, edificio El Telégrafo

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