Desde las afueras de las vitrinas del CIF, ubicado en el MZ14 Centro de Producción e Innovación UArtes, se podía apreciar a una joven pelinegra con sus ropas salpicadas de pintura, sosteniendo una brocha en su mano, mirando una pared en blanco que poco a poco iba adquiriendo color. Johana Flores se encontraba trabajando en una composición de extremo a extremo de una misma figura femenina, plasmando vida en un espacio vacío para mostrar con franqueza qué la representa y deleitar a los transeúntes que se paraban a admirar la obra.
La primera pintura nace en el centro, justo en el pecho de la muchacha y desde el pistilo de la flor surge una casita en la que se refugian los personajes, es una casita donde ellos salen o viven, por eso está al revés. En la imagen, el torso de la mujer está desnudo, porque es en la intimidad cuando sale a pasear el verdadero ser humano, la ropa se convierte en un escudo o armadura; y la amapola, como centro de la obra, busca representar aquel pequeño pueblo de la Sierra ecuatoriana donde vienen sus raíces, su centro. En la segunda imagen se observa el perfil completo de la joven, con su largo cabello trenzado, dejándose mostrar tal cual la ve el mundo.
Mientras mezcla colores, Flores comparte lo mucho que ama expresar sus ideas, pensamientos y conocimientos desde la pintura y es gracias a su deseo de representar cosas pequeñas y volverlas algo grande que rescata los campos de amapolas que alguna vez existieron en Puéllaro, un encantador pueblo de la provincia de Pichincha.

Y, aunque la artista no se crio en Puéllaro, ha construido sus raíces a partir de historias, de momentos y vivencias compartidas con su familia, las rescató y las hizo suyas. Como artista, a ella le toca trasladarse a la capital o viajar por horas para asistir a eventos, exposiciones y actividades en las que pueda exponer sus obras. “Me gusta bastante salir, no para que me conozcan a mí, sino para que conozcan mis dibujos; más que a mí, a mi arte”, expresa mientras muestra en el celular algunos de sus anteriores trabajos.
Admite que, en su experiencia como artista, ha vivido momentos buenos y malos. Como aquella ocasión en que mientras pintaba junto a varias mujeres en la parroquia Calderón, Pichincha, un hombre les amenazó con llamar a la policía. Sin embargo, también ha tenido buenas experiencias por los halagos recibidos, el interés demostrado por la obra o porque recibe alimentos y dulces.
Es curioso escuchar a Flores decir que en un principio no existía un amor por la pintura el cual explorar y profundizar. Ella comenzó estudiando Diseño Gráfico, se dedicaba casi por completo a la ilustración digital, pero durante su primer semestre en la carrera tuvo la oportunidad de recibir dibujo artístico de un profesor que fomentaba ese arte. De igual modo, durante los años de pandemia su interés por el dibujo se intensificó más, luego formó lazos más estrechos con la pintura en sus salidas con amigos y con el tiempo se animó a hacer algo por su cuenta.

“El primer proyecto que hice sola, y para el que me llamó un amigo, fue pintar en un barrio cerca de mi casa. Era sobre el Inti Raymi, pero yo hice una chica indígena con un fondo de flores. Me gusta hacer trenzas a las chicas o pintarlas con cabello corto, porque cuando era pequeña me peinaba así”, confiesa y destaca la libertad que siente al estar en un proyecto como “Arte, mujeres y espacio público”, al que fue convocada por su mentalizadora y curadora, la docente UArtes María Fernanda López.
Su preferencia en cuanto a técnica, color y herramientas se basa en el uso del acrílico, aunque no descarta poder utilizar spray en un futuro y así realizar una combinación entre ambos. Además, su interpretación del arte visual se sustenta en dibujar a sus personajes con trazos animados y no tan realistas. De esta forma disfruta de la libertad en la toma de decisiones y en estilo al momento de crear, ya que, aunque haya un boceto o un borrador, siempre existe la posibilidad de crear cambios en el lienzo o en paredes.
Flores (Aka Daj) es diseñadora, ilustradora y muralista. En su transitar por el arte ha ido desarrollando prácticas como el sticker, la ilustración digital y tradicional, aliándolas en los últimos años con la pintura mural. Le gusta graficar sus ideas, acoplando naturaleza, cultura y gustos personales con colores cálidos, principalmente al estilo vectorial.
Texto: Romina Ramírez, estudiante de la Escuela de Literatura.
Fotos: Tyrone Maridueña, Dirección de Comunicación UArtes (Dircom)