Con la moderación del artista y docente Benjamín Cortés, este 21 de junio en el segundo Micrófono Abierto de la jornada inaugural del 3er Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura –que el Observatorio de la UArtes realizará hasta el viernes 23– se trató acerca de la producción y exhibición de artes vivas. Participaron como panelistas Ramón Barranco, del Teatro Sánchez Aguilar; Manuel Carvajal, de Atrako Records; y, Daniel Merchán, de Garza Roja.
Carvajal contó que Atrako Records nació como un sello que represente a las bandas underground, siempre pensando en la referencia de un buen mensaje en el caso del rock, de autogestión, lucha y continuidad. Al convertirse en algo más grande empezó a implementar más géneros musicales, incluso fuera del rock, y vincular más artes, videos, animaciones y sonido en vivo. No podían dedicarse a una línea, sino a todas las posibilidades. Tampoco solo tocar, sino a introducirse en la producción musical y poco a poco fue evolucionando. Ahora se especializa en grabaciones, montajes en vivo, imparten cursos y talleres y hacen grabaciones y mezclas.
Además de ser parte de Garza Roja, Merchán, exfuncionario UArtes, se presentó como director ejecutivo de Diamante Agencia Artística, su empresa. El parque, dijo, es un modelo de negocio que tiene un gran dispositivo artístico y recreativo entorno a la ruralidad, queda en Nobol y la fundación tiene un componente de retribución social.
Barranco, en su intervención, dijo que los encuentros propiciados por el Observatorio de la UArtes son de vital importancia para el crecimiento del sector cultural. Nacido en Valladolid, España, se inició en la gestión cultural cuando se la conocía como animadores socioculturales. Dirige el Teatro Sánchez Aguilar, al cual llegó para ponerlo en funcionamiento. Carlos Sánchez Aguilar quería invertir en la ciudad, tenía el terreno en Samborondón y pidió un estudio de lo que hacía falta y decidió que se construyera el teatro. Las bases del proyecto son la exhibición y convertirse en una unidad de producción y punto importante de apoyo a lo que ya existía en la ciudad. La fundación tiene claro sus objetivos, misión y visión. En lo económico el TSA no es sostenible, es sustentable.
Al preguntar el moderador acerca de los procesos de producción, su efectividad, complicación y estrategias, Carvajal anotó que, en lo musical, manejarlo como un flujo y hacia qué público podría ser dirigido; cómo presentarlo, el concierto, las redes, los videoclips… Merchán sostuvo que para que estos productos tengan claro a dónde van tienen que tener como base la misión, la visión, el objetivo y los recursos; su expertis es la música y lo que ha funcionado son los productos que tienen la claridad de lo que quieren hacer.
Agregó que un producto o un servicio que se presta para la producción artística debe tener en consideración el ecosistema y la plataforma en la que va a nadar para saber si es sustentable y sostenible. No podría hacer nada que no involucre dinero, anotó Merchán y contó como experiencia que su agencia nació en 2010 y murió en 2015 por esa errónea visión de tratar de articular contenidos en torno a la cultura “y nos dimos cuenta de que esta es una palabra muy amplia que involucra un montón de diversidades y esos contenidos artísticos se consumían y articulaban, pero no se adquirían”.
Diamante Agencia Artística revivió en 2022 con una visión más clara y la particularidad de poderse articular con contenidos nacionales e internacionales porque tiene sustentabilidad. En cuanto al Parque Garza Roja, Merchán refirió que depende estrictamente de la venta de entradas, “si la gente no va los cuatro fines de semana no alcanzamos a completar el mes”.
Barranco reiteró que todo el proyecto estratégico del TSA se basaba en exhibición, producción propia y coproducción. Haciendo un repaso de su funcionamiento contó que los dos primeros años hicieron exhibiciones propias (cinco) y unas 110 en coproducción en el año. “(…) Había ganas de hacer cosas, pero notamos que había poca formación, entonces decidimos crear nuestras propias producciones”. Él llegó en noviembre de 2011 y convocaron a una reunión a la que solo aparecieron cinco personas, lo cual denotaba lo que era la producción en la ciudad. Decidieron comenzar a invitar a directores/as internacionales y a trabajar con los actores de aquí. Las obras que hacían eran de carácter social y también comercial “porque teníamos que llenar la caja”.
Benjamín Cortés mencionó que hay ganas de hacer teatro, danza, música en la ciudad, pero la falta de espacios profesionales detiene un poco esas intenciones. ¿Cómo podemos acercarnos al Parque Garza Roja, los estudios de grabación y al Teatro Sánchez Aguilar?, preguntó. Carvajal confesó que ese es también su interés y que hay muy poco recurso utilizado para inversión y agenda culturales; quienes llevan tiempo en la música se reducen a hacer eventos privados y la llamada autogestión, a conseguir no solo el espacio, sino todo lo que implica: luces, sonido…, lo cual muchas veces termina siendo un lujo “porque si tienes suerte sales tabla”. Consideró que hay espacios, pero no existe iniciativa ni inversión pública, todo se reduce a ciertos nichos.
Merchán opinó que no se acercaría a un dispositivo de producción artística sino tuviera algo que ofrecer. Tras muchos años como artista, productor y programador se dio cuenta de que era un empresario artístico y los empresarios deben tener claro que al otro le interesa algo. Lo mencionó desde la sostenibilidad y sustentabilidad. “El caso de Garza Roja es más complejo por la dinámica de ir a un espacio que está a 45 minutos de la ciudad y quien quiera producir en el parque tiene que saber que la audiencia no es citadina, que no consume ni circula como en la ciudad. Hay mucha gente al mes que articula con el parque y no necesariamente es por plata o con plata, pero tiene que haber un interés de por medio; la forma de acercarse es analizar y buscar cuán interesante puede ser esa producción en esos espacios”.
Barranco indicó que llegó a Latinoamérica a conocer la mayoría de los festivales que se hacían entre 2006 y 2007, y se empezaron a suscitar encuentros entre programadores y compañías, como el Mercado de las Artes de Guayaquil realizado en la UArtes en 2022, en la Plaza Pública. “Es más fácil ahora que hace 40 años porque podemos entrar en las redes e informarnos más y saber cuál es su línea y sustentabilidad”. En su caso, ya en el lado de recibir propuestas y programar, la pregunta a responder es quién vende el espectáculo.
Cortés indagó en qué tanta responsabilidad tienen o deberían tener las instituciones públicas, los gobiernos cantonales, municipales y nacionales en la producción, distribución y exhibición de las artes vivas. Carvajal indicó que una grande, “es un flujo que refleja muchas cosas, no solo los artistas. En el montaje de un espectáculo musical hay gente trabajando en el sonido, las luces, la preproducción… Un fomento para actividades de ingreso monetario para varias áreas”.
Merchán estimó complejo de entender por quienes están inmersos en el ecosistema de los contenidos artísticos. Hay leyes que avalan la responsabilidad que tienen los dispositivos públicos, pero se van a ejecutar si se insiste para tal cumplimiento. “Si no existe figura gremial (agrupaciones, sindicato, asociación de músicos, teatreros, editores, guionistas, productores…) no se va a mover, pese a que existan partidas presupuestarias”. En consecuencia, existe la voluntad de ayudar cuando se lo pide y exige. “(…) El IFCI tiene la obligación de acompañar esos procesos presupuestarios para que el artista circule, pero no le va a decir que vaya a un festival o que presente el proyecto. Que se ejecute depende del privado, del independiente”.
Barranco coincidió y agregó que, al igual que la educación, la cultura la tienen los organismos públicos. “Lo que le falta al Municipio de esta ciudad es, de una vez, un teatro y unas salas de conciertos”, refirió recordando que el Centro Cívico y el MAAC dependen del Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP); mencionó también que se han creado proyectos: Muégano Teatro, Zona Escena, que rehabilitó un espacio, pero no puede funcionar por falta de la firma de final de obra; Estudio Paulsen, La Bota y Guayarte, que no está en buenas condiciones. “La única manera de obligarlos es que los agentes culturales nos organicemos”.
¿Qué tanto ayuda o afecta la distribución gratuita del arte?, preguntó el moderador. Barranco la desestimó porque se paga hasta 12 dólares en el cine… No obstante, algunas cosas que monte el Estado deben ser gratuitas. “No creas más público porque sea gratuito. La gente está dispuesta a pagar si ofreces algo que le interese”.
Carvajal también consideró que los eventos gratuitos deben estar a cargo del Municipio o el Gobierno y que hay falta de público. “La gratuidad es para los intercolegiales; se deben anunciar nuevos proyectos y destinarse allí el dinero a cultura”.
Como empresario artístico, para Merchán no existe gratuidad, pues necesita que el proyecto se sustente económicamente; como gestor cultural y artístico refirió existe la visión de utilizar un presupuesto para poner en programación actividades que ciertos públicos no van a poder consumir. “Hay que diferenciar la formación de públicos de la construcción de público. La primera es la dinámica de poner en consideración contenidos para que las audiencias se puedan formar, informar, instruir y conocer contenidos por los que no pagaría porque son muy intelectuales o tienen un discurso social muy puntual; la formación de públicos tiene un lado negativo porque los acostumbra a que los contenidos sean gratuitos. Hay que tener cuidado con la gratuidad”.
Cobertura/Texto: Carmen Cortez