“¿Qué palabras puedo ofrecerles ahora que logren condensar los sentimientos de haber finalizado esta etapa de nuestras vidas?”. La magíster en Cine Documental Paola Espinoza Salamea inició con esa interrogante su intervención en la ceremonia de graduación en la que recibió junto con sus compañeros de carrera el título de cuarto nivel. Con ellos, los hoy también magísteres en Artes Escénicas, Composición Musical y Artes Sonoras, Fotografía y Sociedad en América Latina, y Políticas Culturales y Gestión de las Artes.
“Lo primero y lo más obvio, creo es el alivio de haber escrito la tesis. Ya sea esas 8.000 palabras sobre el proceso creativo, o la investigación teórica de 24.000 palabras (para quien se haya animado a escoger esa opción). Y claro, todo con las respectivas citas al estilo Chicago. Ese alivio no es menor porque es un cierre formal, pero sabemos que detrás de eso hubo muchos días de escritura con dudas, de materiales que no encajaban, de intuiciones que no sabíamos cómo ponerlas en la computadora”.
Lo segundo y menos obvio, agregó, es haber encontrado personas que hacen arte desde lugares profundamente honestos. “Creo que, a diferencia de otras disciplinas más tradicionales, donde se espera que haya respuestas claras y concretas, en las artes, y especialmente en el cine documental, el proceso se mueve entre la incertidumbre y la búsqueda constante, en un proceso de gran vulnerabilidad”.
“Hemos tenido que estar dispuestxs a hacer y deshacer ideas. A mirar nuestras propias historias, y la de nuestros compañerxs, con una atención particular. Muchas veces, eso implicó acercarse a zonas sensibles, incluso dolorosas, y donde no siempre fue fácil saber qué hacer con lo que aparecía”.

“En ese sentido, agradezco el acompañamiento de docentes y tutorxs que nos ofrecieron sus comentarios con mucho respeto y generosidad”.
“Y claro, este logro no es solo el resultado de un trabajo individual, sino que está sostenido por cada conversación en clase, por cada comentario que nos hizo ver algo que no habíamos considerado, por cada película que vimos juntxs y que nos dejó pensando, que nos incomodó o que nos inspiró”.
“Pero creo también que es importante estar conscientes de que esta experiencia no ocurrió en un contexto cualquiera. Mientras estudiábamos, el mundo seguía su curso convulso. Ahora mismo estamos viviendo tiempos marcados por múltiples crisis: políticas, sociales, ambientales, afectivas”.
“Tiempos donde los gobiernos enaltecen al individuo y lo privado, y poco a poco se desmantelan las redes colectivas, los vínculos, lo público. Tiempos en los que estamos normalizando lo insoportable: genocidios en curso, desapariciones forzadas… de niños, desigualdades que se profundizan. Y digo esto no como algo ajeno, sino porque esta realidad nos atraviesa y porque tenemos que estar conscientes constantemente de que no hacemos cine desde una burbuja, sino desde este presente que nos afecta”.
Formarse en artes es también una forma de resistencia
“Por eso creo profundamente en destacar la importancia de que esta ceremonia esté pasando en una universidad pública. Porque a veces se nos olvida que estudiar y que estudiar artes es un derecho, no es un pasatiempo o solamente una pasión que perseguimos, es un compromiso que hacemos por escuchar y dar voces a todo lo que nos rodea. Yo personalmente no hubiera podido estudiar esta maestría de otra forma”.
“En un país donde estos espacios están cada vez más amenazados, formarse en una Universidad de las Artes es también una forma de resistencia. Aquí aprendimos no solo a filmar, sino a mirar. A pensar críticamente. A escuchar con atención. A preguntamos para qué hacemos cine, desde donde lo hacemos y con quienes”.

“Parte de esas preguntas también surgieron en la experiencia de estudiar en Guayaquil. Muchas veces, entre compañerxs, conversamos de lo significativo que es estudiar en una ciudad y un espacio descentralizado, más aún en un país donde muchas veces el conocimiento y oportunidades se concentran en pocos lugares. Aunque gran parte de la maestría fue en modalidad virtual, tuvimos que mirar esta ciudad con otros ojos, dejar atrás ciertos prejuicios que tralamos casi sin darnos cuenta-y construir una relación nueva con este territorio”.
Casi al final de su discurso, Espinoza anunció que compartiría con los presentes el extracto de un correo que enviamos a nuestro director, antes de viajar por primera vez a Guayaquil: Querido Manolo, quisiéramos saber horarios, medidas de seguridad y alguna recomendación de viviendas para quienes viajaremos al puerto. Nuestras familias están preocupadas al escuchar tantas malas noticias en Guayaquil….
“Bueno, al siguiente día de llegar estábamos todxs juntxs caminando en las calles del centro por la noche y creo que puedo decir, sin exagerar, que le hemos cogido cariño a esta ciudad dejando ese miedo constante que nos infunden por las noticias”.
“Por último, gracias, de verdad, a quienes hoy se dan el tiempo de escuchar estas palabras. Estoy segura de que muchxs otrxs compañerxs habrían podido ofrecerles palabras más sabias, más lúcidas, o más precisas”.
“Pero hoy me toca a mí, y hablo desde este lugar de tránsito, con la esperanza de que lo que lo que aprendimos aquí no se va a quedar en las aulas ni en las tesis, Que nuestros proyectos están comprometidos con lo que está pasando, con las comunidades indígenas, con los grupos feministas, ambientalistas, animalistas y muchos más. Que nuestro arte pueda sembrar preguntas donde todo parece cerrado. Que sigamos haciendo a pesar de todo, y sobre todo: juntxs…con generosidad”.