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En conversatorio, maestrante UArtes Amanda Chávez detalla sus procesos y propone debatir el quehacer musical

Amanda Chávez cursa la maestría de Composición Musical y Artes Sonoras en la Universidad de las Artes y el pasado 14 de octubre participó junto a la historiadora y música Jenny Estrada y la compositora y pianista Blanca Layana en el conversatorio “Compositoras ecuatorianas: Reflexiones sobre sus retos y desafíos contemporáneos”. Este fue parte de las actividades de la sexta edición de Piano ma non solo, organizado por la Escuela de Artes Sonoras.

En su intervención, Chávez mencionó que ante las maestras Estrada y Layana se encontraba frente a sus dos profesiones: la historia y la música, y seguidamente leyó un artículo con breves rasgos de su experiencia como música. “Quiero hablar de mi proceso musical, mi catarsis y retroalimentación en cuanto a mi experiencia musical”, dijo. 

A continuación un extracto del texto que Amanda Chávez preparó para el conversatorio: Nací y crecí en la ciudad de Guaranda, provincia Bolívar. Cuando decidí estudiar música, entré a un conservatorio muy prestigioso de Quito. Mi llamado hacia la música fue estrechamente profundo, sintiéndolo ya desde temprana edad; sin embargo, por ser de pequeña provincia, no pude acercarme a la música prontamente. De ahí que mi primer vínculo “real” al piano, en particular, fue cuando cumplí 18 años.

Buscando el camino de aprender música

Por aquel entonces, no sabía nada de música y no entendía por qué me gustaba tanto. Quería hacerlo desde un impulso interno. Desde ese momento fui buscando el camino de “aprender música”. Ingresé en un sistema de aprendizaje musical muy riguroso: estudiar largas horas diarias para poder “cumplir” con el programa requerido de la escuela musical; tocar obras de los “grandes compositores universales” de la época barroca, clásica, romántica, impresionista y contemporánea. 

 Así pasé algunos años estudiando música, sin entender para qué y por qué lo hacía de ese modo. Mi estudio estaba orientado hacia el cumplimiento de un cronograma institucional, sin ese amor por la música que había descubierto cuando era niña. Comencé entonces a sentir un poco de tedio, ya que la mayoría de la práctica musical era técnica pianística.

No dejaba de pensar que la música ya no tenía el mismo sentido primigenio de disfrute (…). Fui olvidando, en definitiva, el primer impulso instintivo del querer hacer música. Esto se agudizó por el hecho de que todos los espacios educativos en los que llegué a estudiar tenían una misma metodología. Pese a que había aprendido mucho de técnica musical, lectura musical, armonía, estilos, etc., no sentía tranquilidad al momento de tocar el piano. Debido a que me preocupaba el equivocarme, no sentía gozo con lo que estaba haciendo. En ese entonces descubrí que algo andaba realmente mal, sin saber si eso radicaba en mí como persona, o en el sistema educativo musical que recibí.

Entorno musical no propicia la reflexión

Hay que señalar, en primer lugar, que nuestro entorno musical no propicia una reflexión a preguntas relacionadas con el significado de ser músico: ¿para qué?, ¿con qué objetivo?, ¿para quién? Simplemente se da por sentado que, como músicos, debemos transitar toda la formación musical (épocas, compositores, estilos, teoría musical, técnica, armonía, etc.) sin ahondar en el acto (…).

Otro de los problemas originados durante mi desarrollo musical tuvo que ver con la expectativa de “hacer carrera”. Esta expresión designa el ideal de acceder a espacios de mayor reconocimiento: tocar en orquestas o grupos de renombre, ganar concursos, acceder a ensambles de mayor nivel, trabajar duro para obtener una recomendación del profesor, etc.

Hablemos de otro de los aspectos cuestionables de mi proceso de aprendizaje musical. Lo primero que me enseñaron en los establecimientos educativos fue el ser “intérpretes”. Sin embargo, vale la pena preguntarse nuevamente: ¿sabemos exactamente qué significa ser intérprete de música?, o, por lo menos, ¿nos hemos preguntado alguna vez qué significa ser intérprete? Obviamente, al no estar explicada la razón de ser intérprete, esta actividad también se desvió de la razón primordial de hacer música.

Cuestionarnos nuestro quehacer musical

(…) Es verdad que podríamos abordar muchas cuestiones relacionadas al estudio musical; sin embargo, considero que tratar por lo menos los planteamientos antes expuestos nos llevará a cuestionarnos nuestro quehacer musical. A mi parecer, resulta necesario hacer una profunda reflexión en torno a lo que implica ser músico objetivamente, a la finalidad de estudiar música

Porque creemos que en algún momento sentimos una atracción profunda por los sonidos, porque se supone que disfrutamos, porque es necesario en nuestras vidas para expresarnos. En fin, lo que planteo es abrir el debate en torno al quehacer musical reflexionar sobre para qué, por qué y para quién hacemos música.

En la imagen principal consta la instalación del conversatorio en la Biblioteca de las Artes. Amanda Chávez (izq.) junto a Jenny Estrada (c) y Blanca Layana. La docente Zoila Cevallos, de la EAS, realiza la presentación de la actividad.

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