Es viernes 23 de junio. “Balance de las políticas públicas culturales en América Latina: casos representativos” es el tema a abordar en la primera de las dos mesas convocadas para la última jornada del 3er Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura, iniciado por el Observatorio de la UArtes el miércoles 21.
Moderado por el docente UArtes Luis Páez, en el diálogo intervienen Catalina Ceballos, exdirectora de Estrategia, Desarrollo y Emprendimiento del Ministerio de Cultura de Colombia (2022); Emiliano Fuentes Firmani, exsecretario ejecutivo de la Unidad Técnica del Programa IberCultura Viva; y, César Moreno, responsable del Sector Cultural de la Oficina de la UNESCO, Quito, representante para Bolivia, Colombia, Venezuela y Ecuador.
Páez inicia la ronda presentando a los panelistas. De Ceballos añade que es antropóloga con especialización en recursos internacionales con más de 20 años en experiencia en el diseño de proyectos culturales y mediáticos. De Fuentes destaca que es gestor cultural especializado en políticas culturales y diversidad cultural, investigador del Instituto de Arte y Cultura de la Universidad Nacional 3 de Febrero (Argentina), coordinador académico del diplomado superior de Gestión y Cooperación Iberoamericano de Ciencias Sociales de CLACSO y socio fundador de RCGD Ediciones. Y, de Moreno, su trabajo en los últimos 25 años en el sector de la cultura de la UNESCO en París, su asistencia técnica a los estados miembros en la implementación de las convenciones y desempeño del 2011 al 2022 en la Unidad de América Latina en el Centro de Patrimonio Mundial.

Tras agradecer al Observatorio la invitación, Catalina Ceballos confiesa su grata sorpresa de saber que la UArtes es un proyecto de política pública y, en ese ámbito, hace un diagnóstico de cómo está su país. Que tiene muchas iniciativas al respecto, anota. Los salones regionales de artistas surgen en 1944, la radio pública en 1968, la biblioteca nacional en 1977 y la economía naranja en 2017. El Sistema Nacional de Cultura es probablemente la herramienta más importante de su país en términos de políticas públicas de los territorios; desafortunadamente, solo el 27% o 30% tiene secretarías de cultura en sus municipios y ciudades, lo cual resulta una desventaja.
El Sistema Nacional de Cultura es lo más destacado de las políticas públicas, unas 18 que van desde el Plan Nacional de Música, pasando por Patrimonio, Danza y Emprendimiento. Colombia cuenta con un índice nutrido de políticas públicas, pero su arquitectura institucional debe tener la capacidad de pasar de un lado a otro porque está dispuesta para la institucionalidad y el Estado.
De manera crítica, Ceballos menciona la política pública en torno a la economía naranja del 2017, indicando que, como un proyecto de ley y desde el legislativo, se diseña una que resulta en nueve normas o reglamentos para la implementación de proyectos, acciones y programas que tienen que ver con el emprendimiento. Citando a Zygmunt Bauman, quien menciona la norma y la transgresión, considera que en la economía naranja no hubo transgresión. Esa norma estuvo al servicio del gobierno y no al servicio de la arquitectura institucional. (…) No surge producto del diálogo con la sociedad, sino de unos intereses de desarrollo.

La política pública cuyo principio es el trabajo dialogado y participativo se olvida e implementa en una institución para que esté al servicio de ese proyecto de ley llamado economía naranja, cuyo principio fundamental es el de las industrias creativas que existen desde los años 70. No se establecen factores diferenciales ni poblacionales ni espaciales ni temáticos, habiendo allí una falencia enorme.
Lo más importante desde los gobiernos será descentralizar el pensamiento, la ideología y la capacidad de implementación de las políticas “y tal vez en eso pensamos cuando entramos a trabajar en agosto con el presidente Gustavo Petro”. En esta nueva etapa se redacta el documento De la economía naranja a la economía popular. “Ecuador tiene unas políticas de economía popular muy interesantes. Nosotros nunca habíamos hablado de la cultura con ese enfoque”.
Agrega que al redactar el documento partieron de la premisa de la cultura históricamente hablando. Los actores, agentes, gestores, músicos de marimba, bailarines de músicas tradicionales, muralistas, artistas urbanos, grupos de teatro alternativo e independiente producen sus ingresos desde una perspectiva de economía popular y por eso era importante volver a hablar y reconocer estas poblaciones excluidas de los grandes mercados.

Ceballos destaca de la economía popular cuatro elementos: reconocimiento de artistas, agentes y sectores; visibilización, asociatividad y sostenibilidad. Indica que lo que trataron de hacer era un proyecto donde la cultura estuviera asociada al discurso y la narrativa de la economía popular del actual gobierno, a fin de ser parte de las grandes iniciativas.
Más allá de un trabajo articulado con el Ministerio de Educación para incluir formación en artes, de manera informal en las instituciones educativas, considera se debe fortalecer las políticas públicas culturales en territorio, que sean parte del Sistema Nacional de Cultura y que el gobierno invierta recursos en la creación de diferentes sistemas de cultura en municipios y ciudades.
Emiliano Fuentes Firmani inicia su participación felicitando a Ecuador por tener una Universidad de las Artes. Su mirada es más regional y su exposición “De las políticas socioculturales a las políticas culturales de base comunitaria” aborda la experiencia de los puntos de cultura –o cultura biocomunitaria– en América Latina llevada en Brasil y permeada en distintos países.
En políticas culturales hay dos palabras en juego que tienen orígenes distintos. La una del latín y la otra del griego. A lo largo de la historia hemos tenido diferentes formas de entender las culturas y sus procesos, indica Fuentes, quien, en análisis de sus génesis, menciona algunos conceptos: culturas como civilización, de cultivar la tierra a cultivar la humanidad; culturas como modo de vida, culturas como espacio de disputa, culturas como recurso y culturas como bien global.

“Cuando pensamos en políticas culturales hay que ver desde dónde nos paramos para estructurarlo”, expresa y revela que en América Latina hemos tenido un aporte singular de Néstor García Canclini, escritor, profesor, antropólogo y crítico cultural argentino quien las define como aquellas acciones sostenidas por los estados, instituciones civiles, grupos comunitarios organizados y grupos transnacionales.
Menciona también al escritor y académico peruano Víctor Vich, quien aborda el tema de la colonialidad y cómo las políticas culturales sirven para mostrar aquellos patrones culturales que han sido la base de nuestra socialización y, fundamentalmente, para ver cómo deconstruirlos, deslegitimarlos y construir unos nuevos.
Citando a García Canclini y a la filósofa brasileña Marilena Chaui, Fuentes hace referencia a sus análisis en torno a la democracia cultural y ciudadanía cultural, respectivamente. De lo primero: la superación a la democratización a partir del multiculturalismo. De lo segundo: la cultura como derecho de los ciudadanos, sin confundirlos con figuras de consumidores o contribuyentes. Del exministro de cultura de Brasil Gilberto Gil, quien operativiza la idea de la ciudadanía cultural: “no le corresponde al Estado crear cultura, sino en un sentido muy específico e inevitable. En el sentido de que formular políticas públicas para la cultura es también producir cultura”.
Aborda Fuentes dos modelos que tienen que ver con territorio y comunidad, y que son los aportes para un nuevo modelo. Del pensador brasileño Milton Santos que los territorios son espacios geográficos vivos en tanto comunidad y del antropólogo y filósofo argentino Rodolfo Kusch que son las identidades las que nos configuraban.

Dice que la política pública está presente en Brasil (2004), Argentina y Perú (2011), Costa Rica (2015), Uruguay (2016), Paraguay (2021) y Chile (2023). Algunos países toman a la cultura viva comunitaria como principio: Ecuador, en 2016, con la particularidad de que lo homologa a la economía popular; en Guatemala tuvo un breve proceso en 2018; y, en Colombia (2023).
César Moreno indica que desde la perspectiva de la UNESCO tienen una visión bastante global en lo que respecta a las políticas públicas culturales. Las focalizó en tres puntos: entender cómo el organismo internacional incide en el ámbito de los estados parte y miembros, discutir sobre MundiaCult y sus repercusiones, cuáles son los grandes hitos de este foro mundial de cultura de 2022 y ver cómo LA UNESCO está promoviendo una serie de acciones.
Como agencia especializada de Naciones Unidas, la UNESCO presta asistencia técnica a los estados miembros en temas de educación, ciencia, cultura y comunicación. La única que tiene un mandato específico en el tema de cultura. Sus principales aspectos de trabajo: Diseño e implementación de políticas públicas culturales sostenibles e inclusivas, promover la cooperación regional e internacional y estrategias para lograr los objetivos del desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, poniéndola en la agenda mundial.

¿Cuál es el rol de la UNESCO en la promoción y protección de la diversidad cultural en América Latina?, pregunta Moreno y anota que se debe tener en cuenta el contexto global y de cómo a través de sus convenciones ha venido abordando el tema de la cultura. La de 1974 para proteger los bienes culturales en caso de conflicto armado; 1970, propiedades ilícitas de bienes culturales; 1972, de protección del patrimonio mundial, cultural y natural; 2001, protección del patrimonio cultural subacuático; 2003, patrimonio cultural inmaterial; 2005, protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales.
Moreno sostiene que MundiaCul de 2022, con la Declaración de México, constituye la hoja de ruta de políticas culturales a nivel mundial para los próximos años. La cultura ha sido el pariente pobre de las Naciones Unidas.
El tema del presupuesto fue coincidente en las exposiciones de los panelistas, comenta Páez y ya en el cierre, y en un balance de las políticas públicas culturales en América Latina, se concluye que hace falta más participación, diálogo intercultural, escucha, humildad y protagonismo para lograr posicionar la noción del bien común, que puede estar más allá de la economía naranja y la industria cultural. También, deconstruir y redoblar compromiso y creernos el cuento de que la cultura es indispensable.
Cobertura/Texto: Carmen Cortez