En el aula 205 del Pabellón Pablo Palacio, ubicado en el antiguo Palacio de la Gobernación, campus centro de la Universidad de las Artes, un hipopótamo nada con paciencia en el río de la creación. No es un animal real, sino una metáfora que se ha convertido en símbolo de resiliencia y persistencia: Ediciones Hipopótamo. Su nombre remite a la historia de José Rodríguez Lavandera y su fallido intento de cruzar el río Guayas en un sumergible bautizado con ese mismo nombre. Aunque el proyecto se hundió, la imagen sobrevivió como emblema de resistencia frente a la adversidad.
Así nació, entre 2015 y 2016, esta editorial universitaria. Su origen se encuentra en el itinerario de edición y creación de la carrera de Literatura, cuando los cursos de edición comenzaron a abrir un espacio pedagógico y colaborativo para que los estudiantes pudieran involucrarse en proyectos reales. Desde entonces, El Hipopótamo ha ido dejando huella en las aguas de la literatura, moviéndose lento, pero con firmeza, sin prisa, pero sin pausa.
Uno de sus primeros logros fue el “Catálogo de Ilustración Guayaca”, al que se sumaron publicaciones como “Animalia”, una curaduría de cuentos de Horacio Quiroga realizada por Nicole Suárez; “Sal del Tiempo” de Omar Balladares; “Diario de piedras” de Andrés Landázuri; y, recientemente, “Cuerpario” y “Oralístico” de Melissa C. Quiroz.


Cada título se ha convertido en testimonio del esfuerzo colectivo que late dentro de los talleres, a pesar de las limitaciones financieras, dado que se mandaban a imprimir a otras imprentas con el sello de la editorial, pero todo eso cambio cuando se invirtieron en la maquinaria necesaria para que se comenzara a imprimir sus propios libros sin más contratiempos.
En este espacio, las máquinas de impresión, encuadernación, coladora y plastificado se convierten en cómplices. Todas llevan nombres de reinas: la guillotina, por ejemplo, se llama María Antonieta. “Cada máquina es parte del proceso, una especie de personaje dentro de la historia”, cuentan los estudiantes, quienes reconocen que los errores en los libros betas, los imprevistos y los accidentes de impresión o de encolar se transforman en aprendizajes.
El taller de edición no solo imprime libros, sino también experiencias. Entre anécdotas, páginas mal cortadas y el olor a pegamento quemado, los estudiantes de Literatura, Artes Visuales y Artes Musicales confiesan que se trata de un espacio dinámico, donde teoría y práctica se entrelazan en un mismo cuerpo. “Fue enriquecedor manejar la parte de la impresión, equivocarse y volver a intentar. Al final, de eso se trata aprender a editar: de resistir como el hipopótamo”, compartió María Paulina Briones, docente de la Escuela de Literatura.



En este 2025, el proyecto sigue creciendo. La Escuela de Literatura organizó nuevas convocatorias, como el Taller de Procesos Editoriales, coordinado por María Paulina Briones y dictado por Eduardo Vélez. Allí, los estudiantes trabajaron en la producción de “Umbrales” y “Trapitos sucios”, enfrentándose a los desafíos de planificación, maquetación, encuadernación con fechas marcadas entre agosto y septiembre, en reiteradas veces han estado contra reloj, y es fascinante la dedicación de los estudiantes que se quedaron hasta tarde junto a las docentes: María Paulina y María Cecilia Velasco, emplasticando hasta el último ejemplar previsto en el proyecto.
El hipopótamo continúa su marcha lenta, arrastrando su cuerpo pesado por el río de los días. En cada paso deja un surco de tinta y papel que se convierte en memoria impresa. Así, esta editorial universitaria se consolida como un laboratorio de innovación pedagógica y un testimonio de que la creación necesita tiempo, cuidado y resistencia. Porque un libro, como un hipopótamo, no se hace corriendo: se hace nadando contra la corriente. Además, el proyecto sigue vigente en este mes de septiembre.
Texto: Eleinn Rivera, estudiante de la Escuela de Literatura.
Fotos: tomadas de la cuenta de Instagram de @hipopotamoedicion







