La inauguración de la muestra “Extramuros. Brincar barreras… Abrir caminos”, en el primer piso de la Biblioteca de las Artes, se dio tras la mesa de diálogo “Artes, mediación comunitaria y educación: prácticas locales, institucionales y colectivas para la memoria social” que sus gestores tuvieron en la VIII edición del Encuentro Internacional de Investigación en Artes, organizado por la Universidad de las Artes y el Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes (ILIA), misma que se inició este lunes 29 y concluirá el viernes 3 de octubre.
Justamente, fue en la jornada inaugural que Diego Ledesma y Josselyn Herrera, del proyecto Extramuros de la Secretaría de Cultura del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), y Daniela Espinosa, funcionaría de la dependencia cultural en mención, dieron a conocer el origen de la propuesta y sus procesos.
Junto con los resultados de un trabajo realizado en territorio, constan textos en los que se explica que el objetivo del proyecto es desarrollar procesos de memoria social y colectiva en diversas comunidades del Distrito Metropolitano de Quito, a través de procesos de educación artística y mediación cultural.

Se explica que “memoria” no solo hace referencia a lo que recordamos individualmente, sino a lo que guardamos juntos, a lo que se convierte en un legado compartido. En ese sentido, construir estas memorias son acciones políticas que reivindican diversas experiencias y recuerdos para que convivan con la historia de la ciudad.
Así, el proyecto pone en el centro a las personas y sus historias, las cuales fueron obtenidas a través de entrevistas, testimonios y el trabajo con archivos personales. Se trata de una invitación a revivir sus pasados y, al hacerlo, darles forma a las memorias colectivas. El arte se convierte, por tanto, en el medio para que estos relatos se transformen en parte de nuestra identidad común, en las historias que todos compartimos.
Los espacios culturales y las exposiciones de arte se conviertan en lugares de encuentro, en puentes que conecten las historias personales con las historias colectivas. La mediación cultural y la educación artística son herramientas clave para hacer que las memorias de las comunidades se visibilicen, se reconozcan y se conviertan en parte de la identidad de Quito. Los recuerdos se transforman en memoria cuando los compartimos, y esta exposición es el primer paso para que esos recuerdos se encuentren con el público y se conviertan en parte de nuestra historia común, anota Diego Ledesma en la muestra.

Como recursos que posibilitan la muestra de resultados, el proyecto utilizó el documental inmersivo, los manifiestos gráficos, las cartografías sonoras y la edición comunitaria. En el primero, se identificaron lugares claves dentro de las comunidades para desarrollar historias que evidencien las tensiones sociales, naturales o de otra índole que ocurren en los espacios para dar cuenta de la memoria colectiva de las comunidades participantes.
Los públicos y miembros de las comunidades construyeron contenidos audiovisuales mediante talleres de creación, edición de video y sonido para formatos de realidad virtual. El documental inmersivo, como metodología de Extramuros, aprovecha la tecnología de realidad virtual para generar una experiencia educativa, inclusiva e interactiva que contribuyan a la apropiación y reinterpretación de la identidad histórica y cultural de cinco comunidades del DMQ.
Los manifiestos gráficos se presentan como un posicionamiento político y público frente a ciertas circunstancias que definen la forma en que se habita un territorio. Este eje del Extramuros busca recuperar la voz y la memoria de comunidades de diferentes territorios a través de la creación de pancartas y el desarrollo de productos gráficos (stickers, postales, fanzines o volantes) en colaboración con actores sociales y culturales que reflejan los activismos y memorias que atraviesan la ciudad. Mediante la realización de telones con consignas e imágenes construidas de manera colectiva, cada comunidad expresó su realidad, historia, luchas y memoria colectiva desde su propia perspectiva.

De las cartografías sonoras, se indica que junto con el paisaje sonoro han surgido como herramientas para explorar y comprender el entorno auditivo en el que vivimos desde otras perspectivas. Estos conceptos no solo ofrecen una nueva forma de mapear y representar el mundo, sino que también han influido en prácticas artísticas y metodológicas que fomentan la participación comunitaria y la colaboración.
En América Latina, estos enfoques se han desarrollado de manera única, integrando prácticas artísticas innovadoras y metodologías pedagógicas que destacan la importancia de la participación local. Para el proyecto Extramuros, este eje se construyó de manera colectiva, explorando las realidades sonoras de cada comunidad participante y generando nuevas maneras de entender la identidad y la memoria colectiva.
La edición comunitaria se basa en metodologías de construcción de memorias colectivas a través de la producción editorial, un proceso comunitario y horizontal que acompaña la definición, publicación y circulación de contenidos de interés creados por y para las comunidades participantes.
La aplicación de esta metodología en Extramuros buscó el desarrollo de proyectos editoriales en distintas comunidades de la ciudad, experimentando con herramientas literarias, fomentando así el acercamiento afectivo a la escritura y creación de contenidos para la producción de memorias colectivas sobre los espacios habitados.

Parte de la construcción de productos editoriales comunitarios tiene como objetivo la puesta en valor de los archivos y memorias personales como dinamizadores de la historia de la ciudad.
En la exposición, de la autoría de Luis Mendoza se lee: Hace poco más de ochenta años, se planteó la primera planificación urbana de Quito. Este sueño de modernidad y progreso dividía estratégicamente a los “barrios jardín” de los “barrios obreros”, asignando a los habitantes de la ciudad un espacio según su quehacer y posición socioeconómica. Este sueño colorido, dibujado a mano alzada por Jones Odriozola en 1942, abarcaba desde La Mariscal al Norte, hasta el Panecillo al Sur, pues más allá de estas fronteras, la modernidad no estaba a la vista: las grandes haciendas agrícolas y ganaderas, sostenían su poder económico y político desde modelos de producción feudal más cercanos a los tiempos de la colonia, sostenida sobre las poblaciones originarias empobrecidas y reducidas al huasipungo”.
Pocos años después, anota Mendoza, las reformas agrarias, los booms del petróleo y el banano, el crecimiento desordenado y la especulación de la tierra, distorsionaron esta ensoñación. Los aromas, tradiciones, sonoridades y saberes de las comunidades del Quito rural y periférico, fueron engullidas paulatinamente, por el rugido y los gases de los motores. Pero la capital ecuatoriana siempre ha sido un territorio de resistencia. Desde las voces y memorias de sus pueblos y comunidades, ancestrales y migrantes, urbanas y rurales; florece la oportunidad de imaginar nuevos mapas.

Texto: Carmen Cortez/Dircom.







