Más que un texto de creación teatral, “Las Pájaros” se enmarca en el intento de un colectivo de artes escénicas de poder volar

La obra “Las Pájaros” es una de las nueve seleccionadas a nivel nacional para la residencia de dramaturgia que, a través de convocatoria pública, realizó la Fundación Teatro Nacional Sucre, en el marco de la Fiesta Escénica de Quito 2024, que tuvo lugar en junio pasado. Los resultados de la propuesta constan en la “Colección Cuadernos de Dramaturgia”, recientemente presentada en la capital.

La autora de “Las Pájaros” es la estudiante Karla Estrada Guin (artísticamente Karla Guin), quien cursa el séptimo semestre de Creación Teatral en la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes. InfoUArtes le planteó algunas inquietudes con respecto a su experiencia en la residencia, en la que también participaron el docente Aníbal Páez y el graduado Pavel Hernández, autores de los textos “Primera última cena” y “Todas las veces que te vi morir”, respectivamente, integrados en la colección.

Las respuestas de Karla Guin propiciaron un texto que ella trabajó, donde no solo da cuenta de la residencia, que tuvo seis meses de duración, sino de las actividades paralelas que en torno a “Las Pájaros” desarrolló junto a compañeros de carrera y de escena. Antes, repasa que junto con ella, Páez y Hernández, hubo otros seis seleccionados y que tuvieron tres talleres con los dramaturgos Mauricio Kartun, de Argentina, y los españoles Alberto Conejero y María Velasco.

Los textos en los “Cuadernos de Dramaturgia” de los otros seis residentes mencionados son: “Vaciar”, de Alejandra Pinto; “Ternura”, de Joce Deux; “Los Perros del pan”, de Luis Largo; “Avenida Puente”, de Roberto Sánchez; “Luciana”, de Sebastián Bravo; y “Hasta que la fiesta se termine”, de Esther Cevallos.

Karla Guin indica que, paralelamente a todo lo que se iba realizando en Quito, en Guayaquil, junto a compañeros y compañeras de escena, habían decidido montar la obra para posteriormente establecerse como el “Colectivo de Artes Escénicas Las Pájaros”. Con ella, los integrantes son: Dixon Tapia, Gabriel Mieles, Vanessa Vásquez, Jesús Sánchez, Juan Antonio Coba, Kimberly Rodríguez y Guillermo Argudo.

“Imaginamos la posibilidad de compartir, de abrir nuestro proceso de montaje con los y las espectadoras, sentir la compañía y ver qué nos dejaba las diferentes texturas en el camino, no solo en presentaciones sino desde el inicio, en nuestros ensayos, habitando el espacio público”.

“En una primera fase, abordamos el texto desde el teatro leído, presentándonos en Casa Villena, donde nuestro eje sería el relacionamiento que puede haber entre: el espacio, los espectadores, el texto y los cuerpos en escena, apareciendo aquí lo que sería vital para todo el montaje: El espacio”.

“Como segunda fase, llevamos la obra a un espacio abierto. Estuvimos en el Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano (ENTEPOLA), realizado por el Teatro Arawa en el Guasmo Sur de Guayaquil. Allí compartimos cinco de los quince cuadros de ‘Las Pájaros’. Notamos que el corazón del lugar se encontraba en las personas que durante 21 años asisten al parque Stella Maris, donde se desarrolla el ENTEPOLA. Aquí surgió algo más para el montaje, la mirada circular, la mirada pensada desde varios puntos, donde la caja negra se desvanece por completo. Nos percatamos que la obra intenta sobrevolar el terreno haciendo a todos parte fundamental del vuelo. Escribimos en una hoja ‘Esto es un pájaro’ y lo elevamos con una piola ligeramente y todo el tiempo lo veíamos, de la mirada aparecieron el sonido, los desplazamientos, la algarabía (que ya estaba en el texto) y, finalmente, un pájaro en escena”.

“Nuestra tercera fase fue en Muégano Teatro, pensando en la idea de ‘estreno’, donde debo admitir que a ratos nos percibía como unos pajaritos en una pampa grande siendo observados. Aquí puedo decir que apareció la vital necesidad de suspender los cuerpos en escena y cuando digo cuerpos no solo me refiero a nosotras-nosotros como intérpretes, sino a todos los cuerpos que hasta entonces habían empezado a componer la obra”.

“A esta fase se le suma la presentación en el Teatro Variedades de Quito en la semana de la dramaturgia que, del 5 al 12 de marzo, realizó la Fundación Teatro Nacional Sucre como cierre de la residencia y el lanzamiento del libro. En esta muestra volvimos al teatro leído, en un espacio que se pensaría es más grande, así que para contrastar decidí recurrir a la intimidad que sugiere la obra. Me pregunté en ambos teatros: ¿Cómo mantener la intimidad aun en espacios grandes? ¿Cómo hacer de un espacio grande algo pequeño? ¿Cómo esconder en nuestros bolsillos todo el teatro y luego que simplemente aparezca, estando todos en escena, intérpretes y espectadores/espectadoras?”.

“En el Teatro Variedades Ernesto Albán decidimos volver a lo circular, a la potencia que habíamos encontrado en la mirada pensada desde varios puntos, colocamos a los espectadores junto a nosotros y nosotras en el escenario y así cuando una luz se encienda seamos todos y todas las que componemos la escena, mezclando quizá ficción y realidad”.

“Después de todas estas fases puedo decir que la misma obra, al relacionarse con los diferentes espacios y el mismo proceso, nos va dando pistas o inquietudes en las que debemos seguir trabajando: ¿La suspensión del o los cuerpos como parte fundamental para que se suspenda todo lo que se va componiendo? ¿El caminar o el trasladarse en el espacio es una conexión con una parte del corazón de la obra? ¿Cómo la luz o la oscuridad nos ayuda a dibujar lugares que no se encuentran en la escena, pero sí en el texto? Preguntas que seguramente nos van a seguir ayudando a percibir nuestra escena”.

“Ser parte de todo este gran proceso me hace pensar aún más en los diferentes territorios, en un nosotros y nosotras, en las personas más allá de lo que podamos escribir o de lo que yo pueda escribir. Pienso en lo que (difícilmente) no se puede escribir ni con la palabra ni con un sonido ni con una imagen ni con el cuerpo. Me hace pensar en que no siempre hay una pequeña posibilidad para hablar, el poder decir algo dentro o fuera de escena, triste e injustamente a veces es un privilegio o cuestión de suerte. Yo misma, muchas veces, mi madre, mi abuela, mi prima, mi amiga, compañeras de universidad o de trabajo, no hemos podido hablar y pienso en cómo el silencio dentro de un texto o en el escenario –pero sobre todo atorado en la vida– es crucial y muchas veces lapidario”.

“Quiero pensar en la dramaturgia así, todo lo que se vive en el proceso, aunque las palabras no alcancen en mi intento de redactar. Imagino la dramaturgia como justamente eso, el poder imaginar siempre, imaginar –por ejemplo– que es posible una o varias voces en un escenario, el que fuese, y poder decir lo que el miedo opaca. A veces siento que mi pasión por la dramaturgia no es tanto lo que escribo, sino lo que veo, escucho, los otros y las otras”.

“Estudiar Creación Teatral desde las aulas de la Universidad de las Artes me ha abierto una puerta, intentar comprender el teatro ensayando desde el asfalto de la vida me ha desbaratado ventanas, me lleva a creer en una dramaturgia sensible. Intento atravesar la dramaturgia, conocerla con compromiso y ojalá aceptando mis errores”.

“’Las Pájaros’ inició con una frase que se la mostré al docente Diego Ortega: ‘Un cuarto celeste, una persona tiene secuestrado el mar…’. Ahora, con la ayuda de todos mis compañeras y compañeros mencionados (Dixon Tapia, Gabriel Mieles, Vanessa Vásquez, Jesús Sánchez, Juan Antonio Coba, Kimberly Rodríguez, Guillermo Argudo) es más que un texto, es nuestro intento de poder volar”.

Texto y fotos: colaboración Karla Guin, estudiante de Creación Teatral.
Las imágenes recogen los varios momentos que ha tenido el texto de la obra, el cual se leyó en la semana de la dramaturgia de la Fundación Teatro Nacional Sucre y consta en la colección “Cuadernos de Dramaturgia”, junto con las otras escrituras trabajadas en la residencia que la FTNS propició en el marco de la Fiesta Escénica de Quito 2024.

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