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Vicerrectora Olga López repasó, en ceremonia de graduación, las 34 tesis desarrolladas por los maestrantes

Antes de iniciar lo que señaló un recuento de las 34 tesis de grado de los maestrantes que el sábado 11 de diciembre de 2021, en ceremonia desarrollada por la UArtes en el MZ14, recibieron su título de cuarto nivel, la doctora Olga López, vicerrectora de Posgrado e Investigación en Artes, planteó algunas interrogantes, que fue respondiendo detalladamente.

Señaló luego que la Escuela de Posgrados inició con dos maestrías como un perfil transdisciplinar: Políticas Culturales y Gestión de las Artes, y Fotografía y Sociedad en América Latina, las cuales marcaron el reto de generar programas autofinanciados y gestionar un abanico de docentes nacionales e internacionales que cumplieran con las expectativas académicas de los maestrantes.

Nos encontramos, dijo, para celebrar la graduación del segundo grupo de los maestrantes de esas primeras cohortes. “A la vez, la escuela expendía sus posibilidades y oferta otras dos maestrías: Composición Musical y Artes Sonoras, y Escritura creativa. Esta última verá ingresar sus estudiantes en titulación a principios del próximo año, mientras que hoy graduaremos a quince maestrantes de Composición Musical”.

La doctora López reveló que los posgrados se siguen ampliando, ya que hace algunas semanas fue aprobada por el CES, la maestría en Artes Visuales y Nuevos Medios y se espera la aprobación de la maestría en Cine Documental prontamente.  

Agregó esperar que las maestrías se conviertan en ecologías propicias para la generación de conocimiento en artes y para facilitar su circulación y distribución. “En ese sentido, ¿cómo aportan los maestrantes que hoy se gradúan a la producción de conocimiento en artes y a apuntalar a la universidad como un referente de pensamiento?”. Para responder esa y otras inquietudes, la Vicerrectora hizo un repaso de las 34 tesis de grado, “que por su carácter de cuarto nivel buscan plantear nuevas preguntas y forzar el pensamiento hacia sus propios bordes, para así intentar una transformación de lo real”.

De la maestría de Fotografía y Sociedad en América Latina se gradúan Richard Castro, Mélida Coello y Santiago Poza. El primero se plantea un problema interesante: el riesgo y el miedo frente a la invidencia de un artista visual, en un tono biográfico. El segundo explora el terreno de la otredad a través del rol femenino en la historia del arte y, en particular, en la historia de la fotografía. El tercero pone voz a otro grupo silenciado: los migrantes venezolanos en Guayaquil; a través de un grupo focal busca explorar el malestar de la migración forzada y expresar, con un ensayo fotográfico, todo aquello que los cuerpos del éxodo o del exilio pueden y quieren decir.

La maestría en Políticas Culturales y Gestión de las Artes gradúa a 16 maestrantes. “En el mismo espíritu de las tesis anteriores, es decir, la consciencia social y el pensamiento crítico, Paulina Alvarado se propone estudiar los centros de reclusión y reconocer el impacto de los colectivos artísticos en estos espacios”.

David Barón retoma un problema latente en varias ciudades, el arte urbano, la estetización de la ciudad de Bogotá y las políticas públicas de las últimas alcaldías de esa ciudad. Leslie Bueno estudia la estación del ferrocarril del municipio del Naranjito y cómo se gestiona en tanto que bien público y patrimonial.

Cristian Cortez se pregunta por la oferta cultural y artística de las universidades ecuatorianas en un contexto en el cual lo público se ve desfinanciado; el diagnóstico le permite cuestionar el ámbito universitario para que este asuma su rol como activador de las artes y la cultura, lo cual no puede dejar de lado el compromiso del Estado con las universidades.

Alejandra Daza, desde su práctica artística, indaga las políticas públicas para la danza y la necesidad de crear escenarios propicios en Guayaquil para que ellas prosperen. A partir de un lugar emblemático, San José de Ancón, en la provincia de Santa Elena, Galo Lozano reflexiona sobre el decreto de Patrimonio Cultural ejecutado entre 2008 y 2010 con el fin de reconocer la intercultural, la plurinacionalidad y el Buen Vivir para desde allí generar políticas públicas.

A partir de su propia práctica como gestora cultural, Omaira Moscoso se plantea el rol de los cinesclubes en Guayaquil y, en particular, en zonas marginales, para ponerlos en relación con el fenómeno mismo del cineclub latinoamericano. Esto le permite generar un testimonio documental de esta práctica educativa en/por/para el cine.

Yanet Pérez aborda un tema que dialoga con el precedente. Ella se interroga por el consumo cinematográfico de los adolescentes. Para esto hace trabajo etnográfico con un grupo focal y evidencia los gustos e intereses de esta comunidad que se aleja del cine local. María Ochoa explora otros públicos: aquellos de las artes escénicas, por tanto, su trabajo propone diseñar una ordenanza pública que fomente la creación de públicos para estas artes vivas en Cuenca.

Sandy Román se inquieta por el lugar de las artes escénicas en el mundo de Telépolis. Constata cómo el acontecimiento teatral ha venido cambiando y se propone diseñar una plataforma para disfrutar del teatro en entornos virtuales. Rosana Riveros asume el debate de la cibercultura y plantea la relación entre pedagogía musical y nuevas tecnologías. Altaira Rojas busca crear una herramienta para la enseñanza-aprendizaje del lenguaje cinematográfico en entornos virtuales.

Valeria Valarezo busca pensar el cuerpo femenino en el arte y demostrar cómo este ha sido el campo de batalla del arte en las últimas décadas; explora el videoarte ecuatoriano para entender las condiciones sensibles de este soporte. Ana Soledad Yepes aborda un tema que ya resuena en varias tesis actualmente y es el rol de la mujer en las artes y en particular en la industria del cine.

Luis Vallejo, desde una visión claramente política y en pro de una defensa de lo colectivo y comunitario, se interroga por las condiciones de gestión de tres casas culturales en Quito y su rol como espacios de acogida en las luchas de octubre de 2019. Rossana Zurita se concentra en un tema que nos afecta a quienes vivimos en Guayaquil: la concepción de espacio público que rige a esta ciudad desde una administración que se inventa ordenanzas y normativas acomodadas al término de “regeneración urbana”, para así justificar expulsiones y discriminaciones en el espacio público (…).

Un abanico experimental

De la maestría de Composición Musical y Artes Sonoras, la doctora Olga López anotó que esta abre un abanico experimental y un escenario para la generación de conocimiento que vale la pena enfatizar. Entonces, antes de hacer el recuento de las tesis de grado de sus maestrantes, reveló haber contado con la ayuda del coordinador de la carrera, doctor Rafael Guzmán, a quien agradeció.

Adrián Rodríguez Maldonado compone una pieza que gira en torno a las características del nacionalismo musical académico ecuatoriano, las cualidades técnicas e interpretativas del pífano y la mixtura con el cuarteto de cuerdas, para dar como resultado una expresión musical de sonoridades andinas. Darío Rodríguez Maldonado, un quinteto de vientos de estilo nacionalista académico que consigue una hibridación entre la música académica occidental y varios géneros ecuatorianos. Y Marilén Anciani propone una obra que parte de la extensión de la forma sonata para la creación y desarrollo de un discurso original rapsódico de lenguaje musical propio.

Nelson Ortega Cedillo elaboró una obra en tres movimientos estilizados con técnicas compositivas y contemporáneas y elementos indígenas ecuatorianos. Lenin Burneo aborda un género muy conocido y popular en el Ecuador: el pasillo, símbolo de identidad de la nación, que cuenta con composiciones de innumerables músicos, tanto académicos como populares. Y Daniel Achig escribió una pieza en cuatro movimientos para cuarteto de guitarras que busca recrear el estilo musical del compositor Luis Humberto Salgado.

Hugo Jefferson Gómez realizó una composición para trombón tenor y electrónica que explora íntimamente las posibilidades tímbricas de este instrumento y su aplicación en conjunto con las nuevas tecnologías. El trombón se procesa en vivo y se combina con grabaciones tomadas de la cotidianidad de Cotacachi (paisajes sonoros).

María de los Ángeles Herrera hace sinergia entre las sonoridades producidas por instrumentos precolombinos, la voz y la utilización de medios digitales, mediante la exploración del timbre de los instrumentos, sus posibilidades acústicas, la improvisación sobre los mismos y el uso de cadenas de procesos digitales aplicados. Camilo Sánchez ofrece una composición estilo metal progresivo para guitarra eléctrica (siete cuerdas), bajo eléctrico (seis cuerdas), teclados, batería y voz, con influencias de distintas agrupaciones contemporáneas. Y David Sarmiento, una suite para power trío, un compendio de composiciones que integran diversos elementos de distintos puntos de vista armónicos, ya sean tonales –como la armonía contemporánea y la armonía negativa– o atonales –como el concepto de movimiento simétrico–, generando así una sonoridad funcional compleja que denominamos armonía mixta.

Megan Wong propone un emocionante recorrido por el camino de la composición en función de la imagen dentro de las tres escenas de la película Matovelle. Haciendo uso del concepto de acusmática, fue complementado con la propuesta de un leitmotiv para el personaje principal: Julio María Matovelle. Ángel Johann García, culmina su proceso con una obra polifónica a dos voces (contralto y tenor) y cuatro instrumentos (flauta, violín, guitarra clásica y bajo eléctrico), no tradicionales en la iglesia, sin embargo, creada con fines litúrgicos para las congregaciones evangélicas de Guayaquil. Y Alejandro Suntaxi propone una composición de jazz modal utilizando ritmos desarrollados en la música autóctona y tradicional ecuatoriana.

Gabriela Manzo toma de referente el trabajo de Juan Luis Guerra y plasma la estética de diferentes corrientes musicales, como la armonía contemporánea y los arreglos interculturales que aplican recursos musicales de Centroamérica y características del jazz norteamericano. Sergio Lázaro Mejía presenta tres obras que fusionan la electrónica, el rock y el jazz, basadas en la técnica del live looping. Se genera una relación entre lo íntimo y lo colectivo, con una instrumentación tecnológica.

“(…) Estos son algunos de los ejes que demuestran la riqueza de nuestros graduados de posgrado y cómo desde aquí se empieza a delinear una historia que seguro posicionará a artistas, gestores culturales y teóricos de las artes, en la escena nacional y regional. Felicitaciones a todas y todos por este logro formativo y los mejores deseos en los nuevos proyectos que emprendan”, concluyó la Vicerrectora de Posgrado e Investigación en Artes.

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