Espectador y espacio teatral, Juan Carlos Haro analiza la relación en poética de Augusto Boal

Ante el tribunal de defensa de tesis –integrado por los docentes Marcelo Leyton, tutor; Lorena Toro y Pedro José Mujica–, el estudiante Juan Carlos Haro Torres sustentó el 29 de abril vía videoconferencia su trabajo final previo a la obtención de la licenciatura en la carrera de Creación Teatral.

El suyo es un proyecto de investigación teórico al que tituló “Aproximación a las relaciones entre el espectador y el espacio teatral en la poética de Augusto Boal”. En su contenido, entregado a la Secretaría Académica de la UArtes, Juan Carlos Haro señala que de la poética del dramaturgo brasileño revisó tanto su teorización del teatro como la práctica, centrándose en la relación que mantiene con el espectador, donde este ya no es simplemente un mero receptor de contenidos estilizados, limitado a la experiencia contemplativa, restringido a intervenir en el espacio teatral, sino que toma una nueva concepción como partícipe y razón del encuentro convivial.

Juan Carlos Haro señala en su tesis que Augusto Boal llevó el Teatro del Oprimido a varios países donde la condición de los oprimidos pudo ser desarticulada en casos específicos, para hacer frente desde el arte a los efectos ocasionados por el orden capitalista mundial que ha recorrido cada país, cada ciudad, cada pueblo, conformando múltiples formas de dominación y opresión entre los seres humanos a lo largo de la historia, llegando a ser vistas cada vez con más naturalidad y empatía.

Agrega que desde la teoría y la práctica de su Teatro del Oprimido, Augusto Boal pone a disposición una extensa y diversa investigación de un sistema de creación que direcciona los elementos básicos del teatro para transformar al público-espectador tradicional en actores de un teatro generado, conformado y destinado a los espectadores oprimidos como protagonistas, mediante sus mismas opresiones, crisis, miedos, deseos bloqueados, que puestos en escena les permitan encontrar soluciones y salidas a las situaciones opresoras, requiriendo a la acción teatral volverse una práctica-ensayo de la acción real.

“(…) La función democrática del teatro es reivindicada por el Teatro del Oprimido como herramienta efectiva para transformar la participación de los espectadores en acciones reales y urgentes en países donde tanto espectadores como creadores teatrales, a pesar de considerar sus historias dentro de un marco de independencia colonial, siguen sometidos a dominaciones y opresiones sociales y políticas como consecuencia de prácticas antidemocráticas, dictatoriales o tiránicas en gobiernos pasados y presentes, que dificultan la capacidad de reflexionar sobre sus derechos o de posibilidades de vivir y de crear desde/para/con el teatro, así como de encontrar vías para lograr cambios necesarios individuales que se articulan a nuestras relaciones sociales como a nuestra proyección crítica frente al status quo”.

El ahora egresado de la Escuela de Artes Escénicas manifiesta que en Ecuador “la actividad teatral, principalmente el arte del actor, se ha quedado en la periferia cultural. Han tenido más enfoque e interés las industrias culturales del entretenimiento que dirigen toda su labor específicamente al dominio de la cultura de masas; sin embargo, la compleja realidad de la población ecuatoriana no se encuentra representada en sus contenidos, ni tampoco son formas artísticas que han respondido concretamente a las necesidades de un público heterogéneo, significando un obstáculo permanente en la democratización de las artes”.

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