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Para su trabajo final de grado, Tamia Sánchez investigó acerca de los signos gráficos alrededor de la danza

“Ser de la primera generación de la carrera de Danza es agradecer por la oportunidad de estudiar arte, es mirar cómo la UArtes creció, la carrera creció, Guayaquil creció, crecimos y seguimos creciendo quizá no para adelante, sino para adentro y desde ahí podemos danzar y hablar, y pintar y gritar quienes somos”, Tamia Sánchez.

Así como a Angie Galleguillos (itinerario Pedagogía) y Darashea Toala (itinerario Intérprete/Creador), a Tamia Judith Sánchez Pérez se la contactó desde InfoUArtes para conocer sobre el desarrollo de su tesis de grado, cuya sustentación realizó el 22 de septiembre pasado. El tema de su trabajo final, según contó, fue un proyecto de investigación teórico al que tituló: “La bitácora en los procedimientos de transmisión en danza: signos gráficos alrededor de la danza”.

Tamia Sánchez fue la última de las tres estudiantes de la carrera de Danza, itinerario Pedagogía, de la Escuela de Artes Escénicas, en defender su trabajo final, acorde al cronograma señalado por la Secretaría Académica (Angie lo hizo el 17 de septiembre y Darashea, el 20). Son las primeras graduadas y ser parte de esta primera generación significa para nuestra entrevistada “agradecer la oportunidad de estudiar arte”.

Más que contestar las inquietudes formuladas mediante correo electrónico, Tamia Sánchez decidió elaborar en primera persona un texto en el que más allá de reseñar el contenido de su tesis, da cuenta de cada uno de los pasos que dio para obtener su título en Danza. Un testimonio imperdible que enseña a cómo alcanzar metas. Aquí sus vivencias:

“La carrera de danza en la Universidad de las Artes me permitió el encuentro con la lectura y escritura sobre danza. Desde el primer semestre se plantean ejercicios donde aparece la posibilidad de transferir la experiencia corporal a la palabra en escritos reflexivos y, especialmente, en bitácoras. Este descubrimiento decantó en que mi entrega a la escena, al acto de danzar, tome una pausa y ceda el espacio a un proyecto de escritura para finalizar mi carrera.

El aprendizaje es acumulativo y transformador. Quizás en el transcurso de estos cuatro años la pregunta sobre la escritura alrededor de la danza, y los registros que el acto de danzar deja, estuvo rondando y se materializó en la investigación que logré concretar. Los porqués de mi proyecto se han acumulado desde algunas preguntas y reflexiones que aparecieron en asignaturas teórico prácticas, como Reflexionar la danza, Historia de la danza, Recreación y reconstrucción de la danza, además de las bitácoras que acompañaron cada asignatura práctica de técnicas de entrenamiento y movimiento, improvisación y laboratorios de creación.

Me interesa la transmisión en danza, tengo preguntas sobre qué transmitir, cómo, desde dónde comunicar. En esta transmisión me interesa el cuerpo como soporte de memoria y la bitácora como herramienta mnemotécnica que acompaña el conocimiento tácito que se produce en el encuentro. La bitácora es un cuaderno de notas que nutre la transmisión con el registro de las vivencias cuerpo-mundo del artista. Es precisamente en los cuadernos, bitácoras o diarios de trabajo donde las inquietudes, variabilidades, hallazgos del proceso de transmisión en danza, se acumulan, abandonan el cuerpo para afianzar o desecharse en forma de palabras o trazos. 

La pregunta que disparó mi búsqueda fue: ¿tiene alguna importancia el registro en el papel, en una práctica donde los conocimientos se generan, conservan y transmiten a través del cuerpo? Para hallar posibles respuestas revisé algunas bitácoras de tres artistas ecuatorian@s de generaciones distintas: Rosa Amelia Poveda, Tamia Guayasamín y Kléver Viera, a quienes agradezco por la generosidad de abrirme sus hogares, memorias y bitácoras. Esta serie de encuentros, cercanos y sensibles, me permitieron realizar un recorrido micro historiográfico bastante particular en la danza del país. Encontré que la bitácora puede ser un documento que narra memorias de la danza escénica nacional, puede establecer diálogos entre el cuerpo y la escritura y, a su vez, propiciar espacios de confrontación con una misma.

Ingresé a la universidad por sugerencia de mi madre, con un corto pero intenso camino en la danza contemporánea en Quito. Motivada por el anhelo de la danza, que me sigue moviendo, migré desde Riobamba a Quito dejando a la mitad la carrera de Biotecnología Ambiental, misma que retomé en modalidad a distancia y distinta, Gestión Ambiental, mientras anduve de una clase de danza a otra, en talleres, por aquí y allá, así conocí el entrenamiento, la disciplina, la frustración, el escenario, el gozo, los primeros registros para no olvidar lo que mi cuerpo vivía, cómo cambiaba, cómo me sorprendía. Mis pasos profundos los di guiada por Laura Alvear en la Universidad Central y Kléver Viera en el Taller de Experimentación Escénica. Con la motivación de Fred Pumasunta, empecé a crear algo propio, mis primeras danzas, bastantes inocentes e inseguras, me fueron afirmando en el camino con Aposta danza, colectivo que hasta ahora mantengo.

En la universidad sacié una pregunta que me acompañó durante mis inicios en la danza: cómo será una formación profesional en la danza, cómo será estudiar danza. Algo que resultaba en esos momentos imposible. Primero por el contexto de Ecuador y, segundo, por mi edad, pues empecé la carrera a los 27 años y la termino a los 31, edades que antes se pensaban poco útiles para danzar.

En Guayaquil me encontré con el calor, la ría, los pájaros, la locura, las siestas de cartón, los sonidos, intensos e innumerables. Con compañxs, quizá bastante distintos, con quienes nos comprendimos y crecimos juntos, con profes que me invitaron a transitar por universos nuevos. Ser de la primera generación de la carrera de danza es agradecer por la oportunidad de estudiar arte, es mirar cómo la UArtes creció, la carrera creció, Guayaquil creció, crecimos y seguimos creciendo quizá no para adelante, sino para adentro y desde ahí podemos danzar y hablar, y pintar y gritar quienes somos. Es presenciar, posibles pequeñas transformaciones que se van dando, esperar las que se vienen, las múltiples voces que danzarán y hablarán con y desde el cuerpo en el futuro”.

Texto y fotos: Tamia Sánchez

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