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Cristian Alvarado, mejor graduado de Literatura, y la experiencia de estar en una comunidad de imaginantes

El sábado 11 de diciembre de 2021, en la ceremonia de graduación de la Escuela de Literatura, la tercera de la jornada que realizó la Universidad de las Artes y que se dio conjuntamente con la Escuela de Artes Escénicas, a Cristian Alvarado Montalvo le correspondió dirigirse a sus compañeras y compañeros por ser el mejor puntuado de su promoción, por lo cual recibió la distinción magna cum laude.

El ahora licenciado de Literatura contó que le tomó por sorpresa saber que hablaría en la ceremonia de graduación y pensó que no era bueno para dirigirse al público y que hacerlo era una especie de premio-castigo.

También comentó que al tratar de rememorar los momentos más importantes en su experiencia en la UArtes, para trazar una ruta que vaya de lo personal a lo colectivo, inevitablemente surgieron tres imágenes: la inauguración de la Biblioteca como un momento crucial. En sus estantes halló algunos libros que trastocaron su manera de ver y pensar, como la lectura del Ferdydurke del escritor polaco Wiltold Gombrowicz, cuya influencia todavía se proyecta en estas breves palabras.

La imagen de sus compañeras y compañeros en las protestas de octubre del 2019. “Recuerdo cómo estudiantes de danza, teatro, música, cine y literatura se encontraron más allá de sus diferencias e inclinaciones para protestar en las calles desde sus diversas expresiones artísticas, a pesar de la represión y la violencia estatal, en solidaridad con el levantamiento indígena-popular que desveló el rostro profundamente agrietado de nuestro país y el agotamiento social contra la clase política entroncada en el poder”.

La imagen de la Red de Apoyo constituida por docentes, estudiantes y administrativos, “que en los momentos más críticos de la pandemia, siguieron creyendo en la solidaridad y en la empatía que ha constituido desde siempre el motor instituyente de nuestra comunidad universitaria”.

Y así estoy aquí, con algunas imágenes que resaltan parte de lo que creo que forma mi memoria afectiva con respecto a mi experiencia en la Universidad de las Artes. Por un lado, la afirmación que, por reiterativa que sea, no deja de ser menos cierta: me refiero a la relación entre arte y política, entre ética y estética. Y, por otro lado, la conformación de una comunidad diversa, solidaria y afectiva de la que me siento muy honrado de formar parte. Pues, es junto a ustedes, pensando con ustedes, que he podido reunir estas palabras que forman mi reflexión sobre qué significa para mí haber estudiado en una universidad pública con las particularidades de la UArtes.

Que no dejaba de pensar en la comunidad UArtes, como una comunidad de imaginantes, “en medio de un sistema universitario nacional desprotegido contra la arremetida del modelo colonial de la universidad global, dominado por el mercado y sus dispositivos empresariales y sus lenguajes burocráticos. En ese contexto, podemos decir que somos algo así como la loca de la casa, y ¡qué honor! De esa manera, quiero afirmar que la educación pública en artes, que esta universidad en particular, está trazando en el interior de nuestro sistema educativo superior, vías de circulación alternas para la interrogación crítica del arte, la cultura y la sociedad. 

“(…) Cuando pienso en la cuestión ética que nos involucra, me es inevitable imaginar a nuestra comunidad universitaria como un vendaval salvaje con el poder de azotar este mundo predecible, obtuso y correcto, como una fuerza que se propone desquiciar los modos y usos de una sociedad recubierta de falsas fachadas. Para romper la rancia sensatez de una razón utilitaria, para sabotear las falsas expectativas de una realidad uniformada por el mercado de ideologías y por la ideología del mercado”.

Cristian Alvarado dijo pensar en el momento que vivía no como la culminación triunfal de los estudios, “solo para seguir el camino trillado de obtener un título que certifique nuestro rango profesional, sino con el deseo de que esta experiencia común afirme nuestra plena voluntad de seguir ese instinto que nos trajo aquí desde el principio, esa vocación profunda que se construye día a día con trabajo y sacrificio, esa intuición que nos llevará a las zonas más oscuras y vivaces, donde oponerse a la falsa madurez de esa caricatura tecnócrata del empresario de sí, trasluce esa energía  y lucidez vital de los que se resisten a crecer si crecer significa vivir confortablemente en el marasmo, la rutina y el acomodamiento (…)”.

El mejor graduado de Literatura concluyó agradeciendo profundamente “a todas y todos aquellos que conforman esta joven e inmadura comunidad llena de fuerza y convicción para imaginar otras formas de vida posibles. Quiero agradecer a mis docentes por toda la energía desplegada en estos cinco años, por habernos acompañado y apoyado con cariño en nuestras diferentes rutas, por su compromiso y calidez. A nuestras autoridades democráticamente elegidas, que reafirman con su gestión un espacio diverso y comprometido con los saberes artísticos como formas de conocimiento indispensables para el devenir contemporáneo. Y, sobre todo, a mis compañeros y compañeras por su increíble esfuerzo en condiciones adversas, por enseñarme que estudiar en artes es, sin duda, también una manera de crear comunidad, una comunidad de imaginantes que nos enseña a resistir y desear otros mundos posibles”.

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