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Marcelo Soria obtuvo su licenciatura en Cine; la estudió gracias a la música

“Mi plan original era estudiar música, el problema fue ser testarudo. La cosa está así: en el mundo de la música hay que ser disciplinados y seguir un ritmo de aprendizaje impuesto por la academia. La música es un lenguaje que considero muy mío, así que fue difícil empatar mi ritmo de aprendizaje y el ritmo de la academia que era mucho más lento y rígido. Así que decidí seguir como autodidacto y aprovechar en la Universidad de las Artes la posibilidad de expandir mi área de acción de manera formal, puesto que ya venía haciendo proyectos audiovisuales incluso antes de entrar a Cine”.

Con esta respuesta a la pregunta de qué lo llevó a estudiar Cine en la Universidad de las Artes se inicia el diálogo con Marcelo Soria Vargas, quien el 5 de septiembre defendió su tesis de grado, obteniendo 10 en todo. InfoUArtes lo contactó para conocer de cerca su trabajo final, así como cada de sus procesos en la preparación académica que culmina, apuntalada esta, según confesó, en su pasión, autodescubrimiento y enfoque único para la música y el cine.

“Hay una condición que muchos músicos me afirmarán: la música te elige, tú no a ella. El mejor proceso es la curiosidad, y también el más caótico. Para contrarrestar ese caos, hay puntos en la ciudad que me permiten un momento de tranquilidad (pocos en Guayaquil, pero los hay). Desconectarme me permite pensar en las escalas, texturas, armonías, metáforas. Cabe aclarar que mi musicalidad se encamina a los arreglos, a la música instrumental. No soy un compositor de canciones, aunque me encantaría. Así que cada vez que pienso en música pienso en una frase musical que luego escribo o memorizo y paso al DAW a explorar posibles texturas, arreglos e incluso imágenes: veo cortometrajes o directamente películas para inspirarme; las texturas y las emociones están ahí, solo hay que descifrarlas y re-contextualizarlas”.  

¿Cuál fue el tema, el desarrollo, la investigación y los procesos de su proyecto de tesis? Soria inicia su respuesta con otra pregunta: ¿La insignia de la UArtes es la rebeldía no?, no es la oficial, pero ahí siempre está. Y todo el mundo está tan ocupado en la universidad explorando las vanguardias y hablando esos lenguajes, que pensé: “ya hay gente trabajando en ello, uno más, seguro no hace diferencia. Así que me voy por otro lado”. Incluso en el inicio de mi defensa lo mencioné: “Hay vida afuera de las vanguardias”.

El cine ecuatoriano pasa por un momento particular: por un lado, la mayoría de rodajes pasa por grandísimas dificultades a la hora de financiarse, y la “industria” que hemos construido, ofrece en su mayoría unas exploraciones increíbles en lo que arte se refiere. Lo cual está bien, pero para mí, falta el otro lado de la moneda. Para mí, el entretenimiento dedicado a masas es una parte fundamental de la maquinaria del arte, una relación simbiótica entre entretenimiento y arte, pues el entretenimiento aporta escalabilidad financiera al medio artístico, y el arte beneficia al entretenimiento dándole nuevas perspectivas, nuevas ideas y nuevas estéticas. Es un ganar-ganar que requiere financiamiento para ser realizado.

Las sociedades pasan por un terrible momento en el que están capturadas por la inmediatez de lo absurdo, en el espectáculo de la pavada, y pienso que la música puede ayudar al lenguaje audiovisual a acercarse a ese público capturado por lo absurdo sin ofrecerle algo absurdo, sino algo llamativo. Es cuestión de crear puentes, ese fue mi enfoque. No acercarse al sujeto capitalista-capitalizado es, para mí, imperdonable de nuestra parte.

La propuesta de Soria fue el análisis de la música cinematográfica, cuyo proceso fue largo, según anota. “Coincidió con mi mudanza a Quito y tuve que abandonar una vez la tesis. Eso me dio tiempo para hacer una investigación más profunda y detallada, a costa de que en vez de un semestre me tomase un año”. 

Camino inesperado, pero emocionante

Revela también que como ya había estado involucrado en proyectos audiovisuales antes de ingresar a la carrera de cine, su pasión por ya estaba arraigada en su vida antes de tomar la decisión de estudiarlo de manera académica. “La música me llevó al cine”, reflexiona y agrega: “Fue un camino inesperado, pero emocionante”.

¿Cómo evalúa su trayecto como estudiante? Bastante regular por mi parte. Los profesores hicieron lo que pudieron conmigo, todo lo demás se lo debo a mi falta de temple y dedicación. También tengo que decir que fue enriquecedor al máximo: hay una constante que considero importante y que lo recordé mientras defendía mi tesis: el momento de más aprendizaje es el examen; una prueba te pone las ideas en su lugar, las encaja a fuerzas o, mejor dicho, te hace encajarlas porque evidentemente no quieres reprobar. Así que los momentos que más aprendí fueron los periodos de evaluación. No siempre me dieron 10. Pero lo importante no fueron los 10, sino desarrollar la claridad necesaria para entender los procesos intelectuales, que a su vez devienen en procesos creativos.

¿Cuáles fueron los aspectos más desafiantes de su programa de estudios? Académicamente quizás las clases con Pilar Gavilanes, pero eso es solo una anécdota. Lo realmente fuerte fue la exigencia de ser un cinéfilo empedernido. Por supuesto que me gusta el cine, pero yo no estaba al nivel de los estándares de la carrera, pues aquí se respira cierto esnobismo, sobre todo, al principio de la carrera, y me costó mucho tiempo asumirlo. Aunque a veces roza lo extremo, es importante todo ese conocimiento, las referencias lo son todo. Lo chévere de ese esnobismo del que hablo es que se va cayendo con el avance de los estudiantes en la carrera y a su paso va dejando ideas increíblemente maduras y bien asentadas.  

Hoy en día, Soria trabaja en el marketing y la publicidad de la industria del cine. Sin embargo, sigue siendo apasionado por el sonido y la música para el cine, por lo que planea poner en práctica lo que ha investigado. “Es mi manera de balancear: con un pie en el hacer y otro en el pensar. Aun así, mis investigaciones futuras seguirán la senda de la música”.

Lo anecdótico y los saberes puestos en práctica

¿Alguna anécdota memorable o experiencia enriquecedora? En lo académico fue pasar por la ayudantía de cátedra. Jamás he sido el mejor explicando cosas y esa experiencia me dio lo suficiente para entender cómo funciona esa transmisión de información entre un estudiantado y un profesor, rol que para mi suerte tuve que asumir un par de veces.

¿Qué conocimientos adquiridos en la UArtes lleva a la práctica en su trabajo diario? Los saberes que tienen una aplicación práctica inmediata. El oficio y el saber hacer es importante. A quienes lean esto y estén en la carrera aún, pilas con los saberes manuales. El mundo de la filosofía es un mundo de pasión y no hemos hallado aún la fórmula para hacer de la pasión una renta. ¿Qué esa sea la dirección a la que debemos apuntar? No lo sé. No lo creo tampoco, pero mientras tanto vivimos en este mundo y es lo que hay.

¿Cuáles son sus objetivos profesionales? La enseñanza universitaria me gustó mucho, así que pienso seguir un posgrado en el exterior para ejercer como docente en toda regla, sin olvidar, por supuesto, la práctica del sonido para el cine y en general; siento que ahora más que nunca tiene tanto que enriquecerse con las herramientas de inteligencia artificial que estamos viendo. Quizás ese sea otro tema de investigación. O, mejor aún, de ejecución.

¿Cómo describiría el estado actual del cine y las oportunidades para los profesionales de cine? Me sostengo en que al medio le hace falta caminar entre dos aguas, el arte y el entretenimiento. No con un enfoque capitalista, pero si de una forma lo suficientemente capitalizable para poder darle continuidad a nuestra misión de artistas: la misión de conocer este mundo mejor que nadie para hacer de este camino un camino más llevadero de transitar.

Texto: Eleinn Ewmanothva Rivera Solís, estudiante de la Escuela de Literatura.
Fotos: Secretaría Académica UArtes.

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