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Micrófono Abierto con los colectivos y la gestión independiente de la cultura

Para explorar los modelos de gestión para el arte y la cultura que cohabitan en Guayaquil, el 3er Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura organizado por el Observatorio de la UArtes inició la primera de sus tres jornadas, programadas del 21 al 23 de junio, con Micrófono Abierto, espacio que invitó a los representantes de diversos proyectos a compartir experiencias, retos y aportes.

A las 09:00 de este miércoles 21, con Altaira Rojas, de Vinculación con la Comunidad UArtes, como moderadora, tomaron la palabra Miguel Cantos, director del Instituto Cultural Nuestra América (ICNA); Eduardo Espinoza, de Butaca Paradiso; y, Marcelo Leyton, del Teatro Arawa.

La sostenibilidad de la actividad artística y cultural en Guayaquil fue el tema de apertura. Espinoza, un psicólogo que se confesó apasionado por el mundo del arte, definió a Butaca Paradiso como una iniciativa cultural relacionada con el cine y la literatura, donde –con Cámara, butaca y acción– forma a jóvenes para que hagan su propia película. Indicó que en el inicio de la pandemia las actividades no solo quedaron detenidas, sino que le causó la incertidumbre de continuar o no, pero la pasión pudo más. Como muchos, se mudó del espacio físico al zoom y continúa así.  

Leyton, quien además de ser parte de Teatro Arawa es docente UArtes y se considera un teatrista “porque toca desde limpiar los espacios hasta escribir los textos recreados en escena”, respondió ahondando en la necesidad de instituciones, pues no hay actividad artística y cultural que no se mueva y tenga una que abra las puertas. “Las actividades tienen que convertirse en proyecto y de allí en procesos. Así se suman complicidades”, refirió, reflexionando en que la base de todo es la gestión y encontrar los recursos. “Las instituciones públicas tienen que invertir. Nuestra labor debe ser visibilizada de otra manera”.

Coincidiendo en el tema de la COVID-19 contó que la agrupación el Gran Teatro de Monte Sinaí, que formó en ese sector de la ciudad, llegó a tener 16 funciones y que después de pandemia los mismos integrantes quisieron retomar y como institución hay que darles respuesta.

“Las actividades con y sin auspicios van a estar presente en Monte Sinaí gracias a la Fundación Misión Alianza, la cual tiene un festival allí y hace gestión”, anotó y reveló que se atrevió a realizar también uno de teatro, el cual tuvo dos jornadas. “Ir tejiendo esas complejidades y trabajando desde ahí podemos fortalecer las actividades. Tras la pandemia centrarnos en un lugar cerrado, no, tenemos que invadir el espacio público y habitarlo de otra manera, con la gestión cultural”.

Cantos, quien es historiador e investigador y cursó un programa de maestría en la UArtes, también estimó que la institucionalidad era importante, pero no el fin. “Es una herramienta que nos permite navegar por otros circuitos”. Qué tan fácil o difícil es hacer cultura, se cuestionó, considerando que es una dualidad que se marca en el contexto de pensar en qué sectores queremos estar, “en los convencionales o crear otros espacios que nos permitan repensar el papel de la cultura y los actores”.

El ICNA, manifestó, no recibe fondos y adoptó el concepto de economía cultural colaborativa con lo cual se busca sea autosustentable y autosostenible con las propias dinámicas de los sectores culturales “que nos acompañan en los procesos y a quienes acompañamos”. De lunes a viernes tienen talleres de pintura y de grabado, presentan libros y tienen conciertos de heavy metal. “Tratamos de vincularnos con esas dinámicas. Lo interesante es determinar con qué sectores nos conectamos para poder generar. No tenemos que ser parte de los mismos circuitos culturales, sino buscar otros elementos propios de la ciudad”.

La historia y su difusión siempre ha sido vista desde las alturas y lo han podido bajar repensando la ciudad, las entidades, tradiciones y cotidianidades, y creando otro público que también esté interesado en la historia. Como todos, señaló, en algún momento siempre hubo personas que les dieron la mano para ir creciendo culturalmente en base a esa reciprocidad.

¿Han tenido apoyo desde esa perspectiva de la gestión cultural?, cuestionó Rojas. Leyton respondió que en pospandemia –y aún ahora– fue complejo y desafiante. Pensaba que gestión era solo recursos económicos y no, también son los espacios en los que se puede mover con Arawa. Reveló que en un festival internacional de teatro desarrollado en el Guasmo Sur cuando no han tenido recursos han debido pedir hospedaje en las casas del barrio y ese es un trabajo de gestión. “Digo institución, pero no son solo las magnas, sino esa casa comunal, ese espacio donde hay un dirigente que tiene una organización que permite ese acercamiento y esa confianza para desarrollar la actividad”.

Mencionó que fueron con el proyecto Bibliotricimoteca a realizar una residencia en Montalvo y el Municipio solo les abrió las puertas dos semanas, con comida y hospedaje. Al cierre de los talleres una madre de familia les pidió que se quedaran una semana más y que cobraran por los talleres, pues los chicos estaban enganchados. “La actividad cultural hay que irla empujando, abriendo espacios, descubriendo necesidades también”.

Consultados sobre la crisis de inseguridad y violencia que se vive en todo el país, Rojas preguntó cómo desde la cultura se puede aportar y si la actividad cultural independiente de Guayaquil ha sido afectada. Espinoza consideró que sí, pues hay temor de salir a algunos lugares, sin embargo, hay que continuar.

Leyton se sumó indicando que la inseguridad no nos debe paralizar, de que hay referentes de esa experiencia, como la colombiana donde por lo menos hay un festival de teatro organizado por estudiantes universitarios mediante gestión que se realiza en lugares no convencionales y periféricos de Bogotá y Cali. “(…) La mejor manera de resistir es manteniendo con más firmeza la actividad con todas las dificultades y frustraciones que se tenga”.

Cantos dijo que el ICNA ha debido invertir en seguridad, cámaras, timbre, malla eléctrica. Antes tenían la puerta abierta y la gente subía, entraba e iba a los eventos, pero ahora están obligados a repensar las actividades y los horarios, comenzar y cerrar más temprano. 

Ante la pasión coincidente y manifestada por los panelistas, la moderadora preguntó cuál era la gratificación que reciben y cómo han logrado cumplir metas personales a través de lo que realizan. Para Espinoza esta llega con los resultados de lo que transmiten a quienes forman en el ámbito de la cinematografía. Para Leyton, el poder conocer y percibir otras realidades. Para Cantos, “lo gratificante es generar alegría colectiva en una sociedad que nos ha impuesto pensar individual y egoístamente. La actividad artística genera un producto colectivo y un resultado colectivo es lo gratificante”.

Al término de sus intervenciones, Espinoza, Leyton y Cantos respondieron las inquietudes del público.

Cobertura/Texto: Carmen Cortez

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