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El peldaño de Enrique Tábara

Por Saidel Brito

Con la partida de Enrique Tábara se nos ha ido uno de los más grandes artistas del siglo XX del Ecuador. Uno de los creadores más rupturistas y renovadores de la escena artística nacional. Enrique fue el último gran purista de nuestra tradición pictórica. Atravesó con sagacidad el Expresionismo, el Realismo Social, el Constructivismo, el Informalismo, el Universalismo Constructivo, el Ancestralismo Pictórico y la Abstracción para regalarnos, después de 70 años de insaciable y sostenido trabajo, el universo visual de mayor calado sensorial y estético que nuestros contemporáneos puedan recordar.

Las huellas que nos deja Enrique son inconmensurables: su ingreso a la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil en 1946, su primera muestra individual a los 21 años en la Casa de la Cultura, su viaje a España en el 55, su experiencia con Tapies, Saura, Brossa y la Escuela de Barcelona, su retorno y triunfo en el salón de Julio del 67, sus Pata Pata, la Bienal de Cuenca, su resguardo en Cuatro Mangas, su firma estampada en uno de los edificios de la UArtes en el centro de Guayaquil, pero, en especial, el afecto y la generosidad que nos dejó a quienes lo conocimos, hicieron de sus 90 años, 11 meses y 4 días de vida una gesta memorable.

Mis vivencias personales con Enrique comenzaron hace 20 años cuando adquirí un cuadernillo inédito de su autoría que contenía dibujos de reos e internos de la Penitenciaría del Litoral realizados en 1978. De ahí surgió el proyecto llamado Habeas Corpus que exhibí en el 2004 en la galería Dpm. Por delicadeza, los primeros bocetos de la serie se los presenté a Enrique en una visita a su casa-estudio en el barrio del Centenario. En tono bajo le hice saber que aquellos dibujos, extraviados y olvidados en el tiempo, estaban en mi poder y que realizaría con ellos una exposición individual.

Habeas Corpus no fue un homenaje, sino una conversación, un diálogo que se enriqueció con el acto de potenciar lo que el artista había asumido en su momento como tibios bocetos o meras ilustraciones realizados bajo un impulso vivencial. Mis 14 cuadros fueron pintados con los dedos de las manos y los pies, en tonos del negro al blanco, y fueron acompañados de los 14 originales de Tábara perfectamente enmarcados y reunidos en un mismo espacio. A partir de aquella experiencia, tuve una mayor conciencia de las implicaciones de su obra y sobre la reverberación que había causado en los artistas más jóvenes y en la cultura de la ciudad; desde entonces mi admiración y respeto por su trabajo solo han podido crecer y crecer.

Hoy me atrevo a decir que Enrique Tábara, junto a Manuel Rendón Seminario, Aracely Gilbert y Eduardo Sola Franco, conforman ese pequeño grupo de artistas “elegidos” que, desde la Costa ecuatoriana, han llevado a nuestra visualidad a un peldaño universal.

En la imagen: el maestro Enrique Tábara en la visita que hizo a la clase de Poéticas Pictóricas de Saidel Brito, dentro del proyecto Residencia 103M en 2016.

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